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𝘀𝘂𝗺𝗺𝗮𝗿𝘆. Intentas convencer a tu novio para que haga galletas contigo, pero no es el mejor panadero.
𝗪𝗔𝗥𝗡𝗜𝗡𝗚 : mucha pelusa!! Menciones de besarse, creo que Sae te dio una palmada en el trasero una vez.
aquí estabas, sentada en el sofá junto a tu novio, aferrándote desesperadamente a su pecho mientras él fija su mirada aburrida en lo que llamó una 'patética excusa' de un partido de fútbol. El único gesto algo afectuoso que te está dando es un brazo aburrido que pasa descuidadamente alrededor de tu hombro.
mientras sae estaba en práctica, habías dedicado dos horas a arreglarte; atendiendo cada pequeño detalle de tu apariencia con cuidado. Incluso encendiste algunas velas con aroma a vainilla en la sala de estar para romantizar el ambiente, todo para tener una cita nocturna divertida y hornear galletas juntos. Entonces, ¿por qué has pasado los últimos treinta minutos intentando convencerlo de que siga adelante con tus planes?
"sae", te quejas suavemente, presionando deliberadamente más parte de tu cuerpo contra él mientras bates las pestañas suplicante en un intento de llamar su atención y, con suerte, cambiar de opinión.
"¡Por favor, sólo por esta vez! ¡Hornea galletas con chispas de chocolate conmigo!"
Ladea la cabeza sutilmente y te mira con los ojos entrecerrados. "Ya te lo dije, cariño. No puedo hornear una mierda".
"Sé que es más probable que provoques un incendio en la cocina que hornear una galleta decente, ¡pero es por eso que estoy aquí!"
Lo miras con amor mientras su mano recorre tu mejilla, dándole un ligero apretón.
"Si eso es lo que se necesita para callarte, entonces supongo que haré estas galletas tibias".
Rápidamente planta un casto beso en tus labios mientras el rastro de una sonrisa muy imperceptible, pero inconfundible, aparece en su boca.
En la cocina, te arremangaste e hiciste un gesto hacia la despensa y los gabinetes, indicándole a sae que buscara los ingredientes secos con un tono bastante autoritario.
"Sae, busca la harina, el bicarbonato de sodio y la sal. Deberían estar ahí en alguna parte".
pone los ojos en blanco y te da una ligera palmada en el trasero, "¿Cuándo te volviste tan mandona, bonita?"
Te ríes mientras él desaparece en la despensa, dirigiendo tu atención al tazón en el mostrador. Con determinación, comienzas a batir vigorosamente la mantequilla blanda y el azúcar moreno y blanco hasta formar una mezcla grumosa.
