𝙏𝘶 , 𝘺𝘰 𝘺 𝘦𝘭 𝘮𝘢𝘳.. / 𝙁𝙚𝙡𝙞𝙥𝙚 𝙊𝙩𝙖𝙣̃𝙤 /

P R Ó L O G O

R e c o m e n d a b l e :

modo : White

Letras : SANS-SERIF

Bajo el cielo azul, junto al mar,
tus manos en las mías, un suave navegar.
Las olas susurran secretos de amor,
y en cada ola, late nuestro fervor.

El viento juega con tu cabello al pasar,
mientras nuestros sueños se elevan al mar.
Tus ojos brillan como estrellas de sal,
y en tu sonrisa, encuentro mi final.

Bajo la luna, en la arena fugaz,
nuestros corazones laten al compás.
El mar, testigo de nuestro sentir,
guarda en sus aguas lo que no podemos decir.

Que este amor sea eterno, como el mar sin fin,
que siempre regresa, vuelve a latir.

Brisa sabía que su amor por Felipe era más fuerte que cualquier tormenta, y juró que haría todo lo posible para no volver a separarse de él.

Felipe se aferraba a la esperanza de reencontrarse con Brisa, sabiendo que su amor era lo único capaz de guiarlo de regreso a ella."

Felipe Otaño estaba en medio de una de las etapas más importantes de su carrera. La filmación de La Sociedad de la Nieve, lo había llevado a explorar una parte de sí mismo que aún no conocía. El rodaje en escenarios inhóspitos, la presión de hacer justicia a la historia real y la responsabilidad de representar a aquellos que vivieron una tragedia inimaginable lo habían transformado.

Fue durante el rodaje cuando conoció a Brisa, una joven que, a primera vista, no parecía tener nada en común con ese mundo. Ella era fresca como el viento del amanecer, con una energía que lo desarmaba en cada conversación. Había algo en Brisa que lo hacía sentir en casa, a pesar del caos interior

Se encontraron una tarde, entre tomas y momentos de respiro, cuando el equipo hacía una pausa para reponerse de la intensidad del día. Brisa trabajaba en la producción, encargada de pequeños detalles que pocos notaban, pero su presencia no pasó desapercibida para Felipe. No era solo su sonrisa, sino la manera en que parecía comprender el peso que llevaba sobre sus hombros, incluso sin que él dijera una palabra.

A medida que los días de filmación avanzaban, algo entre ellos creció, casi imperceptible al principio, pero innegable al final. Mientras Felipe se sumergía en su personaje, en el dolor y la lucha de quienes representaba en la pantalla, Brisa se convirtió en su ancla, la calma que necesitaba para encontrar balance entre la realidad y la ficción.

El rodaje continuaba, pero Felipe empezaba a darse cuenta de que su vida, fuera del set, estaba cambiando en formas que no esperaba. Brisa, con su luz y su capacidad para ver más allá de las apariencias, lo estaba llevando a un lugar que ni siquiera las montañas más altas podían alcanzar: el lugar donde dos almas se encuentran y descubren que, en medio de cualquier tormenta, siempre hay un refugio en el corazón del otro.

A medida que las semanas avanzaban, las noches se hacían más largas y las charlas entre Felipe y Brisa más profundas. Entre las luces del set y las pausas para cambiar de locación, cada momento con ella se volvía un respiro. Brisa no necesitaba hacer preguntas sobre la película o el peso que Felipe cargaba; parecía entenderlo con una simple mirada, y sus palabras siempre llegaban en el momento adecuado.