Província

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Joey llegó al atardecer a la provincia de Brescia, era un pueblo pequeño que se rodeaba de árboles y naturaleza, y entre todo algunas pocas casas y recintos.

Joey nunca había ido a la provincia, por lo que se sentía sumamente perdida, y más siendo tan solo una pequeña niña de  tan solo 8 años. Para ella era un lugar tan grande, aunque para los adultos tan solo fuera un pueblo simple y campesino.

Joey se dedicó a caminar mucho tiempo hasta que casi anochecía, sentía su estómago rugir, tenía tanta hambre por lo que entró al primer local de comida que encontró, ahí vendían algún tipo de bebida caliente con pan recién hecho, a Joey se le hizo agua la boca mirando eso, pero no sabía si era bueno gastar tan fácilmente ya que ahora no tenía a nadie que le pudiera ayudar.

La mujer que atendía en la pequeña fonda se giró y vió la cara desesperada de Joey, sintió un poco de pena por la niña y se acercó a preguntar si venía con sus papás o estaba perdida. Joey se asustó un poco al ver a la señora, pero rápidamente entendió que se trataba de la dueña del local. Esta le preguntó si venía con sus padres o estaba pérdida, a lo que la pequeña negó.

—Vengo yo sola, no tengo papás, señora. Quise venir a buscar mi hogar en la provincia, pero me dió tanta hambre mientras caminaba que tuve que venir aquí. Lo cierto es que no tengo mucho dinero, no creo que pueda pagar esa bebida humeante y ese rico pan.— Finalizó la niña, con una mueca resignada pero amable.

La cara de la mujer se tornó sorprendida y luego entristecida. No podía entender como una niña tan pequeña estaba sola en un pueblo extraño, a altas horas de la noche y que ni siquiera tenía dinero para comprarse una pieza de pan. Su corazón se encogió al imaginar lo que tuvo que pasar para poder sobrevivir sin nadie que la cuide.

—Pequeña, ¿cómo te llamas?— Preguntó Janet, la empleada de la fonda.

—Me llamo Joey, Joey Ashbourne. ¿Y usted quién es?— Preguntó la pequeña, de manera curiosa e inocente.

—Yo me llamo Janet Wellington, y trabajo aquí en la fonda de doña Lucy. Aquí vendemos comida y rentamos habitaciones a visitantes del pueblo.— Explicó Janet a la niña, para que entendiera mejor donde se encontraban.

Joey pensó cuidadosamente, podría permitirse gastar en una habitación del lugar, o sería mejor dormir en algun establo o sobre algún árbol como antes ya lo había hecho. Janet la miraba pensativa, esperaba una respuesta de la niña que parecía pensar casi tanto como un adulto.

—Señorita Janet, la verdad no puedo pagar una habitación, pero un pan me parece que todavía puedo pagarlo. Me gustaría uno de esos que huelen tan rico. — Dijo la niña alzando su dedo para apuntar a unos beagles recién horneados que estaban humeantes.

Janet no dudo un segundo y tomó tres beagles y los puso en una bolsa de cartón, así como también en una botella que parecía haber tenido agua, puso la bebida humeante que mencionaba la niña, que en realidad era té de manzanilla calientito. Se acercó a la pequeña y se lo entregó, la pequeña se puso colorada de la impresión, parecía que la mujer no había entendido bien su orden, ella no podía gastar tanto dinero aunque fuera una sola vez.

—Señorita Janet, la verdad no puedo pagar todo eso, me podría dar solo un pan de estos.— Dijo la niña, alzando la bolsa hacia la mujer que trabajaba ahí.

Janet se rió un poco y negó, se puso de rodillas para estar a la altura de la niña y le dió una sonrisa cálida.

—Pequeña, esos son un regalo. Ya que yo soy la dueña del lugar, me puedo dar el lujo de invitarte, así que no te preocupes y come que se enfría. — Dijo Janet, de manera amable y comprensiva.

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⏰ Última actualización: Mar 17 ⏰

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𝑈𝑛 ℎ𝑜𝑔𝑎𝑟 𝑝𝑎𝑟𝑎 𝐽𝑜𝑒𝑦 🏠Donde viven las historias. Descúbrelo ahora