El Bus Marino

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Érase una vez un lago frío, casi congelado, escondido y lastimosamente hallado. El cual no tenía conexión con otra fuente de agua. No había nada más que él, como si el agua hubiera surgido de la nada, no había explicación alguna. Según dicen, que el agua pudo haber brotado de las raíces de los árboles. Árboles enormes y gruesos con la copa llena de hojas negras y negros nidos de aves, ¿Quién sabe si las aves serían negras también? Pues ya no salían a cantar, no desde que construyeron la carretera. Tal vez tiene ese color azabache por las aves que pisaron las ruedas, sus alas quedaron extendidas en el suelo y pintaron el asfalto, no lo sé, no he ido.

Un autobús pasaba por el lago con innumerables turistas todos los domingos.

Si en seis días trabaja el hombre ¿Por qué el lago trabaja en su descanso?

Gafas negras y gruesas, como hollín, portaba un jovencito que fue llamado por la curiosidad, no creía en nada, nunca formó parte de nada, solo veía con las gafas y era normal que se las ajustara más y más con tantos pensamientos y culturas que se contradecían. Iba solo y acompañado, se preguntaba por qué la gente creyente de cualquier cosa se emocionaba al compartir algo que a él no le interesaba ¡Si se notaba en su mirada! En realidad no, te lo he dicho, portaba grandes gafas negras como el hollín. Por eso no se dieron cuenta.

Mientras viajaron, el lago se preparó, los vió antes que ellos y les esperó.

Una chica pálida y aburrida con los ojos cafés, no era conveniente que tuviera esos ojos cálidos porque ella era aburrida y no los disfrutaba, se sentó al lado de Gafas negras y allí se quedó. Hablaron un poco de la vía por la que cruzaban y dijeron lo mismo que yo.

-¡Si que es oscura!
-Otra carretera con alas.
-¿Cómo obtuvo ese color si ya no existe la brea?
-Porque estamos en el futuro y ya no queda nada más que explicar.

Dando punto y final a su conversación, en efecto, estaban en el futuro siempre vivían en el futuro y el pasado ya ni historia dejaba porque no había nada que explicar ¿Era fácil de enseñar? No, era extremadamente largo, por eso no había nada que explicar faltaban coladores para filtrar ese jugoso conocimiento.

-Tengo una cuchara, si lo bates será más rápido-le explicó una señora con una camiseta, que por supuesto, representaba el fanatismo al lago. Pero se negó, no le hacía falta.

Él no creía en la cuchara y la chica aburrida sabía la función de cada cosa, si lo sabía. La señora ha vuelto a preguntar.

-¿Por qué no usas la cuchara-Él negó diciendo.
-No confío en la cuchara.
-Pero mi cuchara te ayudará a apartar las virutas que tapan el jugo, es una cuchara, bátelo y soluciona tu problema. Hijo, aquí la tienes.

Él negó otra vez y lo haría mil veces más, no sabía quién era ¿Por qué le ayuda? Su ayuda no le servía, todo iba bien, el colador cuela, el jugo cae y él lo bebe ¿Debía explicarlo? No quiso y se enojaron con él. Dijeron tantas cosas que el punto se perdió, soltaron tantas palabras y definiciones que las correctas se consumieron. Él negó y ella miraba. -¡Aburrido! Le llamaron, por no hablar como ellos.

Y tan fuerte fue la discusión que, al igual que la verdad, el conductor se perdió. Todos cayeron al lago y el autobús los guardaba de las aguas donde se hallaban sumergidos. Allí atrapados vieron algo maravilloso, había peces dentro del lago, vivían peces blancos como la luna y con ojos cafés tan cálidos y vivos como el atardecer.

-¿Cómo llegaron los peces si el lago no tiene conexión con ninguna otra cosa más?

Los fanáticos no hicieron caso a la pregunta por un momento y le culparon por dudar de su confianza, ya que gracias a él, el conductor también se fue... se fue junto con la paz.

Cada vez hacia más y más frío. El lago era frío casi gélido y apaciguó sus acciones pero no sus lenguas. Los suspiros repetidos por las palabras que decían calentaron el Busmarino, asimismo, buscaron solución pero las palabras no eran las mejores, porque querían hacerle pagar a quien descarriló su fé. Las gafas estaban casi unidas a su nariz. No tenía ojos, solo cristal porque se las ajustó para que nadie se las quitara de nuevo. Estaba tranquilo, él tenía una solución rápida, sabía que iba a pasar, era obvio. La chica aburrida le dijo: -Estamos en el futuro. Y aunque no supiera, ni creyera en nada, algo esperó.

Se agrietó el cristal hasta romperse y entró el agua fría. Fría que quemaba. El contacto de calor y el frío, como una reacción física, evaporó y nubló las gafas del chico, no vió nada, no escuchó nada porque fue mucho lo que oyó que no escuchó. No creyó en eso, no pertenecía a ese calor. Al tocarle el agua los pies y quedar totalmente sumergido las gafas se desprendieron y vió con sus ojos cafés llenos de aburrimiento los mismos de ella. Ella conocía y pertenecía al lago. Encontró la respuesta para su futuro, pudo dejar de saber algo y él lo supo todo.

Blancos como los peces, se perdieron las palabras, ese era el presente y no había que explicarlo porque lo vivían.

Fin.

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