Recuerdo

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Hoy amanecí con ese bello sueño, aquel en que nos conocimos, espero aun lo recuerdes, pues son momentos grabados en mi corazón que no puedo olvidar, todo comenzó cuando un día Dios pregunto.

- Mis amados hijos, ¿Alguno de ustedes desea ir a la tierra para cuidar del árbol de la sabiduría? -

Yo al ver que nadie levanto la mano me ofrecí como voluntario y aunque mis deberes eran jamás abandonar ciudad santa, la simple idea de conocer nuevos lugares me era emocionante, por lo que después de un rato suplicando, el señor Dios acepto, claro que no sin antes decir.

- Mi querido Samael, recuerda que nadie deberá de comer del fruto, así como nadie puede saber que eres un ángel, pero lo más importante pase lo que pase nunca, pero nunca te acerques a ella, o tu piel se rasgara con la marca del traidor y un dolor como el que nunca se a sentido se posara en tu rostro, por favor sigue mis instrucciones y no dejes que te vean. -

Asentí gustoso para con una reverencia salir volando del lugar, volaba por el cielo con gran alegría, pero mi mente estaba en las palabras de mi Señor "Un dolor como el que nunca se a sentido." 

- ¿A qué se refiere con eso?, Si somos los seres más puros que pueden existir. - Menciono mientras continuo mi camino, una vez que llegue a la entrada me tope con Uriel y Gabriel, un par de brabucones que me hacían burla por mi estatura. - Hola chicos, Padre me dio permiso de salida, por favor me dejan salir.- Anunció cortes.

- ¿Tu que dices Gabriel?, ¿Le dejamos salir? o mejor nos divertimos un rato "niño pato." - Dijo para luego quitarme mi sombrero y decir - Saldrás de aquí si logras recuperar el sombrero sin volar. - Para alzarlo, empecé a brincar pero no lo alcance, por lo que empezaron a brotar lagrimas de desesperación en mi, asiendo que se burlaran, por lo que aproveche la distracción saque mis alas, tome mi sombrero y abriendo la puerta me fui volando del cielo, mis ojos estaban llenos de lagrimas, me las limpie y al llegar al jardín del Edén guarde mis alas y me coloque mi sombrero y empezar a caminar.

Ya más tranquilo me dispuse a contemplar la fresca brisa, la verde hierva y un exquisito olor a rosas, voltee a todos lados en busca del lugar donde viene aquel dulce aroma, tal fue mi sorpresa al ver un rosal color carmín, pero una en particular me cautivo por su vibrante color negro, casi tan puro como el azul del cielo, por alguna razón esa flor me llamaba y cuando la iba a tomar una mano se poso sobre la mía, esa mano era delicada, suabe así como dulce, por lo que fui siguiendo la extremidad hasta que mis ojos contemplaron al más bello ser de todas las creaciones de mi Dios, ¿Quieres saber que fue lo que vi? Te vi a ti mi amor, mi Lilith.

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