Erase una vez, hace muchos siglos atrás existió un gran reino siendo este el más importante de todos. Su rey, bondadoso y de buen corazón, había logrado alzar su pequeño gran pueblo sin la necesidad de guerras y acuerdos corruptos.
Un día, las nubes no hacían acto de presencia dejando ver el hermoso azul que adornaba el cielo, siendo todo aquel ambiente casi pacifico y armonioso debido a los bellos cánticos de los pájaros. Los pueblerinos eran los únicos preocupados y ansiosos por su reina consorte, su luna, el hombre que su único rey había desposado.
Parecía que ese mismo tranquilo y pacifico día se tornaba en un día fatídico cuando las nubes mancharon de gris es azul del cielo y los animales corrían para refugiarse de aquella tormenta que apenas se anunciaba. No lo sabían con certeza, pero lo intuyen, el silencio en el palacio no era por nada, tal vez su luna y el alfa y rey de la manada estaban pasando por algo. Sólo les quedaba rezar por qué al futuro príncipe naciera con buena salud.
El silencio gobernaba el lugar, todos en el palacio se movían tan rápido como podían tratando de ser útiles para el nacimiento de aquel nuevo cachorro príncipe, aunque bien sabían que la tensión y los nervios de aquel imponente alfa de la manada no hacía más que tensar a todo aquel en el palacio. Su aroma pesado por los nervios inundaba todo el lugar, escuchaba a su pequeño Omega gritar del dolor y debido a aquella marca sentía el dolor de su esposo.
El miedo, nervios y la frustración de no saber que pasaba dentro de la habitación lo carcomen, quería entrar y alejar a todo aquel que se acercara a su Omega. Sentia a su lobo rasgar con fuerza su pecho en un intento de escapar y proteger a su pareja. Su aroma se volvía más intenso al pasar los segundos y los gritos de dolor de su rey consorte no parecían querer detenerse.
El alfa no evitaba caminar de un lado a otro mordiéndose las uñas perdiendo todo rastro de elegancia por la preocupación, sentía sus manos temblar por la impotencia de no poder estar ahí consolando el llanto de su Omega, su garganta tenía un nudo y su respiración irregular no ayudaba para nada a tranquilizarse.
Sintió unas pequeñas manitas jalar sin fuerza alguna su ropa llamando su atención, dirigió su mirada al pequeño cachorro de 3 años y medio de cabellos castaños oscuros y hermosos ojos color esmeralda, los cuales estaban con preocupación impregnada en ellos, tal vez el cachorro aún no lograba sentir las feromonas de alfas y omegas, pero podía llegar a sentir el aroma de preocupación de su progenitor al ser su hijo, sentía el miedo y los nervios del alfa mayor causándole preocupación al pequeño cachorro.
— Papá. — Murmuró con voz lastimera.
El alfa se agachó a la estatura de su hijo al escucharlo, lo alzó en brazos para abrazarlo con algo de fuerza sin llegar a lastimarlo tratando de calmarse y consolar a su lobo quien seguía desesperado por querer proteger a su Omega.
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🜲 ; The Prince
FanfictionLos cuentos de hadas existen por todas partes, cuentos ya escuchados, cuentos sin escuchar. Relatos falsos y relatos basados en una experiencia real. Pero los cuentos no son nada más que eso, cuentos. Y este cuento nos narra una de las tantas histor...