Capítulo X

39 5 4
                                        

Emma Sachs

Un día nuevo. Un día con sol. Mucho mejor.

O no.

Un día con sol significa salir al campo a trabajar.

Y para ponerlo mejor, con la misma persona de siempre.

Jack Borisov.

Y si, en el camino, él estuvo dando vueltas a mí alrededor. Escuchaba como las hojas crujían al ser aplastadas, como lanzaba cosas a los árboles.

¿No se suponía que era serio?
¿Que paso con el que conocí al llegar?

Un punto bueno: En esta misión si nos habían dado objetivo. No como en la pasada que nos mandaron a sobrevivir.

Ahora tenemos que recolectar distintos materiales. Eso significaba tener un poco de esperanza. Si lo hacíamos rápido, acabaríamos antes y nos iríamos.

Fácil.

Si el chico dejaba de var vueltas a lo loco. Volteé a verlo cuando escuché varias hojas crujir. Estaba sentado en el piso, viendo sus manos con el ceño fruncido.

Levanto la vista al mismo tiempo en que empezé a reír.

El karma.

Un gato.

-Calla ya -alegó poniéndose de pie.

Mis risas no paraban, no necesitaba ver su caída, solo saber que había caído.

Paso por mí lado sin siquiera mirarme. Indignado siguió con el camino.

Cuando pare de reír no había señal de él.

Busque hacia los lados, sin pisadas, sin ruidos extraños. Sin él.

Y también había perdido el camino, me guiaba por el mapa, tampoco estaba.

Maldito imbécil

Mila Borisov

Estaba tumbada en el colchón de agua de la habitación de Luke.

El revisaba el celular que le habían dado. Al parecer tenía sus redes sociales abiertas. Escuchaba el sonido que hacía la mayoría de celulares al tomar un foto, de reojo, veía las poses raras que hacía.

Falco no estaba, ayer solo lo había visto por la noche. No lo había visto en unos meses y su actitud siempre había sido así, pero seguía sin entender quien lo llamó.

La situación era confusa. A Luke le aviso su padre, a mí y a mi hermano es Salmón coronado, ¿Y a Falco? Nadie de su familia era muy cercano a los altos rangos y él no era de muchos amigos, menos con los ricachondos que lo usaban como espía.

El no tenía un informante interno, no tenía nada, en pocas palabras.

Su presencia había distraído mis pensamientos. Había aparecido.

Entró a la habitación sin siquiera tocar. Solo entro y se pego al marco de la puerta.

Falco, el niño que había ayudado cuando lo encontré herido, un niño que creía que podía enfrentarse a los mayores. Siempre había tenido un aire misterioso y, de cierta manera, obediente.

Seguía mis órdenes, porque si, le pagábamos, aunque ni siquiera estuviésemos cerca, solo tenía un pago mensual, bastante alto, por aparecer en mi vida.

Siendo todos unos niños, habíamos empezado a entrenarlo y a pagarle por hacer de guardia. Había cumplido su trabajo por varios años, hasta que todos nos separamos.

Los trece *EN CORRECCIÓN*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora