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Parte única

Esta historia es ficticia. Cualquier parecido a la realidad es mera coincidencia.

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ABRÍ MI RELACIÓN CON MI MARIDO INFIEL PARA NO PERDERLO. AHORA QUE CONOCÍ A ALGUIEN MÁS, QUIERO EL DIVORCIO PERO ÉL SE REHÚSA.

Hola a todos. Sé que el título puede traerme muchas críticas, pero déjenme que me explique primero. Esto será largo.

Soy una mujer de 33 años y he estado casada con mi esposo, de 35 años, durante 6 años. A él lo conocí gracias a unos amigos en común. Desde el principio, él y yo hicimos una especie de clic. Congeniábamos en casi todo, desde nuestras opiniones hasta nuestros planes de vida. Nunca nos aburríamos al pasar tiempo juntos, siempre encontrábamos algo nuevo de qué hablar o un nuevo hobbie que podíamos disfrutar juntos. Incluso en el sexo, siempre estábamos bastante satisfechos y todo lo que intentaba con él me parecía genial.

Llevábamos un año de relación cuando él me propuso matrimonio. Fue una propuesta muy hermosa, con flores y hasta fuegos artificiales. Nuestras familias y amigos estaban muy encantados. Todos decían que éramos la pareja perfecta. Yo también lo creía. Pensaba que me había ganado la lotería con tan increíble hombre, muy amoroso y dulce conmigo. Lo amaba demasiado. No podía esperar para casarme con él y formar nuestra propia familia. Realmente quería ser la madre de sus hijos y la mujer con la que él pasara el resto de sus días.

Llegó el día de la boda. Y el día de la primera advertencia. Estaba arreglándome junto a mis damas de honor, mi madre, mis cuñadas y mi suegra. Todas estábamos muy felices, sonriendo y posando para las fotos que estaba tomando en ese momento. Todas, excepto la hermana menor de mi esposo. Ella se veía bastante seria y disgustada, lo cual me parecía extraño porque ella y yo siempre nos habíamos llevado bien.

En cuanto pude, me le acerqué a ella y le pregunté si se sentía mal. Una de mis amigas era doctora, así que ella podía revisarla si se trataba de un malestar físico. Pero ella dijo que no, que estaba así porque había peleado con su novio. Yo la abracé, diciéndole que no se preocupara por eso, que el amor podía superar cualquier problema. Ella empezó a llorar y a balbucear un par de cosas. Su madre enseguida lo notó y se la llevó fuera de la habitación. Ahora sé que ella trataba de decirme algo más en ese momento, pero mi suegra no la dejó.

Yo seguí arreglándome para la boda. Estaba preocupada por mi cuñada, pero realmente pensaba que no había problema que el amor no pudiera solucionar. Yo misma estaba por casarme con el que pensaba que era el amor de mi vida. Me sentía muy dichosa y bendecida. La ceremonia fue muy hermosa, vi a mi marido llorar en cuanto me vio entrar a la iglesia vestida de blanco. Yo también lloré al verlo esperándome en el altar. Todo fue demasiado perfecto. Quizá eso también era otra señal.

Como sea, los primeros meses de matrimonio fueron de ensueño. Él me trataba como una reina, siempre me traía flores o regalos muy bonitos. Me hacía sentir tan especial y bienvenida en su vida. Sin embargo, las cosas empezaron a cambiar ligeramente cuando él de la nada se irritaba por pequeñeces. Él lo atribuía al cansancio de su trabajo y se disculpaba. Luego, vendría con un costoso regalo para compensarme.

Al principio, pensé que era normal que él actuara así, que trabajaba duro para mantener nuestro estilo de vida, pero pronto me vi a mí misma cuidando mis propios pasos para no hacerlo enojar. Aunque no importaba nada de lo que hiciera, las discusiones se volvieron cada vez más constantes. Yo solía preguntarme qué era lo que hacía mal, no sabía en qué estaba fallando. Ahora me doy cuenta que no era mi culpa, pero en ese entonces estaba demasiado perdida. Creía que estaba fallando como esposa. Incluso me comencé a preocupar de que él se cansara de mis errores. Veía el fin de mi matrimonio. Pero poco sabía yo que apenas era el comienzo de toda esta pesadilla.