— Mhm... ¿Te gusta? ¿Te gusta que te diga eso? ¿Te gusta que te diga lo bueno que eres en esto, lo bonito que te ves y lo bien que se siente tener la polla en tu lindo culo? ¿Te gusta? —
El moreno hablaba sin detenimiento contra la oreja del contrario, moviendo con mayor fuerza su pelvis contra los glúteos del argentino, quién sólo gemía contra la teka, sintiendo su abdomen tensarse con cada nueva palabra que pasaba por sus oídos, su cuerpo reaccionando ante cada palabra, que ni siquiera él sabia podían ocasionar aquel efecto en él.
Aunque hace unos minutos ni siquiera sabía que la idea de coger dónde todos pudieran oírlos era placentera, así que en este encuentro estaban descubriendo mucho de sí mismo. Aunque no diría que son del todo buenos sus descubrimientos, si era honesto, porque sabía, y el moreno también, que en cualquier momento los podían agarrar, por eso los movimientos bruscos del venezolano contra su interior, por eso tenía la camisa de su selección en su boca, buscando acallar los que, en otro momentos, serian ruidosos gemidos que llevarían todo el estadio, hasta los hinchas lo oirian gemir el nombre de su "joya", aunque él diria que no solo es una joya en la cancha.
Los movimientos se volvían más erráticos de parte del moreno, y el argentino sólo podía lloriquear del placer, empapando de saliva su camisa y buscando aferrarse a lo que pudiera, sintiendo los movimientos finalmente debilitar totalmente sus piernas, y sabiendo que si no fuera por el agarre, que no dudaba dejaría marcas en su cadera, estaría en el piso a falta de posibilidad de mantenerse en pie, sintiéndose al límite, y sabiendo que el contrario también.
Martínez sólo buscaba el placer del contrario, por otro lado. Acariciando su cadera o, de vez en cuando, subiendo una de sus manos a rozar el pecho del contrario, queriendo verlo venirse, soltar aquella camisa y que sus compañeros de equipo lo oyera gemir. Oír cómo "la joya Martínez" hacía lloriquear a una de sus mayores jóvenes promesas, y a la vez lo quería sólo para él, poniendo una de sus manos en la boca del argentino para arreglar la camisa que estaba entre sus dientes, rozando, chupando y mordiendo su cuello. Cada cierto tiempo hablándole al oído al menor mientras se sentía al borde, tratando de durar lo más que podía.
El orgasmo atacó primero al argentino, Echeverri no pudo más entre los constantes estímulos, sintiendo su miembro soltar aquel líquido blanquecino mientras su abdomen se destensaba, contrayendo su interior y apretando con fuerza la camisa con los dientes, sintiéndose desfallecer; y, a los pocos segundos, sintió la descarga del moreno en su interior, luego de una embestida que, sabía, fue para terminar dentro suyo, porque había sentido cómo jalaba su cadera y se aferraba a ella. Sus respiraciones erráticas y sus mentes en blanco, apenas y procesando el ruido exterior, lo único que pudieron hacer, fue reír.
Primero vino el moreno, riendo suave mientras recostaba su cabeza en el hombro ajeno, temiendo salir de su interior y que el fluido blanquecino se desbordara del interior ajeno, manchando hasta los botines. La risa confundió al argentino, pero no tardó en seguirlo, dejando caer su cabeza en la ajena, o bueno, más bien en su cabello, aquel frondoso cabello que le llevaba rato picando en el cuello. No era queja tampoco, le gustaba sentir cómo le picaba aquel afro en su cuello, desde la primera vez que el moreno recostó su cabeza en su hombro se sintió cómo si siempre debiera estar ahí, hacía que la presencia, casi nunca existente, del moreno fuera real, que lo era, pero aquella comezón la hacía sentir plausible y no sólo un sueño suyo.
Pasaron pocos segundos así, hasta que David tuvo que salirse, apurado al ver que ya habían pasado demasiado tiempo fuera de los vestuarios. Fue más rápido Martínez en subir sus shorts deportivos que Echeverri en notar que sucedía, sólo riendo al ver cómo su ropa ya estaba en lugar a los pocos segundos, y un beso avisaba la partida del venezolano.
No sabía si se volverían a ver pronto, debido a sus difíciles horarios con los clubes, pero al menos rogaría por una escapadita del hotel.
El beso, aunque parecía un aviso de su despedida, en realidad fue aviso de una tanda más. Besos cortos, amorosos, que recorrían toda la cara del argentino y lo dejaban rojo y riendo, le gustaba eso. El último fue uno más lento, igual de amoroso pero más largo que el resto, una unión de comisuras en un ósculo amoroso, sintiendo las manos de Martínez en su cuello y las suyas aferradas a sus brazos. Agradecía que hiciera tiempo, porque sus piernas apenas parecían querer funcionar correctamente, y ni hablar de cómo llegaría a los vestuarios, sería la burla por varios minutos, y además se ganaría un regaño. Lo valía, toda esa situación ficticia lo valía por sólo tener entre sus brazos cinco minutos más al moreno.
Y lo consiguió, aunque si recibió el regaño por parte del entrenador y sus compañeros mayores, consiguió cinco minutos más de los habituales con Martínez. Aunque Barco no le paró la burla hasta que se acabó el preolímpico.
Y Martínez agradecía haberse quedado tanto, porque logró escabullirse sin ser casi notado por el entrenador, sólo un choque de puños con Segovia y Bolivar, sabía que se burlarían de él, no le molestaba, porque le gustaba el sabor que quedaba en sus labios cada vez que se juntaba con Echeverri, y todas sus burlas valdrían la pena, serían el precio a pagar por un favor, aunque rogaba no se lo empeoraran con el favor que les pediría en su cumpleaños.
Sería cuestión de ver, y sólo el tiempo lo diría. El tiempo y sus habilidades de inventarse mentiras para juntarse. Igual, lo valdría, porque siempre lo valía.

ESTÁS LEYENDO
『Amor con sabor a arequipe y mate』
FanfictionPequeños de escritos cortos de David "La Joya" Martínez y Claudio "El Diablito" Echeverri. [Todo este fanfic es pura y total ficción, gracias.]