No estoy seguro de como terminé aquí. Creo que conducimos por King's Landing, sí eso fue lo que me dijo Aemond hace casi dos años cuando me trajo aquí. Pero hoy cuando subí al carro aún no amanecía y ahora el sol estaba justo en medio del cielo, ¿Dónde estaré ahora? El carro volvió acelerar, mi conductor estaba desesperado por llevarme a mi destino.
—¿Su jardín de invierno es tan bonito como dicen? —pregunté mientras apreciaba la vieja arquitectura de la ciudad. Daeron me miró por primera vez desde que salimos de la casa de su hermano, ya había visto esa mirada antes aunque no dirigida hacia mí. ¿A quién vio de esa manera? ¿Con esa confusión y horror?
Creo que Daeron estaba por vomitar, no dejaba de tensar sus labios. Tal vez la cena que dieron en el funeral de Lucerys le hizo daño, o tal vez sólo no quería escupir su opinión sobre mí, sobre lo que soy ahora.
Por otro lado, yo debería estar eufórico, debería llorar y agradecerle lo que está haciendo por mí, en unas horas veré a mi familia, suponiendo que mi madre no está en prisión por quemar la ciudad entera con tal de encontrarme. ¿Por qué no me siento feliz? ¿Por qué no siento nada más que tristeza?
—¡Jacaerys, por favor, concéntrate! De lo contrario no podré dejarte ir... —vi que a Daeron le dolió pronunciar esas palabras, aceptar que él estaba tan involucrado como Aemond era difícil. Estaba desesperado por redimirse pero sin sufrir todas las consecuencias, no lo culpo, todos le tememos a las consecuencias.
—No mencionaré tu nombre, descuida... —esos pequeños momentos de lucides son los que me han salvado de la locura total. Él lo sabe, pude verlo porque su rostro relajaba esa tensión que se marcaba tan bien en forma de arrugas en la frente.
—Hemos llegado, sabrán rápidamente quién eres, tus fotografías han dado la vuelta al mundo, pero aún así...—el acento de Daeron se marcaba más cuando estaba nervioso, su mano sostuvo fuerte mi muñeca mientras escribía algo. Era difícil concentrarme en eso, sólo podía comparar el incomprensible acento de mi conductor con el de su hermano. El acento de Aemond era más fácil de entender, hablaba tan lento que podía adivinar cuál sería su siguiente palabra. En cambio, Daeron hablaba demasiado rápido, tan rápido como conducía, tan rápido como su arrepentimiento, fue el primero en reclamarle a Aemond, él primero en pedirme perdón por lo que me hicieron.
—Gracias, Dae. —no sé por qué pero lo abracé, no sé por qué pero empecé a llorar.
Supongo que es mi mente que quiere engañarme, quiere pretender que estoy abrazando a Aemond, que es su aroma a tabaco el que se impregna en mi cabello y en mi ropa y no el aroma a cítricos de Daeron. Caminé y observé que todos los edificios se parecían demasiado, todos blancos con pequeñas cercas negras y 6 ventanas altas, cada uno es igual al otro. Encontré el correcto porque la bandera negra con un dragón de tres cabezas se ondeaba en el edificio que estaba justo a la mitad de la calle.
Di un ultimo vistazo al carro de Daeron antes de llamar a la puerta de la embajada, él ya estaba dentro de su carro, vigilándome, probablemente temía que yo corriera y regresara con Aemond, no se equivocaba, una parte de mi quería hacerlo, pero otra parte agradecía que me observara, me hacía recordar mi antigua vida, esa a la que podía volver con solo entrar a este edificio.
Di unos golpes a la puerta y un hombre alto, tan alto como Aemond se paró frente a mí. Daeron tenía razón, ni siquiera dije mi nombre cuando aquel hombre ya lo había dicho, me alegró que haya sido así, hubiera sido penoso tener que leer mi nombre escrito de mi brazo. Dae lo garabateo ahí antes de dejarme salir de su carro, a veces se me olvida, a veces sólo recuerdo el nombre que Aemond me dio: Joven Dragón.
A él no le agradaba llamarme así, él decía que amaba mi nombre real porque significaba "El elegido por Dios", creí que era porque él me veía como el indicado, pero no, era porque él siempre se había considerado Dios, mucho más después de llevarme y lograr conmigo lo que nadie había podido.
De repente me encontraba dentro de una oficina, había una mujer ya mayor frente a mí, tal vez de unos 50 años, sus uñas pintadas de rojo combinaban con sus labios y su saco. De su taza de té ya no salía humo, sus manos no soltaban el teléfono, sus ojos se paseaban entre su computadora y mi rostro, pareciera que no terminaba de creer que era yo.
Yo tampoco puedo creerlo, desde hace mucho tiempo dejé de saber quién soy.
—Así es, Jacaerys Strong está aquí. Ya se ha mandado la orden de captura para Aemond Targaryen Hightower. Necesitamos a los familiares del joven Strong para confirmar. Espero su llamada.
Me preguntaba si esta mujer y su gente saben lo que mi cuerpo es capaz de hacer, no hay cicatriz que compruebe lo que él me hizo, lo que me quitó mi cuerpo ya lo regeneró, no hay ningún espacio vacío.
—¿Quieres un poco de té, Jace? No tienes nada de qué preocuparte, tu familia vendrá. —la mujer tomó una taza de porcelana blanca con rosas rojas pintadas y vertió el líquido caliente.
Era té negro, Earl Grey, reconocería ese aroma en cualquier lugar, en Valyria era complicado adquirirlo, pero en este lugar era tan común. Y nunca faltaba en la taza de Aemond. A Lucerys no le gustaba, decía que era muy amargo, y Aemond llegó a pelear con él muchas veces sólo por ese té. Siempre me parecieron estúpidas esas discusiones, pero creo que era más fácil pelear por el sabor de un té que por el hecho de que Aemond pasara todas las noches conmigo y no con Lucerys.
Pero Lucerys no quería admitir que lo sabía, Aemond no quería darse cuenta de que su amado Luke ya lo había descubierto desde hace tanto. Y yo no quería que Aemond tuviera que elegir entre su prometido y yo ¿Lo elegirá a él o a mí? Después de esa pregunta venía un sentimiento de vergüenza, no debería preocuparme por quién tenía el corazón de Aemond, sino por cómo salir de esa maldita casa.
—Aquí tienes, Jace ¿Puedo llamarte Jace, verdad?
Asentí mientras tomaba la caliente taza entre mis manos, necesitaba que el olor del té me invadiera, me recordaba a él. Me di cuenta de que la mujer ya había notado el aroma de Aemond en mí, apuesto que sí porque no había dejado de buscar una marca en mi cuello, podía seguir así todo el día y jamás la encontraría. Él nunca me marcó, su mordida ya la tenía Lucerys.
—Jace, antes de que tu familia llegue debo hacerte unas preguntas, tus respuestas nos facilitaran la captura de quien te ha tenido cautivo. Dime, ¿cómo empezó todo?
¿Cómo empezó todo? Ahora que lo pensaba esa respuesta era tonta y algo absurda. Supongo que esto era mi castigo por desobedecer a mis padres, nunca lo había hecho, a diferencia de mi hermano Joff, yo era más responsable. Justo esa noche de lluvia decidí ignorar a mis padres, y dos días después terminé en el consultorio de Aemond. ¿Cómo habrá llegado él hasta ahí, hasta mí?
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Ultraviolence
Fanfiction-Esto no es amor, lo sé. Esto me asusta porque a pesar de saber que está mal no quiero dejarlo. No puedo vivir con él, no puedo vivir sin él. ¿Qué fue lo que me hizo para que yo lo necesite de esta manera? Jacaerys Strong, un estudiante prometedor...