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La brisa de la fría noche surcaba los pómulos de sus sonrojadas mejillas, ardientes por el calor de su cuerpo y el extenuante movimiento, las ramas rajaban la ropa y la carne superficial, enrojeciendo la zona y manchando de carmín la pálida piel, las pisadas apresuradas sobre la hojarasca de los enredados senderos crujía sonoramente en los despejados pasillos del laberinto centenario.
Voltea cada pocos segundos a revisar el vacío detrás suyo, ojos azules inundados de lágrimas desesperadas y llenas del más desgarrador dolor emocional que jamás experimentó, la traición, una que llegaba sin aviso y jamás de alguien que consideras un enemigo, por la espalda y acechante.
Vira sin pensar, sin ver y sin noción, tan enajenada por el dolor, le detiene un muro de hojas y ramas imposibles de atravesar en su situación, aún así, lo intenta, pues sabe que no puede retroceder, hacerlo nunca fue una opción, tal vez es la desesperación, pero logra abrir un hueco en la esquina, tomando con sus manos, ahora sin guantes, las ramas llenas de espinas y arrancando las con pura adrenalina, apenas lo necesario para su huida.
Se arrastra, retuerce y sostiene de lo que puede, no dejará que la oscuridad se cierna sobre su cuello, corre tanto como sus sangrantes piernas le responden, tanto como su alma le permite ser fuerte, sale del laberinto, después de todo lo ha recorrido por los últimos casi 18 años de su vida, al menos en eso cree tiene la ventaja.
Se recarga un segundo contra una columna de mármol en el viejo quiosco donde pasaba sus solitarios veranos armando acertijos y leyendo novelas fantásticas, pretende recuperar un respiro antes de reanudar el escape de su propio hogar. Antes de siquiera dar un paso, lo siente, siente su presencia, sabe que lo ha alcanzado, ese tenebroso escalofrío que recorre su columna, el ser más oscuro que jamás cree que exista, su perseguidor, su amigo, su confidente, su amor, su asesino, y sabe que ya no puede huir.
No lo escucha avanzar, pero sabe que lo hace, lo sabe por la inmensa presión que aumenta en su corazón, esa ligada al instinto puro, la que le grita qué incluso si no tiene oportunidad, huya mientras aún puede moverse.
Al fin le toca, una sensación de entumecimiento se apodera del apéndice, ya no siente su brazo, no puede moverse, no se le permite, se le niega cualquier acción que no sea controlada por el ser que lo tiene agarrado del antebrazo. Siente una mano deslizarse por su cintura, rodeándola firme hasta que llega al otro lado, la mano en el brazo recorre con cuidado la magullada piel, toma con delicadeza la muñeca, pero entierra las uñas en las venas, al punto en el que comienzan a escurrir hilos del líquido escarlata.
Siente una barbilla enterrarse en su hombro, la respiración mortífera choca contra sus clavículas, mira de reojo sin voltear, ve los hermosos mechones rubios enredarse con su pelo azabache, puede oler la tentación que reprime momentáneamente, solo a la espera de probar el manjar.
— Parece que has dejado de correr, que te detiene de luchar, oh delicado ser? —
La voz suena armónica, idílica, pero repleta de burla y curiosidad.
— Sabemos que no puedo huir de ti, parte de mi no lo permite, incluso si tuviera la oportunidad, pero no es así, no pienso darte el gusto de atrapar a una presa, no de ser el cazador del Tigre, no el que encuentra el oro o el que descubre y nombra las estrellas.—
Las lágrimas empapan el atuendo de gala, el que ordenó y se puso solo para lucirse ante él, pero no hay duda, ni reproche, tristeza o reclamo en su voz, sabe que esto no puede acabar de ninguna otra manera.
—No pareces el mismo ser que elegí como cena hace unos meses, has cambiado, eres más seguro, más arriesgado, menos cobarde, soy acaso yo el motivo de tu cambio? O acaso te moldee a como me podrías satisfacer más? —
El rubio no podía ser más burlón, no entendía cómo aún así el carisma goteaba de cada sonido, pero eso era parte de lo que le encantaba del hombre.
— Solo la primera parte, supongo que eso ya estaba en mi, solo faltaba el motivo por el cual cambiar, no lamento que seas tu, pero si lo hago por no haber podido hacerlo sin ti. —
La plática llegaba a su fin, ambos sabían que seguía, y si eran sinceros, ninguno quería que terminará tan pronto.
— Eres el manjar más exquisito que me he encontrado, el más difícil de conseguir, el que estaba oculto dentro de una concha, una que tuve que abrir para extraer la perla, extrañare nuestras conversaciones, pero no puedo detener lo que soy, ni siquiera por ti, nos veremos en una mejor vida, amor. —
Largos colmillos, de un blanco radiante, se enterraron con cuidado en la carne, en las venas, el sabor no se comparó con ninguno que probó en sus 1000 años de vida, era dulce, como el caramelo, tenía un sabor demasiado delicado, como la persona que portaba la sangre. Era tan enloquecedor, tan embriagante, que casi no escucho las palabras del peli negro en sus brazos.
— Fue un placer conocerte, compartir mi solitaria vida contigo, entregarte mi sangre es lo de menos, pues mi cuerpo y alma ya te pertenecen, nos veremos de nuevo con otro destino, hasta siempre, Manjiro. —
Tras las emotivas palabras los ojos tan azules como el cielo se oscurecieron, aún en la muerte eran hermosos, como el mar profundo, ahora sin la calidez que pudo hacer vibrar un corazón que jamás latió. El ser terminó su trabajo, no dejó ni una sola gota de líquido rojo, nada de calor en el cuerpo que tomó entre sus brazos y llevó a su habitación.
A la mañana siguiente encontraron el cadáver de Takemichi Hanagaki heredero del duque de aquella provincia francesa, sin aviso o explicación, también se reportó desaparecido al marqués visitante desde hace casi seis meses, Manjiro Sano, a quien no se encontró por ningún lado.
Se le dio Santa sepultura al joven amable y de bondadoso corazón que cumplió 18 años de edad esa misma noche a las 12, se celebró el ritual funesto y se le dejó descansar en la antigua casa de los nobles, en un ataúd de mármol blanco y vestido con la ropa que usaría en la boda próxima con su prometida, Lady Hinata Tachibana.
Todos lloraron, todos se lamentaron, pues todos querían, idolatraban o seguían a aquel hombre de ojos cian que jamás se rendía a pesar de su debilidad, más nadie noto a un caballero de pelo rubio y ojos negros, uno que derramó lágrimas en silencio y se retiro a una vida eterna en la soledad y mísera, hasta que alguien lo mataste, dándole descanso.
No se dejaría morir, pues los vampiros tienen su orgullo, pero no se resistiría a su último momento en esa vida, pues sabía que al volver a despertar encontraría lo que siempre había buscado, la calidez de la persona amada.
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—1178 palabras
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- Hasta que llegue la eternidad nos encotraras persiguiendo el sol.
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Vida [One-shot]{TR}
FanfictionLa inspiración para esta idea salió de un libro que leí hace un tiempo, Carmilla de Le Fanu, la antecesora de Dracula y cualquier vampiro clásico, una muestra de belleza, sensualidad y porte, aunque no creo compararme en lo más mínimo Aún así esper...