Desde cero

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Lisa Manoban, o mejor conociada como Lalisa, más que una Idol tailandesa era la chica prodigio de toda Asia. Ella lograba destacar en todo, no había nada que se propusiera a hacer y que no lo lograra con éxito. Muchos la admiraban, otros la envidiaban.
Había comenzado a resaltar cuando sus padres descubrieron su talento en la pintura a los siete años de edad. Y, aunque eran una familia de pocos recursos, Lisa había logrado conseguir una beca en el mejor Instituto de arte de Corea del Sur.

Los pasos de su compañera de cuarto iban y venían de un punto a otro, Lisa sabía que sólo se estaba asegurando de no olvidar nada. "Celular, listo. Libreta y pluma, listo. Roomie..."
La rubia detuvo sus pasos llevando la mirada hasta el balcón donde se hallaba Lisa, aún frente a su lienzo y no en la puerta de salida.
-Lalisa, es nuestro primer día y no podemos llegar tarde. -la rubia abrió el closet de su compañera para ayudarle a elejir ropa pero frunció el ceño al ver que todas las prendas estaban manchadas de pintura. -¿Acaso no tienes ropa limpia?

-Esa es mi ropa limpia. -advirtió la castaña terminando su obra con una enorme sonrisa. -Además, no necesito cambiarme.

Rosé no lo podía creer. Cómo era posible que entre tantas estudiantes justo hubiera caído con una amante de la pintura que se limitaba a llevar pantalones rasgados y llenos de pintura desde la mañana hasta la noche. -Debes estar bromeando.

Lisa rió fuertemente y tomó la mano de su compañera, no sin antes agarrar su mochila, y se dirigió hacia a fuera de la habitación que compartian.
-Rosita, este es el gancho para las chicas. -señaló su cuerpo haciendo referencia a su ropa; pero la rubia lo dudó porque realmente Lisa era hermosa y no impotaba la ropa que usara. Lisa podía atraer las miradas de todos a su alrededor, especialmente la de ella.

Minutos después habían llegado al salón de usos múltiples donde todos los nuevos estudiantes debían presentarse antes de las clases. Lisa se alegró al ver que no sería la única en cursar arte y pintura como materia especializada para la Universidad; Rosé no sabía como pero entre ellos se identificaban. Por su parte, también conoció a los chicos que estarían con ella en canto y baile.

-Y ella es Lisa, mi roomie. -la presentó a todos notando las miradas hacia la castaña. -No la subestimen por su ropa, porque no sólo es pintora... También canta y baila, toca la batería y el piano, es buena en ciencias y juega tenis.

-También podría ser modelo. -confesó uno de los chicos acercandose a la castaña de manera coqueta.

-Y me gustan las chicas. -terminó diciendo Lisa para alejarse del chico. -Especialmente mi musa.

-¿Musa? -Tzuyu, la nueva amiga de Lisa preguntó curiosa si ya tenía una.

-No, aún no. Pero seguro que la conoceré pronto. Y Lisa no estaba equivocada.

En cuestiones de semanas la castaña destacó entre sus compañeros; sus profesores admiraban el don que tenía para pintar, aunque ella seguía dudando de sí misma y sus capacidades. Poco a poco fue ganando popularidad y no había nadie que no supiera de ella; con excepción de Kim Jennie.
Jennie, a diferencia del resto, estaba en el Instituto para complacer a su abuelo, quien no sólo era el director sino también el dueño. Realmente la chica estudiba más de la cuenta, mientras asistía al Instituto de arte por clases de modelaje también mantenía clases privadas de administración y negocios. La joven pelinegra llevaba cadenas en sus tobillos representadas por la presión de sus padres incapaces de tener otro hijo a quien heredar las empresas Kim, y el sueño de un abuelo por ver a su única nieta brillando en el mundo entero.

Ese día habían regresado de una pequeña gira de modelaje por la ciudad, tanto ella como sus otros tres compañeros recibieron esa invitación extracurricular.
-Al fin de regreso... Por favor, sólo es nuestro segundo año y ya nos quieren esclavizar.
Jennie le dedicó una mirada a su amiga sabiendo que de nada se quejaba porque le gustaba lo que hacia, por eso lo hacía. -Esta bien, debo admitir que ya quiero volver a la pasarela.

-Triste por ti... En la única pasarela que vas a subir es en la del salón de usos multiples. -sonrió la pelinegra señalando hacia el Instituto, su abuelo venía a recibirlos.

Lisa había salido de su última clase y decidió ir a la cafetería por galletas antes de ir a su dormitorio. No pudo evitar notar como todos a su alrededor hablaban emocionados, especialmente los chicos nuevos. Seguro nada importante, pensó ella y continuó su camino hasta que sintió un líquido muy caliente caer en su camisa; cualquiera en su lugar hubiera gritado por la quemadura pero ella sólo gruñó y se quitó la camiseta en cuestiones de segundos.

Todos, adsolutamente todos, quedaron anonadados ante aquella vista. La castaña había quedado sólo con su sujetador negro y el pecho rojo.
-Creo que podrías tener más cuidado la proxima vez, esa mierda está muy caliente. Espero no deje marcas. -Lisa estaba molesta y su voz la delataba.

-¿Disculpa? Fuiste tu quién no tuvo cuidado. -Lisa levantó la mirada y observó a la persona con quien había tropezado. Fue ahí que dejó de sentir cuán caliente estaba su piel. Todo perdió valor cuando vió aquellos ojos marrones. -La proxima vez, miras hacia adelante y evitas esta clase de accidentes.

-Tal vez fue tu mirada que me distrajo... Estoy perdida en ella.

Jennie sintió como el color subía a sus mejillas y también se dio cuenta de como todos las observaban.

-Te equivocas conmigo. Fue lo último que dijo para tratar de dejar claro que a ella no le atraían las mujeres. Acto seguido, pasó de largo a la castaña perdiendose entre los pasillos.
Sin embergo, Lisa no se daría por vencida cuando ni siquiera había comenzado a intentarlo.

-Escuché que los chicos de modelaje de segundo año volvieron. -anunció Rosé al entrar a su dormitorio, observando a Lisa una vez más en el balcón. -Supuestamente son los chicos más bellos del Instituto y han recibido muchas cosas de parte de las agencias de modelaje ¿puedes creerlo?


Lisa no sabía si Rosé tenía razón sobre aquellos chicos pero dudaba que existiera alguien más con los ojos marrones más hermosos que pudiera ver. Esos mismos ojos que ahora estaban plazmados por ella en su lienzo. Definitivamente había encontrado a su musa. Suspiró la castaña con una tonta sonrisa.
"¿Pero cuál será su nombre?" Como de eso no tenía idea decidió llamarle "nini" porque sonaba a un pequeño y precioso gatito.

"¿Pero cuál será su nombre?" Como de eso no tenía idea decidió llamarle "nini" porque sonaba a un pequeño y precioso gatito

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