Prólogo

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      El comienzo y la llegada de un nuevo vecino a Wastelands

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      El comienzo y la llegada de un nuevo vecino a Wastelands.

    La ciudad se contemplaba en una oscuridad abrumadora. Las luces de los faroles que se encienden en el atardecer, de una forma u otra, ninguno iluminó las calles. Como si una especie de maldición recorriera cada rincón de la ciudad, robando cada chispa de luz y acechando desde las sombras.

   Los habitantes se asomaban en las ventanas, buscando algo entre la espesura de la noche. Verificando que, como pensaban, en las otras casas o edificios no tenían electricidad. La confusión y la duda carcomía a cada persona en la zona.

   Un demonio miraba desde un callejón sin salida, esperando y buscando una presa. Vió a lo lejos como un hombre se tambaleaba desorientado. La criatura lo percibió perfecto para su acto. Nadie podía verle, solo la luna y las estrellas, únicos focos que contemplaría los hechos del crimen a punto de cometer. El monstruo lo tenía todo calculado, sabía que su simple presencia causaría que todas las luces no funcionarán correctamente.

  Se acercó despacio, con toda la cautela posible. Pero también quería causar temor. No había nada que lo llenará tanto de éxtasis como ver el terror en los ojos humanos. Sus garras se deslizaron por el asfalto, causando un fuerte chirrido. Y como si de hierros afilados se tratase, dejaba chispas a su paso.

   El hombres confundido y aturdido por los sonidos escuchados, exploraba con los ojos entrecerrados. Sintió una presencia, algo que no podía ver, pero de cierta forma sabía que era algo más grande que él. Apresuró su caminata torpe, pues el alcohol que traía en sus venas le impedía un mayor control de los movimientos de su cuerpo. En medio de la calle, el borracho decidió voltear a ver, sentía que no importaba lo mucho que intentará correr, aquellos fuertes pasos y chirridos se hacían cada vez más cercanos. No podía ver bien por la oscuridad, pero sus ojos si estaban claros de algo. Se paralizó al darse cuenta de la sombra desdibujada de una criatura de varios metros, grandes garras que arrastraban por la calle, causando las breves centellas que salpicaban de sus zarpas. Pero lo más aterrador, no era su breve aspecto, porque sin duda alguna algo resaltaba más en el terrible engendro: sus ojos. Unos grandes glóbulos oculares, tenían un matiz carmín, como si fueran enormes portales a las cenizas y llamas del purgatorio. Quedó hipnotizado por la única luz que proyectaba el fenómeno.

   Las lágrimas salieron del rostro de aquel hombre, pues en los ojos de la criatura encontró de todo menos paz y calidez. En ellos vio su propia culpa provocada por sus pecados, percibió el fuego arder en su propia piel. El sujeto estaba temblando y sin poder moverse. Aquella presencia no le permitió hacer nada, solo contemplarlo como lo único que haría antes de que se acabará su vida. Quería arrodillarse, pedir disculpas por lo malo y hasta por lo bueno. Deseaba un perdón, gritar a todo pulmón por ayuda y rogar clemencia. Pero el demonio no tuvo una pizca de piedad. Antes que su víctima causará un barullo le arrancó la cabeza de un solo bocado.

   Los grandes colmillos arrancaron sin dificultad la corona, desprendiendo esa extremidad del resto de su cuerpo. Su hocico alargado trituró el crujiente cráneo, mientras la sangre salía a borbotones del cuello del hombre. Las piernas de la persona cayeron al suelo y un charco se hizo alrededor de él.
  
   El cruel asesino decidió devorar un poco más, arrancando los hombros y el interior, revolcando sus órganos internos. Hasta que se hartó pasado un rato, dejando solo par de piernas.
   Luego de terminar la provechosa cena, decidió marcharse antes de que alguien pudiera verle y avisar al vecindario. Y en la lejanía, mientras tomaba poco a poco una forma más humana, la electricidad volvía a sus calles.

   En la tranquilidad de los hogares solo fue un pequeño apagón de dos horas, pero para otros, significó el arrebato de una vida.

   En la mañana los reportajes exponían los crímenes de la noche anterior:

   "Se han descubierto los restos de una persona en mitad de la calle"

   "Un Oscuro acecha la zona"

  Y luego de una semana, las informaciones televisivas seguían sin dar muchos cambios en el asunto:

    "No salgan luego de las 6 p.m"

    "Los cazadores buscan rastros o posibles sospechosos, pero sin nada en las manos todavía. Se cree que el demonio huyó poco tiempo después del crimen."

   Mientras tanto, el asesino en su forma humana observaba el televisor con unas palomitas recién hechas en el microondas. Las noticias sobre él llenaban casi todos los canales.

-Hoy volveré ...- pensó en voz alta. Rebuscó entre los cojines el control remoto. Estaba cansado de escuchar tanta cháchara de su persona. Siguió llevándose palomitas a su boca. Se detuvo y las miro con desgano.

-Esta mierda no me llena. - miro detrás del sofá la pequeña montaña de distintos envases de alimentos. Habían tantos envoltorios de comida rápida como instantánea. - Nada de esa mierda me llena. Aún tengo hambre.
   Sintió su estómago rugir una vez más, exclamando el alimento que realmente necesita. No quería, pero la carne humana lo llamaba otra vez.





Velmosh [Es hora de llorar por tus pecados]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora