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Remedios de Escalada, con sus 16 años recién cumplidos, se movía por la casa con una inquietud inusual. Un cosquilleo en su estómago, una mezcla de curiosidad y temor, la impulsaba a hurgar en el escritorio de su esposo, José de San Martín. La imagen de un sueño, borrosa pero persistente, la atormentaba: José, en un abrazo apasionado, no con ella, sino con otro hombre.

Las cartas, escondidas en un compartimento secreto, no eran lo que esperaba. No hablaban de amoríos clandestinos ni de traiciones. Eran misivas llenas de afecto y camaradería, firmadas por Manuel Belgrano, el fiel compañero de José en las batallas por la independencia.

Remedios las leyó una y otra vez, tratando de descifrar el enigma que las rodeaba. Las palabras eran cordiales, casi fraternales, pero un dejo de melancolía teñía las frases. Un sentimiento que ella, en su inexperiencia, no lograba comprender.

¿Era posible que lo que había visto en su sueño no fuera más que una fantasía producto de su imaginación? ¿Acaso su mente adolescente le jugaba una mala pasada?

Desesperada por encontrar respuestas, Remedios se encerró en su habitación. Observó las cartas, las palpó, las olió, buscando algún indicio que confirmara sus sospechas. Pero no encontró nada.

Días después, mientras José y Manuel se preparaban para una nueva campaña militar, Remedios los observaba con una mezcla de tristeza y confusión. La imagen del sueño se superponía con la realidad, distorsionando su percepción.

"¿Qué estoy sintiendo?", se preguntó, con lágrimas en los ojos. "¿Es esto celos? ¿Desconfianza? ¿O solo la incertidumbre propia de mi juventud?"

No sabía qué hacer. El amor que sentía por José era puro e incondicional, pero la duda la corroía por dentro. No quería perderlo, pero tampoco podía vivir con la sospecha de una infidelidad.

Las noches se volvieron eternas. Remedios se perdía en ensoñaciones, imaginando escenas de pasión entre José y Manuel. La culpa la invadía por pensar en ello, pero no podía evitarlo.

Un día, Remedios no pudo más. Necesitaba hablar con alguien, desahogar la angustia que la consumía. Decidió buscar a su amiga más cercana, Juana Azurduy, una mujer de carácter fuerte y espíritu libre.

Juana la escuchó con atención, sin juzgarla. Le habló de la importancia de la confianza en una relación, pero también de la necesidad de ser honesta con uno mismo. Le aconsejó que no sacara conclusiones precipitadas y que buscara pruebas más contundentes antes de confrontar a José.

Remedios se sintió reconfortada por las palabras de Juana. Se dio cuenta de que había actuado impulsivamente, dejándose llevar por sus emociones. Decidió seguir el consejo de su amiga y esperar, con cautela y paciencia, a tener más información.

Sin embargo, la duda ya se había instalado en su corazón. La imagen del sueño la perseguía, como una sombra omnipresente, empañando su felicidad.

The Other Woman | Remedios, San Martin y BelgranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora