Bienvenido a la rutina

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Daban las seis de la mañana, el despertador sonaba sin parar, me levanté rápidamente para apagarlo como de costumbre, no hay mucho más que explicar del día.
La vida últimamente se basa en lo predecible de la rutina.

Cuando eres adolescente solo quieres escapar de casa, creo que es la peor decisión que he podido tomar. Llevo solo un año desde que me independicé, viviendo de un ajustado sueldo calentando palomitas, sirviéndolas en su caja de cartón y entregar, así, una y otra vez, un bucle interminable con aroma a caramelo, de niño amaba ir al cine, ahora, creo que es el lugar que más odio.

A veces siento que el único lugar donde me siento bien es en casa de Laura, mi novia, tomando un café mientras vemos alguna serie como "friends", simplemente ver la lluvia caer desde el piso número quince, sentados en su sofá café envueltos en nuestros suéteres, es todo lo que necesito.

Suena la tostadora sacando el pan recién calentado, llenando mi piso con el aroma de las migajas tostadas en su mejor punto, abro el paquete arrugado de la poca mantequilla que me queda, que, a pesar de oler un poco ácida y cada vez más próxima a su putrefacción, la esparzo encima luego de cuestionarlo dos veces y aceptar que es lo único qué hay en la nevera, el café está caliente, debo agradecer que al menos es de grano molido y que su olor a café real me motiva a tomar mi desayuno un poco más conforme, aunque, no estaría mal pasar por un Starbucks y pedir un latte macciato, una dona y caminar a mi estudio de música, no es el caso.
Solo tengo treinta minutos para salir, he estado pensando en cambiarme de departamento, vivo en un callejón que comúnmente todas las mañanas es tapada completamente por la niebla, no podría describirlo mejor que con "humedad", el frío casi siempre domina, de no ser por la pequeña y antigua estufa eléctrica que mi madre me regaló hace unos meses, habría muerto hace mucho tiempo. No hay nada muy llamativo en mi apartamento además del papel mural que, de a poco, se va descascarando dejando descubiertas las paredes de cemento, además de la gran pared de ladrillos que da al menos un toque hogareño al lugar.
La última vez que vino mi madre a visitarme trajo con ella siete plantas, a veces siento que son lo único que puedo controlar y mantener, aunque muchas de ellas ya se han secado, el departamento está llena de ellas por cada rincón, colgando del techo, en repisas, incluso sobre casi todos los muebles que tengo, los cuales tampoco son demasiados, simplemente una mesa de cuatro personas, un sofá individual, dos pisos de madera, una silla mecedora, una cómoda donde guardo la mayoría de mis cosas, un televisor antiguo, una cama de dos plazas, un velador de madera oscura y dos repisas que colgué en la pared, ademas, de las cajas apiladas en las que guardo la mayoría de mis pertenencias.

No soy una persona que se preocupe para nada del estilo del hogar, me gustaría serlo, pero no tengo el tiempo suficiente o la razón para llegar a hacerlo algún día.

Hablando de mi estilo con la ropa soy mil veces peor, tengo amigos que visten de ropa llamativa y realmente fantástica, me parece impresionante como a veces alguien te puede caer bien simplemente por las vibras que da con su vestimenta o maquillaje, creo que soy la persona más común de la ciudad, siendo un personaje de fondo en la historia de alguien más, que viste de colores sutiles y ropa poco llamativa para así, hacer resaltar al verdadero protagonista de la historia, y aunque suene muy deprimente y quizás, incluso te aburra, déjame decirte que no me importa en absoluto. Me alisto para salir apretando el cinturón de mi pantalón negro y liso que debo usar como uniforme en el trabajo, abrocho mi camisa blanca y ajusto mi corbatín rojo, a veces llego a sentirme un payaso vestido así, solo son palomitas y entradas de cine, no hace tanta falta vestirse como si presentáramos los premios Oscar.

Cuando me refiero a que no tengo un estilo de vestir no hablo del uniforme de trabajo, sino de la ropa que uso casualmente, no hay nada muy emocionante ni del otro mundo como mallas, pantalones de elefante, ni nada por el estilo, solo pantalones sueltos de mezclilla que compro en tiendas de segunda mano y qué ajusto con el mismo cinturón gastado de siempre, ya que soy bastante delgado para mi edad, y aunque a veces quiera hacer un poco de ejercicio, mi tiempo no me lo permite, así que me conformo con abrochar mi cinturón y ya, también uso camisetas rayadas, camisas o camisetas con cuello piqué, aunque suelo cubrirlas con suéteres de una talla más grande, por que aunque no tenga mucho estilo al menos me gusta poder caminar cómodo, aunque, muchos de mis suéteres se los queda Laura.

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