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El piso se le caía encima y la idea de pasar todo el verano en él le era imposible de soportar. Cómo de cambiantes son los lugares cuando la persona que lo llenaba no está o peor aun, cuando la persona que los llenaba te deja rota por culpa de que un día decidas regresar antes a casa y la pilles en la cama con otra. Y no otra cualquiera, no, sino esa compañera de trabajo que te hizo saltar alarmas y por la que ella la llamaba loca y celosa, y se lo había creído hasta el instante en la que las escuchó follar desde el pasillo. Violeta cerró los ojos con fuerza intentando borrar las imágenes de su mente, llevaba una semana durmiendo en la habitación de invitados porqué la que había sido la suya ahora solo tenía un somier sin colchón, y si lo de tirar el colchón parece drástico el estropicio que causó cuando quiso quemar las sábanas pues ya ni os cuento. El caso es que esa habitación ahora era zona de minas y nadie podía pisarla.

—¿Vas a venir o no?

Dijo la voz al teléfono que descansaba en el brazo del sofá, ella seguía en su misma posición echada y con ese chandal que necesitaba ya pasar por la lavadora con urgencia. Esa había sido su semana, trabajar y volver a casa para hacerse un ovillo en el sofá, algunos días llorar, otros rabiar y la mayoría sentirse una idiota por confiar en alguien ciegamente a pesar de las múltiples red flags que se veían venir. Pero es que la quería, realmente pensaba que la quería y por eso ignoró ciertas señales, incluso comentarios de sus amigos, porqué si es cierto eso de que el amor es ciego, pero también un poco hijo de puta a veces.

—No lo sé Denna.

—Vio... Son tres semanas y aunque no lo veas lo necesitas. Además, las peques han preguntado por ti y les prometiste venir a verlas pronto.

Su mejor amiga era muy lista, usar a sus hijas para sobornarla era un golpe bajo que sabía iba a funcionar, además tenía razón llevaba acumulando vacaciones desde vete a saber cuando y su jefa ya le había dicho que o se cogía un mes, mínimo, o la echaba y Noemí no era de las que bromea con estas cosas. Su trabajo en la redacción era lo poco que la llenaba estos días, pero tenía que reconocer que no estaba centrada al cien por cien y todos lo veían. Y aun con eso estar un mes sin pisar la redacción se le hacía raro, muy raro.

Llevaba tres años siendo redactora jefa del Periódico de Catalunya, el trabajo de sus sueños que le había llegado casi por casualidad, al principio nadie daba un duro por ella porqué además era la mujer más joven en alcanzar el puesto y bueno, en un mundo aun bastante machista, ella no era vista como la más cualificada. Pero con mucho esfuerzo, muchas horas y sobretodo ganándose le respeto de sus colegas, había logrado salir adelante. Pero claro, todo aquello también repercutía en su vida de otras formas no tan positivas, todas esa horas que invertía en el trabajo eran horas en las que no estaba en casa, algo que había propiciado más de una discusión con Julia y que ahora, aun con todo, sentía que era parte de la causa por la que le había acabado siendo infiel. Al menos así se lo echó en cara cuando las pilló en la cama, sus palabras aun rebotaban por las paredes del piso, hiriéndola una y otra vez. Tuvo que suspirar para sacar el aire que comenzaba a ahogarla otra vez, la maldita ansiedad que no la dejaba en paz ni un segundo, pensó. Quizá sí que le iría bien alejarse de todo, además no había vuelto a Granada desde hacía casi dos años cuando la boda de Denna y Alex.

—Vio, ¿me escuchas?

—Sí perdona... ¿Pero seremos solo nosotras?

—¿Eso quiere decir que vienes? —Pudo imaginar la sonrisa de su mejor amiga y eso la hizo, casi, solo casi, sonreír a ella también.

—Me lo estoy pensando un poco más en serio que antes.

—Nada de pensar, ¿tienes el ordenador por ahí?

Mis canciones para tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora