11. Incapaces de quedarnos y dispuestos a marcharnos

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Chiara pasó una mano por las suaves sábanas blancas, buscando el calor del cuerpo a su lado. La tela contra su piel desnuda se volvía fría y vacia. Abrió un ojo y luego el otro, parpadeando ante la intensa luz que entraba desde la calle tranquila. Las sábanas a su lado estaban revueltas y enredadas, el corazón de Chiara comenzó a acelerarse al verlo. Se sentó, mirando frenéticamente alrededor de la habitación, piezas de ropa decorando el suelo y esparcidas al azar en su mesa de noche.

"Hey, tú."

Su cabeza se giró hacia la voz familiar, dejando escapar un suspiro cuando vio a la chica descansando en la silla de la esquina. La rodilla derecha de Violeta estaba levantada hasta su barbilla y su diario abierto en su mano. Apoyó suavemente el bolígrafo en su barbilla y volvió a mirar su cuaderno con una pequeña sonrisa en sus labios.

"Hola", saludó Chiara mientras se cubría con la manta que había caído hasta su cintura durante su ligero pánico. Violeta la miro de nuevo a través de sus pestañas y le sonrió, antes de cerrar el diario y caminar hacia la cama. Inclinándose sobre el colchón, le dió un ligero beso en los labios desprevenidos de Chiara, antes de dar un paso atrás y sentarse a su lado. El calor se extendió al pecho de Chiara e irradió a sus manos, donde agarraron con más fuerza la sábana alrededor de su cuerpo desnudo.

Definitivamente podría acostumbrarme a esto.

Chiara mordió suavemente su labio inferior mientras luchaba contra la sonrisa que amenazaba con liberarse ante el aparentemente pequeño gesto, causando que Violeta apartara la mirada tímidamente. Sus dedos comenzaron a jugar distraídamente con la correa de cuero de su diario, Chiara mirándolo por un momento, antes de rodar sobre su estómago y colocar una almohada debajo de su barbilla.

"¿Por qué estabas allí?"

"No podía dormir", Violeta se encogió de hombros, todavía sin mirarla a los ojos. Desenrolló la cuerda y comenzó a hojear las páginas, Chiara por primera vez vislumbró lo que había más allá de su cubierta marrón oscuro. Cada página rayada estaba llena de infinitas palabras; párrafo tras párrafo. A veces se interrumpía para hacer un bosquejo aproximado de manos u ojos, pero luego las palabras continuaban.

Después de lo que pasó anoche, Chiara más que nunca quería saber qué estaba pasando por la cabeza de Violeta. Quería saber si lo que hicieron significaba algo para Violeta. Quería saber si anoche cambió algo para ella o si todavía la iba a perder dentro de tres días. Ella necesitaba saberlo.

"Léeme algo."

Violeta se volvió hacia ella con ojos asustados mientras pasaba los dedos por el borde de la cubierta de la libreta. Chiara los sostuvo allí, mirándolos parpadear con un miedo que todavía no entendía del todo, ni suponía conocer la base. La pelirroja apartó los ojos y se aclaró la garganta, mirando hacia su regazo, antes de hablar con un  tono dudoso.

"¿Qué quieres que te lea?"

Que me amas y que te quedarás.

"Lo que sea", respiró Chiara suavemente, antes de cerrar los ojos. Escuchó el distintivo movimiento del papel y la respiración profunda de Violeta. Pareció una eternidad antes de que volviera a hablar, su voz tan titubeante como antes.

"Um, 9 de mayo", murmuró Violeta. "Ese día íbamos en autobús a Munich, ¿recuerdas?" Chiara asintió, pero mantuvo los ojos cerrados, dejando que el sonido de la voz de Violeta la invadiera, memorizándolo. "Me encanta la forma en que me mira. Nunca nadie me ha mirado como ella. Me asusta que pueda hacerme sentir como si fuera la única en la habitación, o que con solo sonreírme hace que mi corazón se paralice"

Violeta hizo una pausa por un momento para respirar temblorosamente. Chiara no abrió los ojos cuando su pecho comenzó a doler y su garganta comenzó a contraerse. Una parte de ella de repente se arrepintió de haber hecho la pregunta, pero la otra parte, la parte irracional, necesitaba escuchar esas palabras. Necesitaba escuchar que estos intensos sentimientos que había tenido durante las últimas dos semanas no eran unilaterales. Le dolía escucharlo, pero los constantes "y sí" que la habrían atormentado después de despedirse la habrían torturado más que este dolor y este nudo que hizo lo mejor que pudo para tragar.

The One: As If We Never Said GoodbyeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora