00: 𝐀𝐋𝐎𝐍𝐄

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Cuando Merida tenía ocho años sufrió la pérdida de su madre, la reina de DunBroch, Elinor; el reino entero estuvo de luto durante meses, incluso los otros clanes se unieron a aquel dolor, sufriendo por la pérdida de una grandiosa gobernadora, una grandiosa amiga y una grandiosa madre.
Su padre, el rey Fergus, estaba destrozado, se mantuvo encerrado durante semanas, culpandose por el deceso de aquella que él consideró el amor de su vida y con la cual pasaría el resto de sus días, se culpaba día tras día por no haber protegido a su esposa, de no haber hecho absolutamente nada por salvarla. Se sentía un completo inútil, llegó al punto de considerar ceder su corona, porque un rey que no puede proteger a su reina no sería capaz de proteger a su pueblo.
Cuando Merida cumplió doce, su padre le presentó a Gothel, una mujer esbelta, de cabellera negra, rizada como la suya y de fuertes facciones; ella sería la nueva encargada de vigilar sus quehaceres como princesa, se encargaría de levantarla en la madrugada, enseñarle a tejer, hablar correctamente, recitar poesía y otras cosas. Todo lo que su madre debería haber hecho.
Jamás hizo problemas a su padre con la presencia de la pelinegra, ella sólo quería verlo feliz, y al parecer Gothel lograba hacerlo, aunque jamás pensó que reemplazaría a su madre tan rápido. Dos años después, el rey Fergus la desposó como su nueva esposa, y la nueva reina de DunBroch; al tiempo del casamiento, Merida comenzó a descubrir la verdadera cara de su madrastra, alguien cruel, que la hacía sentirse menos, pero que al parecer le hacía bien a su padre, y ella estaba conforme con eso.
A la boda asistieron muchas personas, incluso clanes que ella jamás había conocido. Estaban los reinos de alta clase, donde los reyes estaban cubiertos de joyas y oro, y estaban los clanes de los cielos, como a ella le gustaba decirles, los vikingos, conocidos por sus grandes batallas contra dragones, sus fuertes integrantes y por el gran jefe que los representaba. Estoico el Vasto.
Era la primera vez que veía vikingos en su vida, y aquel hombre lograba transmitir por todos lados el porqué le habían puesto aquel nombre, era alto, robusto, y de facciones serias y duras, era como su padre, sólo que más serio.
Tras él venía otro hombre, rubio, y que le hacían falta incontables partes de su cuerpo, era gracioso, había bromeado con ella cuando la divisó entre la multitud admirando uno de sus pies faltantes, le aseguró que aquel dragón murió cuando le arrancó media pierna debido a su intoxicante sabor, y Merida no hizo más que reír ante la locura de aquel hombre. Bocón era su nombre.
Y finalmente lo vio a él, un chico delgado, de ojos verdes y pecas en el rostro; si le preguntan, ella jamás hubiera pensado que el gran y enorme vikingo que conoció antes, era padre de aquel debilucho chiquillo, sin ofenderlo, claro.
Al comienzo de la velada todo pareció ir bien, la celebración fue genial, todos parecían disfrutar y estar orgullosos de el rey Fergus, o eso le dijeron, porque apenas pudo escapó de ahí, no queriendo admirar el trono y corona de su madre ser usurpadas por alguien tan poca cosa como lo era Gothel, le dolía, y le dolía mucho. Secó sus lágrimas al escuchar unas ramas romperse tras ella, se levantó con rapidez y enfrentó a aquel que la espiaba en aquel momento tan íntimo.

- Lo siento, no quise molestarte.- Y frente a ella estaba aquel vikingo joven, que lucia avergonzado y algo preocupado.

- Déjame sola, por favor.- Respondió suave, y frunció el ceño al ver al otro parado aún frente a ella y sin intenciones, al parecer, de largarse.- ¿Qué esperas?

- ¿Estás bien?

Y Merida no fue capaz de responder a ello, se le formó un nudo en la garganta, y sintió sus ojos arder y llenarse de lágrimas. Hace años que nadie le preguntaba si estaba bien, jamás pensaron en lo difícil que es para una hija el despertar cada mañana y no recibir aquella sonrisa y aquel beso suave sobre su frente que su madre siempre le daba al verla; o los regaños suaves que le daba cuando no se comportaba como una princesa. Aún la veía de brazos cruzados y el ceño fruncido al verla recibir su primer arco, ella estaba feliz, y su madre, a pesar de sus creencias, la dejó lanzar flechas a su gusto y comportarse como quisiera. Es el último recuerdos que tiene de ella, luego de eso fueron atacados por una enorme bestia, y su madre cumplió con su rol de protegerla, manteniéndola oculta y distrayendo a aquel monstruo que la llevó a su muerte.
Una mano sobre su hombro la trajo a la realidad, el castaño la miraba con una sonrisa leve, y ella no pudo evitar llorar y enredar sus brazos sobre el extraño, quien sin dudarlo la rodeó, y la acompañó el resto de aquella larga noche; se presentaron, él se llamaba Hiccup Haddock, y sí, Merida se rió de su nombre por unos minutos, y él simplemente la dejó hacerlo.
Eran las tres de la mañana cuando la princesa invitó al vikingo a los establos, le presentó a su corcel Angus, y dieron una vuelta por el castillo, evadiendo por completo el gran salón, donde los gritos, abucheos y la música resonaban con potencia, y finalmente llegaron arriba, a la última torre de aquel castillo, admiraron las estrellas por largos minutos, contaron anécdotas del pasado, siendo el joven quien por más había pasado. Como cuando intentó casar un dragón y terminó rompiéndole la nariz a un hombre de su pueblo.

- Pero bueno, ahora está bien, me odia, pero sigue vivo.- Finalizó, luego miró a Merida- ¿Y tu?

- ¿Yo qué?- preguntó entre risas.

- Ya te dije que era bueno inventando trampas y otras cosas, ¿tú en qué eres buena?

La pelirroja lo pensó, y una sonrisa y la nostálgica inundaron su rostro, se apoyó sobre el duro cemento de la torre y cruzó los brazos.

- Era buena con el arco.

- ¿Eras?

- Ya no lo hago más.

- ¿Por qué?

Le contó un poco la historia, sobre su desánimo desde aquel fatal día, y el como lo había dejado completamente hace dos años porque es lo que su madre hubiera querido. Hiccup la escuchó y buscó su mirada, hasta que el verde y el azul chocaron.

- Si tu madre estuviera aquí- empezó, atento a las reacciones de la chica- ¿estaría molesta al verte usar el arco?

- No-. Negó inmediatamente-. Me reclamaría cada vez que pudiera, que una princesa no debe usar armas, que las armas no van en la mesa, pero jamás me hubiera prohibido usarlo.

- ¿Y por qué lo dejaste entonces?

Y antes de que pudiera responder aquella pregunta, el gran jefe de vikingos gritó el nombre de su hijo, ambos observaron hacia abajo y lo vieron buscando a su alrededor, Hiccup miró a la princesa le sonrió y acarició su cabeza como despedida.
Esa fue la última vez que Merida vio a el muchacho, han pasado cinco años desde entonces, ella tiene diecinueve ahora y su padre y madrastra han hecho un buen trabajo como reyes, o eso es lo que le dice su padre.
Desde hace un tiempo que los clanes se habían separado, estuvieron a punto de entrar en guerra y todo eso debido a los rumores que se habían creado hacerca del amorío de la reina con uno de los hijos de los jefes de los otros clanes. Merida sabía que no era un rumor, ella lo había visto con sus propios ojos y cuando fue capaz de encarar a aquella mujerzuela recibió los primeros gritos de su padre, y la primea cachetada por parte de Gothel. Desde entonces ella ha pasado más tiempo fuera del castillo, recorriendo el reino entero junto a su corsel y su querido arco y flechas; sale al amanecer y llega al atardecer, de vez en cuando charla con su padre, y vuelve a sentir aquel cariño que sabe siempre existirá entre ellos, pero aquella chispa se apaga apenas la reina hace presencia, volviendo todo incómodo y todo frío entre ellos.

Actualmente la princesa está llegando al castillo, le encarga su corcel a uno de los guardias de la entrada y le pide por favor que rellene su establo con agua y alimento, entra por la cocina, donde todas las cocineras la saludan, les roba un par de bocadillos y abandona el lugar para ir a su habitación, aunque todo cambia cuando a mitad de camino se topa con la reina, quien le hace señas para que le siga, y ella no puede decirle que no, porque no quiere enfrentarse nuevamente a su padre y que terminen discutiendo por ella, no otra vez. La caminata fue silenciosa, y se sintió larga, muy larga, hasta que llegaron al salón principal, donde una gran mesa reposaba junto a un gran banquete, el rey descansaba en la silla principal y comía a gusto una pierna del pavo que yacía frente a él.

- Hija- le saludó con una sonrisa, y apuntó con su cabeza a un lado de él.- Ven, siéntate a mi lado, debo hablar de algo contigo.

- ¿Qué ocurre?- preguntó mientras tomaba asiento y miraba a su madrastra con el ceño fruncido.

- Necesito que vayas a Berk, la isla de los vikingos y firmes unos papeles en representación mía.

Y cuando aquel vaso cayó al suelo estruendosamente Merida supo que era algo importante, y que estaba interfiriendo entre los planes futuros de Gothel.

Y cuando aquel vaso cayó al suelo estruendosamente Merida supo que era algo importante, y que estaba interfiriendo entre los planes futuros de Gothel

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⏰ Última actualización: Apr 22 ⏰

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