La chica del vestido azul - Parte 4

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De pronto habían pasado tres meses desde que Percy había decidido buscar a Annabeth en la cafetería. Tres meses que para él y para ella habían sido maravillosos.

A pesar de que ni siquiera había llegado a ocurrir un beso entre los dos en aquellos tres meses, ambos la habían pasado muy bien mientras se conocían.

Para Percy, Annabeth ya no solo significaba una mujer sensual a la que deseaba llevarse a la cama, sino que poco a poco había ido conociendo su alma, esa alma hermosa de la que sin darse cuenta ya se estaba enamorando.

Una sonrisa adornaba el rostro de Percy mientras conducía hacia el edificio donde vivía Annabeth, esa noche iban a salir a bailar al mismo bar en el que se conocieron. Pronto Percy llegó y Annabeth no tardó en salir. Al verla Percy contuvo el aliento, ella estaba usando un vestido azul de satin, ajustado en la zona del pecho y algo suelto en la parte de la falda dejando gran parte de sus sensuales piernas al descubierto.

Sus rizos dorados estaban a medio recoger, pero aun así lograban enmarcar su bello rostro.

—Hola —ella lo saludo llegando hasta él y no fue discreta cuando lo miró de pies a cabeza.

—Te ves hermosa —él le dijo sin poder evitarlo. Y mientras lo decía tuvo que hacer mano de toda su fuerza de voluntad para no besarla ahí mismo.

—Tú también estás muy guapo —ella se rio—. Seré la envidia de todas en el bar cuando llegue contigo.

—Al que van a envidiar será a mi —dijo mientras le abría la puerta de coche.

***

Había pasado un buen rato desde que ellos habían llegado al bar, y ya habían bailado un par de canciones. Y Annabeth no podía dejar de pensar lo bien que se sentían las manos de Percy alrededor de su cintura.

Mientras bailaban Annabeth le acarició el cuello. Cada vez que él la miraba a los ojos su cuerpo amenazaba con estallar, la verdad es que tenía tantas ganas de besarlo y ya no estaba dispuesta a esperar más. Al principio tenía miedo de enrollarse con él sin conocerlo, pero a estas alturas sentía que lo conocía lo suficiente como para saber si valía o no la pena arriesgarse con él, para esos momentos Percy ya le había demostrado que podía confiar en él para perderse por completo en sus brazos.

—¿Quieres beber algo? —Percy le preguntó después de un rato a lo que ella asintió. Con una mano en su cintura él la guió hasta su mesa. —¿Qué quieres que te traiga?

—Un San Francisco —dijo antes de que Percy le diera un beso en la palma de la mano y caminará hasta la barra para pedir sus bebidas.

Desde su mesa Annabeth tenía una muy buena vista de su sexy y fuerte espalda, y ella inevitablemente empezó a fantasear con él. El calor le subió por el cuerpo mientras lo imaginaba sobre ella besando cada milímetro de su piel. Una sonrisa boba le adorno el rostro. Annabeth sabía que él se sentía tan atraído como ella y que la única cosa que lo mantenía a raya era que estaba esperando que ella le diera una señal para ir más allá, y esa noche ella estaba más que dispuesta a darle esa señal.

—Hola preciosa —una voz la sorprendió hablándole al oído. Annabeth retrocedió en su asiento al percatarse del desconocido que estaba invadiendo su espacio personal—. ¿Por qué estás tan solita?

—No estoy sola. Mi novio fue por unas bebidas —mintió. Percy no era su novio, pero estaba con él y definitivamente estaba cero interesada en el idiota que tenía enfrente.

—Para mi eso significa que estás sola —dijo colocando su mano bajo la mesa para tocarle las piernas.

Annabeth se sobresaltó cuando sintió la mano del desconocido tocándole los muslos bajo la falda de su vestido. Ella se alejó de la mesa de inmediato.

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