Sus miradas se cruzaban de manera genuina, ambos sonreían y se preguntaban si aquello era real. Entrelazaban sus dedos como si el mundo pendiese de ese pequeño, pero especial acto.
El simple hecho de sentir sus dedos bastaba para reconfortarse, y sentirse a salvo entre tanta maldad. Las horas transcurrían, más sus miradas y caricias pasionales no menguaban. Nada de aquel momento podría ser menos mágico… No era el lugar, no era lo que hacían, ni de qué manera lo hacían. Era la dicha de observar las gotas resbalar por su rostro, era marcar su figura con sus dedos, y dejar trazos con una dulce precisión. Era apreciar el segundo en que sus labios se iban torciendo hasta formar una tierna sonrisa. No era un día especial, lo volvieron especial. En ese momento, en ese preciso momento no existían ataduras, temores, o cargas de un pasado doloroso. No habían tormentas en sus mentes, ni amargura en su corazón. Solo una palabra podría describir lo que sentían… Paz.
Una infinita paz los regocijaba. Se sentían privilegiados de poder vivir ese pequeño acto de intimidad. Esos sencillos momentos que marcarían sus corazones, y sus mentes.El tic-tac del reloj había quedado suspendido, no existía tiempo ni espacio, solo había lugar en su mundo para ese instante. Solo había tiempo para besar sus labios, y acariciar su cuerpo. Tampoco había tiempo para pensar si algo estaba mal, o si habían errores en sus caricias. Estaban ellos, el uno para el otro. Complementándose, formando parte de una infinita galaxia, una galaxia que les pertenecía.
Ellos brillaban como dos hermosas estrellas que con dulzura habían sido colocadas en una esquina del azulado cielo. No fueron colocadas por casualidad, o por inercia. Fueron colocadas para brillar juntas, para hacer de un tenebroso cielo, una cascada de pureza y perfección.
No tenían joyas, no tenían lujos, pero se tenían. Se pertenecían.Ninguna mayor riqueza podría compararse con los segundos de placer y felicidad que sintieron al tocarse, al besarse, al acariciarse… Al mirarse.
Nada acabaría con aquello, ni la mayor tempestad, ni la más grande adversidad.
Podrían luchar incluso contra la fuerza de un agujero negro, porque mientras se tomaban de la mano, eran invencibles. Eran fuertes, eran mágicos.
Representaban luz, una luz que no iba a ser opacada por ninguna mente macabra, o algún momento desdichado.
Tenían la felicidad de estar juntos, de acariciarse las mejillas, y sonreír, de sonreír porque saben que la belleza la han encontrado, no solo en un cuerpo, o un rostro. La encontraron en un alma, en un corazón, en una mente. En ella… En él.
La belleza estaba allí, en cada frase pronunciada, en cada risa, en cada momento destacaba la felicidad. Reían como niños, se querían como adultos. Se cuidaban como familia.
Eran ellos, contra todo.Contra el mundo, contra el odio, contra el rencor. Pero sobre todo, contra los pensamientos negativos de ellos mismo.
¿Quién lo arruinaría? Acaso… ¿Alguien sería tan estúpido como para enfrentarse a algo que el mismísimo cielo formó?
¿Alguien tendría el valor de derrumbar algo que incluso el mismo infierno miró, y bajó su cabeza, intimidado por el poder que ellos transmitían, rindiendo pleitesía a un sentimiento tan profundo?
¿Acaso alguien…?
¿Y sí lo hacían qué?
Ellos estarían sonriendo, sujetándose las manos, y acariciando sus nudillos, sonriendo porque enfrentarían otra batalla juntos. Otra, en la que claramente saldrían victoriosos.
Porque siempre lo lograban, aunque la lucha se volviese ardua y oscura, ellos sacaban luz de lo más profundo de su alma, y despedían a la oscuridad. Porque ellos, se volvieron guerreros sin temor alguno.
Ellos, sin temor a decirlo, eran la perfecta definición de lo que sucedía cuando el cielo y el infierno se enfrentaban. Un detonante se pulsaba y se creaba la mayor detonación existente. Eso sucedió con ellos.
Una explosión que no tenía explicación alguna, un detonante que ningún científico podría explicar.
Y como resultado, una luz de diversos tonos los abrigaba, contaban con una fuerza suprema. Sobrevivientes de aquella explosión, ¿acaso existe alguien que crea que un sobreviviente de ese hecho, se atemorizaría?
No. No existían temores, ni rendición. Existía pureza, fuerza, y ganas de adueñarse del mundo.
Eso eran ellos.
Dos pares perfectos en un mundo despiadado.
Dos piezas que podían encajar de forma tan perfecta… pero incluso, ese nivel de dicha tiene su final. Incluso un sentimiento tan sublime se puede ver opacado por el nivel de impureza que nos rodea.Y eso les pasó a ellos… el mundo los manchó, y ese momento que querían que durase para siempre fue tan solo efímero…
Porque la felicidad no dura más que un instante.
Pero el dolor desgarrador de sentir como escapa de tus manos, puede durar una eternidad….