Uno

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—Me engañó, ¿vos lo podés creer?— No hay atisbo de tristeza o dolor en su voz, está enojado porque se siente humillado.

Mientras Blas camina de aquí a allá, Esteban está apoyado contra la pared, tomándose un mate.

—Vos también la engañaste, Blas. Lo peor es que ni se enteró.

El chico lo mira como si hubiera dicho una boludez. Blas pregunta cuándo, y en cuanto la interrogación brota de sus labios, se arrepiente, porque lo recuerda perfectamente.

—Cuando te acostaste conmigo, boludo—Esteban contesta, algo irritado. No estaba de acuerdo con eso de ser el otro, así que agradece que hayan terminado y no tener que verle la cara a Brisa nunca más.

Blas tuvo que haberse sentido culpable, arrepentido o al menos avergonzado. En lugar de eso, sólo se ríe. Es tonto.

—¿Tenés gancia? Necesito algo con limón.

Esteban igual es tonto. Tuvo que haberle dicho que no y sacarlo de su casa. Es más, tuvo que haber hecho eso en la vez cero. Y ahora, Blas está sentado sobre su regazo, hablándole muy cerca del rostro.

—Me chupo un huevo igual—Cuenta Blas. La verdad es que no le prestó atención al resto de la historia. La manos del chico se funden en su pelo rubio, tirando con ternura de sus pelos a ratos—. Ya no quería estar con ella. Aparte de que era súper aburrido, siempre me exigía tantas cosas.

Esteban sabe a lo que se refiere, lo sabe muy bien. La (reciente) ex de su amigo era una chica insegura y muy preocupada, siempre pendiente de qué hacía y con quién estaba Blas. Tal vez por eso le caía tan bien Esteban, lo veía como un hombre maduro y un buen amigo que no dejaría que sus amigos sean infieles.

Kuku piensa que es gracioso, es más algo irónico. Brisa bromeaba con él, le decía que cuidara bien a su novio y que no dejara que se acercara a minas. Esteban se reía por compromiso.

¿Cómo ella sospecharía que Blas le pondría el cuerno con él?

Esteban se sintió mal por ella en su momento, pero como Blas no le dio importancia, pronto dejó de preocuparse.

—¿Y sabés lo peor?—Blas habla con gracia y resentimiento, enterrando los dedos en su cabello— El sexo era una mierda. Era como, tener sexo con una monja, no sé. No le gustaba nada, le tocaba el culo y se enojaba.

Kuku se ríe aunque sea cruel. Refuerza el agarre sobre su cintura, manteniéndolo pegado hacia abajo. Una de sus manos lo afirma y la otra se mete bajo su remera, acariciando su abdomen.

Al chico parece no importarle.

—No a todos les gusta que le metan dedos en el culo—Contesta Esteban, sereno como siempre, incluso si dice ordinarieces.

Blas sonríe, cómplice. Tira de un mechón rubio para que Esteban le mire hacia arriba.

—Sabés que vos sos tan bueno, Kuku—Acerca su rostro al suyo, habla sobre sus labios. Su voz grave lo enloquece—. Hace mucho tiempo que no follaba tan rico con alguien.

Su forma de agradecer el halago es estamparle un beso en la boca. Tarda unos segundos en acostumbrarse a sus labios delgados y agrietados.

Blas domina el beso, le marca un ritmo lento y profundo mientras sus manos bajan hacia sus hombros, buscando la forma de aferrarse.

Sus lenguas danzan juntas, se enredan y se tironean a la boca de la otra.

El chico se frota contra la semi-erección del hombre, haciéndolo gemir suave contra su boca.

Esteban comienza a levantar la polera de Blas  y este se separa para quítarsela por sobre la cabeza. La tira a la mierda y lo vuelve a besar.

Se besan como si estuvieran acostumbrados a hacerlo de toda la vida.

3 veces (ʙʟᴀs x ᴇsᴛᴇʙᴀɴ) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora