A la mañana siguiente la sorpresa de descubrirse juntos había sido tan grata como temeraria. Gastón había sido el primero en despertar, con la sensación de haber sido atropellado por un camión de 18 ruedas, todo su cuerpo le pedía clemencia. Había abierto los ojos con cuidado, como si necesitara adaptarse a la claridad y al notar aquel cabello debajo de su brazo su primera reacción había sido la de sonreir.
May se incorporó y colocó las sábanas sobre sus pechos desnudos mientras estiraba el otro brazo para tomar su gorra.
-No vale, dejame mirame primero, al menos.- le dijo cubriéndose con aquella prenda.
Gastón sonrió y la retiró con pausa para acercar su rostro al de ella.
-¿Nunca me la vas a regalar?- le preguntó antes de besar sus labios.
May negó con su cabeza mientras se alejaba divertida. Llegó al baño y al mirarse no pudo evitar reconocer una extraña sensación. ¿Acaso estaba feliz?, pensó sin querer llorar. No podía creer lo que Gastón despertaba en ella, no podía creer cómo un desconocido lograba inundar su mente de manera tan veloz, tan avasallante, tan poderosa como para hacerla olvidar de todo lo demás.
Se metió en la ducha para intentar ordenar sus pensamientos y cuando salió no pudo verlo. Llevaba su toalla anudada y su cabello mojado caía sobre su frente, la decepción había asaltado sus ojos, al avanzar hasta la sala y no encontrarlo.
Se había ido. Por supuesto que se había ido. Solo tenían sexo, no podía esperar nada más. Casi no hablaban de ellos, pasaban horas recorriéndose, pero todo era exclusivamente físico. ¿Qué estaba esperando? Él no le había prometido nada.
Estaba perdida en la encrucijada de pasar el día llorando en un sillón o salir a recorrer las calles cuando la puerta se abrió.
-No sabía si querías café o café con leche así que te traje de los dos.- le dijo él devolviéndole toda la alegría que se había escurrido de su alma al no verlo.
-Café con leche está perfecto, gracias.- le respondió ella acercándose para asistirlo con la bandeja de cartón.
-Si me recibis así, yo no quiero ninguno.- le dijo él pasando su mano por su cintura para abrir la toalla y volver a recorrer su cuerpo con esa mirada lasciva que le indicaba que, aunque no se lo pidiera, lo dejaría ser su dueño para siempre.
El desayuno, entonces, tuvo que esperar. Los pasos que separaban la entrada de la cama marcaron sus huellas con su ropa y aquel mueble de madera volvió a reclamar por sus cajones. Como si no pesara nada la había sentado sobre él y sin querer contener su excitación había reclamado su cuerpo con determinación.
Ella se había aferrado a él, cruzando sus piernas alrededor de su cintura en un movimiento que comenzaba a pertenecerles.
Aunque no hablaron sus ojos necesitaron encontrarse y casi en el momento del final, ella creyó haberse delatado: Lo quería.
Gastón vio la manera en la que lo miraba, pero no quiso confirmarlo, cerró sus ojos con fuerza y aceleró el ritmo, para pronto volver a caer sobre la cama con ella aún enlazada a su cuerpo.
Desayunaron poco después, ya con su ropa puesta y una notificación despertó a May de aquel sueño.
-¿De qué te habías olvidado?- le preguntó él reconociendo su mirada de impotencia.
-No vale que puedas leer mis pensamientos, yo no sé nada de vos. Ni siquiera puedo darme cuenta si queres salir corriendo por esa puerta y queres quedarte conmigo un rato más.- le dijo cansada de hacer presunciones de lo que creía que pensaba,
Gastón emitió una risa sin poder contenerse.
-Quiero quedarme.- le respondió con sinceridad.
Entonces ella arrugó su nariz de manera graciosa mientras apretaba sus labios con resignación.
-Lamentablemente no vas a poder.- le dijo abriendo sus ojos para confirmarle que hablaba en serio.
-Compré unos instrumentos para el hogar y quedé en ir a buscarlos hoy. Tengo que conseguir un taxi y llegar hasta Monte Grande.- le explicó mientras abría la aplicación para buscar un auto.
-¿Vos los compraste? Creí que te daban fondos para esas cosas.- le preguntó él sorprendido del compromiso que mostraba con aquel lugar.
-Las dan, pero tardan demasiado, después de ver a Kevin, sentí que la música era algo que podía ayudarles a todos. Es un lenguaje universal, una melodía conmueve tanto en Argentina como en Alaska, a lo mejor les sirve para calmar sus frustraciones, para exteriorizar sus emociones, incluso podría ofrecerles un medio de ganarse la vida. No quería perder el entusiasmo que mostraron con las clases de Kevin y por eso decidí comprarlos yo. - le dijo bajo su atenta mirada, cada vez más embelesada por ella.
-¿Por qué Monte Grande?- le preguntó él sorprendido de que hubiera elegido un lugar tan lejano.
-Era una oportunidad. - le respondió ella alzando los hombros con inocencia mientras observaba la pantalla y su gesto cambiaba a la sorpresa.
-¿Es muy caro?- le preguntó él reconociendo aquella mirada.
-Bastante más de lo que creía, pero no pasa nada, tengo ahorros.- le respondió mientras comenzaba a juntar la mesa del desayuno.
-No pidas el taxi- le dijo él poniéndose de pie para ayudarla.
-En serio, no es tanto, puedo pagarlo.- le respondió ella mientras arrojaba los vasos de plástico a la basura.
-Yo te llevo.- le dijo sorprendiendola aún más.
-¿Cómo exactamente? Mirá que son varias cosas, no creo que caminando...- dijo pero él la interrumpió.
-Vamos a buscar mi auto, mi casa no está lejos.- le explicó y ella sonrió al mismo tiempo que apretaba sus labios para no decir nada equivocado.
Otra vez esa mirada. Sus ojos, traicioneros le gritaban que cada minuto que pasaba lo amaba un poco más, pero no podía decírselo, no si eso arruinaba lo que fuera que tenían.
Gastón volvió a sentir aquel sentimiento en sus ojos verdes tan hermosos, pero una vez más no pudo reaccionar.
-¿Vamos?- le preguntó bajando su vista y cuando ella lo siguió a la salida sin siquiera rozarlo, supo que aunque no debía, lo único que quería, era que volviera a mirarlo así
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Cicatrices- La cueva del olvido (primera parte)
RomanceMay es una joven que dedica su vida a ayudar a los más necesitados. Solìa formar parte del estudio de abogados más prestigioso de la ciudad, pero las circunstancias del destino la llevaron a abandonarlo todo. Ahora pasa sus días haciéndose cargo de...