𝐈𝐎𝐎 . . .

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DECIR QUE NO ESTABA CAGADO en las patas era mentira, y bueno, le gustaba mentir, pero ya el cagazo subía con demasía por su cuerpo, hasta tal punto de ponerse pálido.

hace poco había debutado, no quería, no le gustaba. estaba lo suficientemente asustado como para que se le haya pasado por la cabeza mil veces el salir corriendo a los brazos de su madre y llorar ahí. sentía un nudo en el estómago, odiaba estar nervioso, y mucho más que lo notaran.

la característica cara de orto trataba de plasmarse en su rostro, evitando los ruidos intermitentes de los bombos, queriendo cancelar todo tipo de sonido, metiéndose en su propio mundo. tarareaba su canción favorita, sin prestarle atención a los demás, dando pequeños toques con la pelota.

— ¿todo bien? — pasó el treinta y seis a un lado suyo, recogiendo los conos.

— sí.

no estaba demasiado convencido de su respuesta, aunque a decir verdad, no podía determinar bien qué emoción sentía el más bajito, porque como ya había dicho antes, su expresión seria era algo habitual, o simplemente era su cara normal y nadie se daba cuenta, porque había una gran diferencia en como se mostraba adentro de la concentración a que en los partidos. solía ser tímido, callado, y hasta algo inseguro fuera, pero en los entrenamientos en river, era un denso.

cada uno tomó su asiento, estaban desordenados, al igual que adentro de la cancha. lautaro amaba plenamente a su equipo, era su vida entera, pero no podía ocultar el sierto odio hacia el director técnico. era la voz mayor, debía obedecer obviamente, pero aún tenía algo contra él. no, contra él no, contra sus dediciones.














































































si seguía frunciendo el entrecejo, juraría que su rostro iba a quedar de esa forma de por vida.

apenas treinta y dos minutos del primer tiempo, y un golazo del perrito barrios iba a abrir el marcador a favor del cuervo. sinceramente, ahora le daban más ganas de irse a la mierda, o pedir perdón a los entrenadores de inferiores de talleres y volver a córdoba, últimamente se estaba poniendo demasiado pensativo...

— ¡villa! — no se dió cuenta que pinola lo llamaba. removió su cabeza, mirando fijo al mayor. — dale apurate que entras. — le tiró una camisa a la cara, no le dió tiempo a ni siquiera atarse los cordones de los botines. se sacó la pechera y se puso la camiseta, corriendo a un lado de martín.

demichelis miró de costado, sonriendo al notar la presencia del menor. los silbidos comenzaban a hacerse presentes, y esto causaba que la adrenalina subiera en su cuerpo.

— bueno, se me van a juntar el villa y barrios en la cancha, eh...

el mencionado fingió una sonrisa. aún no se llevaban bien, y poco le importaba, solo quería entrar a jugar, esperando que el partido mejore aunque sea un poco.

el cuarto arbitro subió el cartel de luces entre sus manos.

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nacho salió del campo de juego, no miró a nadie, no le chocó las manos al recién debutante, y esto se tomó a mal. demichelis solo lo miró de reojo, mientras que lautaro, lo miraba con una bronca como si hubiese matado a un ser querido.

— no le des bola, está caliente por el partido. — murmuró, acariciando los hombros del más bajo, brindandole seguridad. — andá, dale, dejá todo.

corrió al costado derecho de la cancha. buscaba con la mirada a alguno de sus compañeros, logrando toparse con la mirada escalofriante del príncipe. tragó grueso, evitandolo, solo concentrándose en dar un par de indicaciones por el cambio de jugador. ahora el mandaba allí e iba a dejar todo por ganar.

















































































un pelotazo largó fue enviado desde el arco de franco armani.

el bochazo de irala no había ido del todo bien. fuerte y abajo. sabían que armani no lograba cubrir en su totalidad el sur de donde cuidaba, pero sus cálculos fallaron, y el flaco fue más rápido, posicionándose bien, y aquel brazo salvador que logró arullar la pelota antes de que pase la linea blanca detrás suyo.

sentía los silbidos de la hinchada, cada vez se hacian más intensos, pero conforme a que pasaba el tiempo corriendo, en esa cancha inmensa que parecía no tener final, el ruido se hacia distante, hasta que estaba en frente del arco. tan solo. tan grande. pateó, y entró.

cumplió uno de sus mayores sueños. no, uno no. dos de sus mayores sueños.

había echo un gol idéntico al de gonzalo martínez  en la final de madrid, y, justo aquel día, fue su debut oficial en primera.

corría eufórico hacia un costado, mostrando el escudo a la hinchada azulgrana, seguido a esto, besándolo. sintió unas manos rodear su cuello, y cuando volteó, notó que era borja. sonrió y le dió un fuerte abrazo, festejando con emoción. borja era un tipo grandioso, en pocas palabras, era como el padre del plantel. lo amaban.

llegó el minuto cuarenta y siete del segundo tiempo.

quedaban apenas un minuto para que el partido termine. obviamente, el millonario no quería un empate con sabor amargo, quería llevarse la victoria a nuñez y seguir con el primer puesto asegurado.

díaz dió un pase largo hacia villa, este lo tomó con calma. iban a salir jugando, a los toques. no querían dar pelotazos, porque sabían que el rival tenía un jugador rápido, y también, un delantero que le encantaba patear desde lejos. lautaro sabía que los fáciles de evitar eran los defensores, estaban en un cumpleaños por así decirlo.

tanto pensar, ni siquiera se había dado cuenta de que irala iba detrás de él. comenzó a picar. no sabía a dónde dar el pase, nuevamente, lo habían dejado solo, y borja no llegaría al área en menos de unos segundos. se había adelantado, pero el línea no subía la bandera. su cabeza se llenaba de preguntas, ¿llegaría al segundo gol? ¿podría hacer algo histórico?

la respuesta la obtuvo, y no de una manera muy bonita.

el cuarenta y siete.

sí, ese mismo que lo miraba desde lejos con bronca. ese mismo que se quedó estático mientras lo veía besarse el escudo frente a la hinchada.

— sos un pelotudo.

fue lo único que salió de la boca de irala, se quedó mirando al chico desplomado en el suelo. de sus ojos no salían más que lágrimas. lágrimas porque no llegó al segundo gol, lágrimas de dolor.

giay solo observaba, quieto. se dió la media vuelta y comenzó a caminar fuera del campo de juego. sería roja directa, no lo dudaba en lo absoluto. ya sabía las consecuencias, pero la bronca que venía guardando... fue un corto circuito en su mente. no hilaba dos pensamientos coherentes, solo lo vió correr y se mandó fuerte.

lautaro levantó la vista llorosa mientras lo ayudaban a subir a la camilla. desde lejos podía ver los cabellos marrones, húmedos por el sudor. el 47 pegado a su espalda.

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⏰ Última actualización: Mar 28 ⏰

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enemigos, agustín giayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora