El calor mañanero abrazaba la cafetería donde trabajaba el joven mesero. Los cantos matutinos de los gorriones, la suave brisa otoñal meciendo suavemente las anaranjadas hojas restantes en los árboles... Todo se veía maravilloso, ¿no? Digamos que... No todo era de color rosa.—¿Oíste que encontraron el cuerpo de una joven?
—Al parecer el cadáver data de 1745, sorprendentemente.
—En ese caso, ¿cómo lo encontraron?
—Decían que estaba sumergida en agua, la cuál se podría clasificar como agua quieta a este punto.
—No me lo puedo creer.
El tema inundaba la calle, ignorando totalmente la presencia de una joven de largo cabello lacio que caminaba en los alrededores, con un vaso de latte en sus manos, y vestimenta abrigadora. Aunque, nadie veía su rostro.
—Discúlpeme, ¿podría darme permiso?— preguntó ella, como si fuera cosa de todos los días. No se le veía sorprendida en absoluto ante la falta de comprensión de algunas personas. La anciana sólo la miró mal, pero le cedió el paso.
Fiorella. Dios, ella era la mismísima Fiorella Di Amore. Aquella joven de la realeza que recibió un disparo durante su ducha hace siglos atrás. Sabía que el suceso era innecesario para los libros de historia, sabía que su familia no pertenecía a las que dejaron grandes marcas en siglos de gloria. Pero, aún así, se paseaba por las calles como buena ciudadana... Cómo buena mentirosa que es.
Su punto de reunión siempre era aquella cafetería que no era tan frecuentada por la gente, "Poesia autunnale". Ella, y un par de amigos más. Como siempre, ella llegó primero, viendo con la misma admiración al mesero. Se negaba rotundamente a decir sus sentimientos por él, aunque sus amigos la impulsen y motivan.
—Tanto tiempo que no la veía por estos lados, Srta Di Amore.— saludó el mesero, su voz con un suave tono amable. La jovencita le dió una tímida sonrisa.
—Buen día, Augusto.— le respondió educadamente, con un deje de timidez en su voz. Augusto sólo dejó salir una risilla suave. Por alguna razón, lo ingenua que la joven puede llegar a ser le divierte.
—¿Lo mismo de siempre, señorita?— preguntó, ofreciendo la bandeja de plata vacía en sus manos como un ademán servicial. Fiorella sólo rió.
—Sí, por favor.
Al recibir confirmación, el joven se retiró con el pedido. Era fácil memorizar los constantes pedidos de clientes específicos, por lo menos él tenía esa capacidad. Aunque, bueno, detestaba saber que en algún punto de su vida no vería a los clientes actuales. Pero le generaba calma saber que desaparecerían por alguna obra divina.
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Su calma costaba oro. La calma del agua, del aire... Y un cadáver. Otro más. A este punto ya no había sorpresa alguna por las constantes muertes, apariciones, sucesos anómalos. A este punto, Italia completa estaba acostumbrada.
Nunca se sabría quién será el siguiente, quién ya había caído en manos de la Santa Muerte, o quién ya estaba fuera de los planes de descansar en paz; "espero y se recuerden estas palabras", pensó el joven mesero, quién durante la preparación de distintos pedidos seguía en un monólogo interno.
—Disculpe,—llamó una voz, ronca, serena, pero con un deje de seriedad que hacía total contraste. Era un hombre alto, rubio de cabello largo, atado en una coleta baja, dándole una imagen profesional... Sus facciones gritaban que era de un país totalmente ajeno a Italia, incluso ajeno al mismo continente.—Usted atiende aquí, ¿no?
—Oh, sí. ¿Cuál sería su pedido, caballero?—preguntó amablemente el joven castaño, mirándolo amablemente. El desconocido simplemente apuntó calmadamente al menú. Mocca y una tarta de chocolate amargo. Buena combinación.
—Sólo si es posible.—remarcó el ruso, sus ojos almendrados dándole una corta mirada al mesero, quién sólo soltó una pequeña risa ante la exagerada educación. Apreciaba detalles así, aunque, realmente le daba igual.
En un par de minutos, el hombre ya tenía su pedido, quedándose ahí en su mesa, leyendo un libro mientras degustaba la bebida caliente. ¿Quién en su sano juicio viene a tomar algo que no sea alcohol a las 12am? Aquel desconocido. Y Fiorella, quien se había quedado en el restaurante a pedido de Augusto, quién frecuentemente hablaba con ella. La calma del aire desaparecía como polvo ante la mínima brisa. El simple hecho de tener a alguien desconocido entorpecía la normalidad de la rutina. El rubio no pasó eso por alto.
—Me retiraré pronto, téngame paciencia.—habló, mientras cerró el libro. No se le veía demasiado agradecido con el ambiente tenso.
—Claro, claro. Tendré paciencia, no se preocupe—Afirmó el castaño, dándole una de sus tantas sonrisas falsas. La dama hizo una pequeña mueca de incomodidad. El aire la sofocaba más de lo que el agua alguna vez hizo.
En un corto período de tiempo, por lo menos cinco minutos, la taza y el plato se encontraban ordenados en aquella mesita, con la paga y una vaga propina, que seguramente fue por error del ruso al contar rápido; quien ya se había ido.
—Fiorelle, ya que estamos solos, necesito pedirte algo urgente.—Murmuró el mesero, mirando a la señorita, quién se tensó immediatamente ante aquellas palabras tan serias.
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Cliffhanger? Si.
Por favor, disculpen la vaga escritura, cuando la inspiración ataca, hay que actuar rápido.
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Brisas De Un Ayer
FantasySinopsis - En la actual Italia, ocurrieron sucesos paranormales, que luego se van descubriendo que suceden en casi todo el mundo. Dentro de esta historia hay giros y nudos, cuerdas enredadas y escrituras quemadas. Pero todo tiene solución y posible...