Había transcurrido una semana desde que comencé a esquivar a Jennie día tras día, consumido por el miedo. No comprendía exactamente por qué le temía tanto, cuando fue ella quien me besó aquella tarde.
Ignoraba sus llamadas, mensajes y demás intentos de contacto, temerosa de que admitiera que aquel beso fue un error, fruto de la curiosidad o simplemente un acto de experimentación con otra mujer. Me angustiaba la idea de que solo me viera como una de sus mejores amigas o una hermana, a quien ama y aprecia solo en un nivel de amistad platónica. Reflexionaba sobre tantas cosas respecto a ese beso, cómo fue aquel hermoso y maravilloso roce de labios. Sus labios, como pétalos de rosa, como la suavidad seductora de no querer volver a separarte nunca más, llevándome al punto más alto de amor que he experimentado en mi vida.
Esto desencadenó una serie de encuentros y desencuentros entre nosotras, hasta hoy, cuando no supe huir de ella a tiempo, quedando en un silencio incómodo mientras ella me miraba, buscando una explicación de todo lo que había sucedido en esta extensa semana. Abrí la boca para decir algo, pero nada salía de mí por mi temor a que me odiara. Sin embargo, el primer movimiento de Jennie fue abrazarme fuertemente contra su pecho.
— "No huyas más, por favor" —me susurró al oído, con miedo de que la apartara y huyera de nuevo.
— "Tenemos que hablar de lo que pasó, por favor no me apartes de ti. Lo menos que quiero es estar separada de tu lado" —siguió susurrándome al oído. No me pude apartar del abrazo por miedo a desmoronarme frente a ella y que viera lo débil que era en su presencia. Me separé ligeramente para mirar sus brillantes y deslumbrantes ojos cafés.
Asentí con la cabeza, aceptando hablar con ella ya sin importar qué pasara entre nosotras. Con el miedo formando un nudo en la garganta, nos separamos y caminamos hacia un lugar pacífico para hablar de todo lo que estaba pasando desde hace años, pero que ninguna de las dos había sacado de su interior.
Nos sentamos bajo un árbol a las afueras del campus. Podía sentir la mirada de Jennie acompañada de la brisa. Volteé a mirar sus ojos, tratando de mantener mis lágrimas contenidas. Pasaron largos cinco minutos en silencio, observándonos una a la otra sin decir nada. Bajé la mirada y por fin le pregunté lo que tanto me atormentaba:
— "¿Me odias? Tienes todo el derecho y está bien. De verdad, perdón" —dije sin poder mirarla a los ojos, con las lágrimas bajando lentamente por mis mejillas. La oí suspirar y acto seguido levantó mi cara con su mano para mirarla directamente a sus ojos.
— "No te odio y tampoco puedo, porque no es tu culpa nada de lo que sucedió. Yo fui la que te besó, yo fui la que se atrevió después de tanto tiempo de sentir algo por ti y guardármelo por miedo a tu rechazo. Intenté con otras personas olvidar ese sentimiento sin saber que te hería y te dañaba. Me odio por eso. Nada de esto es tu culpa. No te eches la culpa por algo que por miedo no hacías, y que al menos una vez alguna de nosotras dos lo tenía que hacer para sacar el sentimiento de su pecho y no morir ahogadas por él cada día, dañándonos mutuamente cada día más por reprimir ese sentir. Te amo desde que te conozco. Siempre pensé que como hermana, pero con el pasar del tiempo ese amor que se suponía era de "hermana" en realidad nunca lo fue, y solo intenté meterme esa idea a la cabeza cada día. Te amo más de lo que alguna vez he amado a alguien o quise de verdad en mi vida. Sé que tienes miedo de que te odie y no te vuelva a hablar, pero nunca podría ni lo haría. Odiarte es imposible si lo único que hago es amarte más y más cada día que pasa. Te amo en cada hebra de tu cabello, en cada lunar, en cada uno de esos detalles que me hacen amarte más cada día. "
Sus palabras rompieron mis defensas. La abracé con fuerza, dejando que las lágrimas fluyeran libremente. Por primera vez en mucho tiempo, me sentí verdaderamente comprendida y, sobre todo, amada.
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Lady Of The Moon
RomanceEl brillo de sus ojos era igual o casi más que el de la Luna cada noche - Lady of the moon