El nuevo departamento de Derek, y Stiles

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Derek está cansado. Había comenzado con su trabajo como mecánico hace un par de meses, y aunque era bastante bueno en lo que hacía, resultó ser más agotador de lo que había pensado, aún con la resistencia de un hombre lobo. Sentía los hombros duros y ardiendo. Necesitaría una ducha caliente para relajar sus músculos adoloridos.

Se subió a su camaro y condujo hacia la zona residencial del pueblo. Normalmente conducía hacia su loft, pero luego de la invasión y destrucción constante del piso que tenía habilitado, tuvo que buscar otro sitio para vivir, al menos hasta que las reparaciones estuvieran terminadas. Había pensado en quedarse en la vieja casa de su familia en la reserva, pero esa idea fue rápidamente descartada luego de que Stiles señalara lo peligroso y estúpido que eso era, considerando la poca seguridad del lugar y que en repetidas ocasiones resultó ser el primer lugar en el que sus enemigos decidían buscarlo. Tuvo que darle la razón y recurrir a una opción más segura y cómoda, siendo ésta un departamento de soltero bien ubicado, ya amueblado, espacioso, sin vecinos entrometidos, y con acceso restringido a adolescentes inoportunos. Era perfecto y lo consiguió a un buen precio, por supuesto con ayuda de la misma persona que había evitado que se aislara nuevamente en el bosque, Stiles.

Pensó que veía agradecerle su ayuda y que se preocupara por él de alguna forma, y considerando que cada vez eran más cercanos y tras descubrir que su presencia y compañía era algo que disfrutaba tener en la vida, en cuanto recibió las llaves de su nuevo hogar, le dio una copia al humano. Sabía que el chico habría conseguido una copia por sus propios medios e indudablemente a sus espaldas, pero prefería evitarlo al ser él quien diera el paso, ahorrando tiempo a ambos y demostrándole así que ahora le tenía la suficiente confianza para darle acceso ilimitado a su nuevo refugio. Era un gran avance en su relación, ahora y luego de todo lo que habían vivido juntos, sabía que podía contar con Stiles para lo que sea y que era lo correcto. Eran amigos cercanos después de todo.

De acuerdo, probablemente más que eso.

Derek era consciente de ello, de la falta de discreción en las miradas que compartían, de lo acostumbrado que estaba a su cercanía física, a como en más de una ocasión durmieron en la misma habitación y en la misma cama, en como sin notarlo buscaba el contacto entre sueños, como siempre que le veía dentro y fuera del campo de batalla, encontrarlo y asegurarse de que estuviera a salvo era la principal de sus prioridades.

Por supuesto que no eran sólo amigos. A tus amigos no los miras a los ojos con tanta intensidad como él lo hacía, ni sentías el deseo casi incontrolable de saltar sobre ellos y robarles el aliento a besos cada vez que sus labios moviéndose captaban su atención, lo que ya ha hecho más de una vez.

Aparcó en su lugar en el estacionamiento del edificio y entró al ascensor, presionando el botón que lo llevaría al piso en el que vivía. Se estiró un poco y acarició sus hombros adoloridos, pero el toque de sus propias manos, que ahora estaban ásperas y tensas por el trabajo, no se sentía agradable. Las manos de Stiles eran mejores para hacer masajes, y en ese momento esperó que por un milagro del cielo, que el chico haya decidido pasar esa tarde en su departamento, así no tendría que pedirle venir, aunque estaba seguro que a él no le molestaría ser llamado de imprevisto.

El ascensor se detuvo y caminando hacia el fondo del pasillo finalmente estuvo en casa. Sacó la llave del bolsillo de su chaqueta, pero se detuvo a medio camino antes de insertarla en la cerradura cuando el sonido de música y voces demasiado familiares llegaron a sus oídos. Enseguida su cansancio fue reemplazado por su molestia en aumento, que llegó a un punto elevado cuando entre las voces pudo reconocer a la de Stiles.

Entró al departamento sin hacer ruido y cerró la puerta tras él de la misma forma. Avanzó hacia la sala y pudo ver a Scott, Isaac, Lydia y Stiles repartidos en los tres sillones del lugar discutiendo por algo que no le interesaba comprender, todos hablaban a la vez y la música sonaba casi sofocada en el fondo.

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