En otra realidad

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Una mañana cualquiera en la ciudad de los Santos, la temperatura era aceptable, no hacía frío, pero tampoco calor, los policías patrullaban en una ciudad particularmente tranquila ese día, o al menos por ese mismo momento.

Una patrulla llegó a la comisaria y se estacionó en el parking, de ella bajaron un par de elementos que venían de una persecución por el robo de una tienda con un detenido al que procesar, el comisario y un agente estaban procesando al delincuente, el joven agente pidió permiso para ir a hablar con el Superintendente un momento.

El comisario sonrió y le dio aquel permiso, se veía que el chaval estaba emocionado por lo que sea que tenía que hablar con su superior, así que nada le costaba dar aquel permiso, además procesar el delincuente sería rápido y fácil, solo le pondrían la condena por robo menor.

...

El joven agente subió por las escaleras a la segunda planta en donde se encontraba el despacho del superintendente, al llegar se acercó a la puerta cuya placa tenía grabado el cargo de superintendente y el nombre de este, respiro hondo y tomo valor para tocar, después de unos suaves golpes sin respuesta, decidió entrar, quizás no era nada malo, pero debía asegurarse de que todo estaba bien.

Quizás sería castigado por ello, pero valdría la pena arriesgarse.

Entro sin alarmarse y aparentemente no hizo tanto ruido como esperaba, pues el hombre de la oficina no se movió ni un poco del lugar en el que estaba.

Aquel hombre miraba una fotografía colgada en su pared, tenía los brazos cruzados, solo la miraba, no decía absolutamente nada.

El joven miró un momento al hombre con detenimiento esperando descifrar un poco del sentir de aquel hombre, después de unos segundos o quizás minutos decidió hablar en tono bajo y amigable —Su antecesor fue un magnífico superintendente— dijo el joven con una sonrisa, no lo había conocido mucho, realmente él entro cuando ya no estaba en el cuerpo de policía, pero por las palabras de sus compañeros más experimentados sabía que a pesar de ser algo rudo fue muy bueno.

El hombre se dio la vuelta y lo miro con una ligera sonrisa, llevaba puestos unos lentes oscuros que ocultaban cualquier tipo de emoción que pudiera reflejar su mirada. — El mejor de todos, un gran hombre, duro como una roca, pero más leal que nadie, siempre cuidando de sus agentes como si fueran sus propios hijos— dijo con calma evidente.

El joven, entonces miró como el rubio, se sentó frente a su escritorio y le hizo una seña para que se sentase.

—¿Qué necesitas capullo? — preguntó con calma mientras examinaba uno de los informes que estaban sobre su escritorio.

El joven agente tomo asiento rápidamente y sin dudarlo más hablo —Superintendente Gustabo, me gustaría saber si un día de estos me daría la oportunidad de patrullar con usted— dijo con cierto nerviosismo mezclado con entusiasmo y miedo a ser rechazado por su superior.

Gustabo sonrió con calma, en su mente de nuevo se repitieron aquellas palabras que su padre le recito en algún momento "Este será tu futuro Gustabin" y tenía razón, por mérito propio fue escalando y llegó tan alto como su padre.

Quien diría que ahora era él a quien los alumnos aclamaban conocer y querían el honor de patrullar a su lado, ciertamente su padre fue duro con todas las generaciones que pasaron por su comisaria, pero eso no quitaba que todos ellos quisieran aquel honor que tuvo Gustabin en los últimos años de patrullar a lado de Jack Conway, aunque para él fue más triste, pues aquel hombre lo estaba preparando para cuando llegara a ese puesto, lo que significaba que se preparaba para marcharse, algo que solo ellos entendían, solo ellos sabían cómo se marchaban del cuerpo policial...

En otra realidad (Gustabo García)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora