🖤VIII. A Casa🖤

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Nada se va, hasta que nos haya enseñado lo que necesitamos saber.

— ¿Qué hiciste Celeste? —Me dice el rubio cuando terminar de atravesar la puerta, con un aspecto demasiado triste.

Pero yo con un dolor en mi corazón le pregunto —¿En qué quedamos Maximiliano?

— Esto no tiene nada que ver, solo quiero saber cómo está mi media hermana.

Eso ha sido un golpe bajo para mí, así que tratando de disimular cambio de conversación. — ¿Cuándo me dan de alta Max? —mi cambio repentino de tema hace que él frunza el ceño.

— Cuando se terminen los sueros.

— ¿Qué? Y cuando sería eso.

— En unas horas.

Su mirada se encuentra fija en los sueros a mis costados —¿Daniel lo sabe?

Sus hermosos ojos me miran cautelosos —Cuando lleguemos a casa se lo tendré que decir.

— Tú, no dirás nada.

— ¿Por qué?, acaso se lo dirás tú.

— No, por mi parte no diré nada. Y por la tuya espero que tampoco se te ocurra abrir la boca. —Mi voz sale más fría de lo normal y siento en su mirada el dolor que han causado mis palabras.

— Eso es imposible Celeste. Mi padre si se enterará de lo que sucedió porque Abril también te vio y para tu desgracia hay evidencia.

— ¿Qué clase de evidencia?

— Un video.

— ¡No puede ser cierto!

Sus manos acarician tiernamente mi cabello, pero eso no hace que yo lo mire —Lamento decirte que sí lo es. Pero ahora dime ¿Por qué lo hiciste?

— No te importa.

— Si tienes razón, no me importa, y tampoco tiene que importarme la vida de una bastarda —el enojo ya para este momento es evidente, Max dice sus últimas palabras y se marcha de la habitación azotando la puerta al salir.

— Y a este que bicho le pico —dice Alex entrando—yo solo me cruzo de hombros y miro hacia otro lado— pequeña, hay buenas noticias.

— ¿Cuáles son?

— Ya nos vamos de aquí, tus cortes no han sido profundos.

— Ok —digo sin interés, ya que, si me gusta la idea de irme de aquí, pero el hecho de tener que llegar a casa y ver a Daniel se me quitan las ganas.

Al poco tiempo entra el doctor con una carpeta en sus manos.

— Señorita Celeste, usted ya se puede ir, solamente espero no volverla a ver por estos sitios —indica señalando el interior de la habitación— cuando ya esté vestida, pasa por recepción para que cancele la factura. Y otra cosa Señorita, debe separar una cita con la psicóloga —solo asiento, ya que por ningún motivo sacaré cita con la psicóloga, ni que estuviera loca.

— Motivo número quinientos por el cual no me gustan los hospitales —le digo a Alex, y en este aparece una enorme sonrisa.

Ya después de haberme puesto mi ropa y de haber pagado la factura en recepción que por cierto pago mi mejor amigo, nos dirigimos al estacionamiento.

— Princesa quieres ir a tu casa —menciona Alex rompiendo el silencio incómodo en el que nos encontrábamos.

— No.

— Entonces hacia dónde.

— No lo sé.

— Vamos a mi casa —habla acariciándome el antebrazo.

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