No lloró. No se hizo un ovillo en el suelo y sollozó. No entró en negación respecto la evidente muerte de su papá. Se puso de pie. Miró a un lugar al vacío y los pocos árboles alrededor se evaporaron por el desconsuelo que emanaba de la joven de quince años.
Luxor no hizo nada, se mantuvo al margen de ella y solo la sujetó cuando cayó al superficie inconsciente.
Luxor miró al piso y no se movió. Esa tarde, se quedó a su lado en silencio. Ni siquiera hizo un esfuerzo por ayudarla a despertar como la vez anterior, ésta vez, como una muestra de compasión, respetó su decisión de dejar de sentir.
Ella necesitaba dejar de sufrir antes de enfrentar lo que se le venía encima y Luxor le permitió ese descanso como agradecimiento al cariño que ella le tenía y que él no podía corresponder.
Él era un androide, no podía sentir, los humanos podían basar sus actos acorde a sus sentimientos, pero él solamente actuaba de acuerdo a un software que le dictaba un comportamiento específico. Sintió lo más cercano a molestia y cargó a la chica entre sus brazos.
Caminó despacio al horizonte, el amanecer despertaba tras una noche larga y triste, las luces tenues dejaban un ambiente cálido y tranquilo como anestesia ante el dolor de la joven.
En dirección directa a un nuevo amanecer, apresuró el paso con Giselle entre sus brazos. Dejando atrás los recuerdos del día anterior para enfrentarse a uno nuevo y muy diferente.
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Giselle despertó debido a un intenso dolor en el estómago. Su primera acción fue vomitar abundante cantidad de líquido negro. Indiferente, escupió los residuos sin animo, poco le importo la viscosidad y color de su vomito. Tenía su corazón apagado por la muerte de su papá y no le importaba nada más.
Su vista quedó perdida en el suelo, cuando analizó lo que estaba viendo enfocó la mirada. El vómito lucía todavía más negro por el hecho de estar en una superficie blanca.
Desconcertada, se puso de pie. Al darse cuenta de lo que estaba pasando no sintió nada. Absolutamente nada. Se encontraba en un gran cuarto blanco con tonos azulados. En el techo había un enorme diagrama azul, Giselle no le encontró forma pero parecía una especie de símbolo.
Regresó la atención a sí misma, vestía un traje completo color azul que enterraba en todo su cuerpo agujas dolorosas. Su torso y extremadas estaban cubiertas por esa extrañamente dolorosa vestimenta, todo a excepción de sus ojos.
No comprendió el porqué, pero seguía sin sentir miedo. No tenía la menor de idea de donde estaba o como había llegado ahí, sin embargo se puso de pie y se dispuso a averiguarlo.
El cuarto no tenía puerta, seguía por un pasadizo largo y blanco. Caminó con paso determinado por ése insignificante camino. Cuando llegó a una puerta, identificó ese símbolo, ése maldito símbolo que le congeló la razón.
En ese momento comprendió todo.
Se encontraba en las instalaciones del grupo delictivo denominado los Ziros.
Un segundo después todo había cambiado, al cruzar la puerta. Una serie de muros metálicos la acompañaron en su ruta paralela. Caminó en línea recta directo a su objetivo. Todo estaba claro para ella.
Se encontró con una enorme compuerta de Adamantio, echa y gastada para exclusiva seguridad. Giselle no vaciló ni redujo su paso, su mirada llegaba más allá de aquélla puerta y podía visualizar con perfección su objetivo sentado con una sonrisa hipócrita.
Ya no dio muestras corporales de su rabia, permaneció serena y determinada. A pocos metros de su impacto con la compuerta, necesitó de poco esfuerzo mental para que esta se disolviera en millones de partículas subatómicas. Un segundo después estas cayeron al suelo dejando a su objetivo impresionado pero no desprevenido.
Giselle no detuvo su paso, siguió con pasos firmes hasta estar a unos metros de dicho objetivo.
―Debo admitir que tu padre era un gran científico, mira que brillantes capacidades fue capaz de otorgarte ―exclamó aquél hombre y acto seguido, dio dos aplausos, hipócrita―. Maravilloso.
Detuvo sus palabras al sentir una gran presión en su garganta, la mano de la chica lo sujetaba por el cuello contra la pared.
Tan rápido como sus hombres se dieron cuenta; apuntaron a Giselle con sus respectivas armas. Ella recibió una sobredosis de electricidad paralizante y se vio obligada a soltarlo.
―Gracias ―dijo con despreció el hombre, caminó a su escritorio de nuevo―. Agárrenla ―ordenó a sus hombres.
La chica fue sometida por la fuerza bruta e inmovilizada con grilletes electrónicos en brazos y piernas. Por desgracia, no sabía cómo hacer uso correcto de sus poderes. Lo que había logrado en un pasado había sido gracias a impulsos emocionales.
―Eres muy importante para mí, ¿sabías? ―comentó el jefe del grupo terrorista de los Ziros, con la mano en su cuello― gracias a tu aporte, seremos invencibles.
―Mataste a mi padre ―bramó Giselle con la voz ardiendo en su garganta.
El hombre sonrió con maldad y se acercó victorioso ante la chica.
―Así es ―aseguró viéndola a los ojos―, el idiota se negó a comparar. Pero pierde cuidado, nos dejó suficiente de su trabajo. Tú. Con el rudimento claro.
―¡Para que quieren eso! ¡No pueden matar a una persona por eso! ―Su voz sonaba distorsionada por el dolor.
―¿Sabes lo que podemos hacer si logramos que personas como tú, destruyan a otros con el pensamiento?
Giselle tragó saliva y bajó la cabeza consiente de que a pesar de sus buenas intenciones, su papá había hecho muy mal en romper el código de ética de la ciencia.
De repente, la chica volvió a retorcerse de nuevo entre un mar de llanto por el dolor en el estómago. El hombre sonrió.
―¿Qué tal con el embarazo? ―preguntó sonriente. Giselle lo miró con horror incapaz de decir algo―. Dentro llevas una vida y si nuestro experimento sale como esperamos, heredará el mismo rudimento que tú.
Los ojos de Giselle se llenaron de lágrimas por el miedo y negó con la cabeza lentamente.
―Ése día en la terraza, te inyectamos el feto ―dijo matando la última esperanza de Giselle y luego prosiguió―, serás nuestra pequeña fábrica de nuevos rudimentos. Te necesitamos viva.
―Luxor me sacó antes de que me pudieran hacer daño, mientes ―susurró Giselle recordando dicho día en la terraza y las palabras del androide.
El jefe del grupo delictivo soltó una carcajada limpia y humillante. Presionó un botón de su escritorio y Giselle miró incrédula como un androide muy familiar se colocaba cabizbajo al lado del hombre.
―Giselle, ¿cómo crees que nos enterábamos dónde estabas? ―se burló―. No, no, espera, mejor, ¿cómo crees que llegaste aquí? Tu querido amigo Luxor, él es la respuesta.
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Te protegeré
Science FictionSinopsis: Una mañana, Giselle despierta con su vida hecha un caos. Su padre, el científico más importante de la Corporación Sovifen, ha desaparecido junto con todas sus pertenencias. La única pista que la joven tiene sobre él, es un androide aparen...