A Roma

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Las piernas suplicantes. La voluntad, difusa.

Temblaba por el viento que penetraba carne y hueso mientras cubría su arrugado rostro del sol que, una vez, fue testigo de amores perdidos en el tiempo.

"Andar por los viejos caminos no es la voluntad del señor", aseveró en el eco que aún quedaba de sus pensamientos. No obstante, siguió caminando aquel sendero ataviado de recuerdos pasados que descansaban en la eternidad, al igual que haría él dentro de poco.

Nadie del pueblo se sorprendió realmente cuando la silueta pintada en el horizonte desapareció por completo. El hombre que algún día platicó ferviente sobre árboles de durazno y pinceladas blancas en el manto celeste había de regresar al único hogar que conoció.

Por fin, frente a la morada y seguro de escuchar la voz inconfundible de su madre, entró. El aroma a durazno llenaba el comedor. Supo entonces que la única preocupación del día era contarles a los otros niños que soñó ser un anciano.

Abismo y luzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora