Era una mañana de primavera, cuando el frío del invierno aún se puede sentir, las flores todavía no dejaban salir sus pétalos al sol y el rocío matutino cubría los pastizales, Amanda iba sentada junto a su padre en su auto, emocionada, tomaba fuertemente el vuelo de su vestido favorito, mientras sus ojos dejaban escapar una que otra lagrima, que venían mezcladas con tristeza y emoción. Dentro del auto había un silencio sepulcral, solo podía sentirse el sonido de las llantas sobre la carretera y el silbido del viento fuera de la ventana. El padre de Amanda inspiró profundamente por la nariz, dejando escapar el aire por la boca, mezclado con un leve olor a cigarrillo y el café que se había tomado antes de salir de casa.
— ¿estas segura de esta decisión hija? — preguntó con un tono calmado su padre, rompiendo el silencio. — nunca he estado más segura papá, oí el llamado de Dios, no podría seguir con mi vida sin contestar a su llamada, como ver a una persona ahogándose y no hacer nada por él. — contestaba Amanda mirando a su padre como buscando su aprobación con su mirada, su padre no quería voltear a verla, los verdes ojos de su hija, que con el sol parecían dos vitrales brillantes siempre fueron su debilidad y ambos lo sabían. — hay otras formas de mostrar a Dios tu fe, ir a la iglesia por ejemplo, formar una familia incluso e inculcarles las enseñanzas del señor, se que te ilusiona mucho, pero ahora es el momento para dar la vuelta si así lo quieres, nadie te lo va a recriminar y se que tu madre estará feliz, también tus hermanos — ¡papá por favor!, créeme que ya es muy difícil esto, no me lo pongas más complicado, siéntete orgulloso de tu hija por favor — interrumpió Amanda a su padre, tomándolo muy fuerte del brazo, apoyando su cabeza en su hombro. — Estoy muy orgulloso de ti mi amor, tu madre igual y tus hermanitos ahora que están pequeños quizás no lo entiendan, pero créeme, estarán muy orgullosos cuando entiendan que es lo que estás haciendo — gracias papá, necesitaba oír eso — respondía secando sus ojos con su pañuelo.
Después de un par de horas más y sin volver a hablar, llegaron finalmente a su destino: el monasterio benedictino de la Santa Trinidad, ambos se bajaron del auto, mientras su padre bajaba un par de maletas, llevándolas frente a una gran reja metálica de color negro, la cual estaba adornada con un arco de rosas que aun no estaban en flor, después de tocar el timbre esperaron un par de minutos hasta que apareció una monja muy alta caminando hacia la entrada, era una mujer ya mayor, tenia un rostro que se veía algo severo, un mentón puntiagudo y un enorme lunar al lado de su nariz. la reja hizo un enorme escándalo al abrirse, rechinaba muy fuerte, pero no parecía poner resistencia para ser abierta. Amanda al ver a esta enorme señora, se sintió un tanto intimidada, sentía que en cualquier momento le iban a levantar la voz y a regañarle sin previo aviso, pero nada más lejos de la realidad. — buenos días, soy la madre Miranda, me imagino que tú debes ser Amanda Holt, ¿verdad? — la voz de la mujer que hace un par de segundos asustaba a la joven, ahora mágicamente cambió ante sus ojos, tenia una voz suave y gentil, que llenaba de confianza a Amanda — así es madre, soy Amanda mucho gusto, he venido aquí para iniciar mi noviciado — siempre es un agrado escuchar eso Amanda, cada vez que una joven viene aquí a entregar su vida a Dios, el corazón de todas las hermanas, el mío y el de Dios se llenan de orgullo querida y este hombre que viene a tu lado, debe ser tu padre ¿es así? — así es madre Miranda, mi nombre es James Holt, padre de Amanda, mucho gusto — me imagino que debe estar orgulloso de su hija, no cualquier jovencita hoy en día sigue este hermoso camino — decía madre miranda con una enorme sonrisa, que hacia que su rostro se arrugara aún más — claro madre, muy orgulloso de mi pequeña, recuerdo como si hubiera sido ayer como cantaba con emoción en el coro de la iglesia y era ella cada domingo quien despertaba de los primeros en la casa, emocionada corriendo y despertando a todos para ir a misa, siempre una niña alegre y entusiasta, su madre no nos pudo acompañar hoy, porque no podría aguantar la despedida, pero les enviá mucho amor y pide que por favor cuiden a su princesa — así será señor Holt, su hija estará en buenas manos, aunque me temo señor Holt, que ya es momento de la despedida, Amanda tiene mucho por hacer en su primer día, conocer el convento, vestir su primer hábito, entre otras cosas —el padre de Amanda se acercó a ella y puso sus manos sobre sus mejillas, mientras la miraba a los ojos — pronto nos veremos hija, estoy muy orgulloso de ti, no lo olvides, tu madre está orgullosa de ti, te vamos a extrañar mucho, trataremos de venir a visitarte seguido mi amor, sigue el llamado de Dios y siempre confía en tu fe, mantente fuerte preciosa — Amanda abrazó muy fuerte a su padre, colocando su cabeza contra su pecho, mientras se le escuchaba sollozar.
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El fruto prohibido
Teen FictionAmanda es una joven, dispuesta a entregar su vida al servicio de Dios, ingresando como novicia a un convento de monjas benedictinas, donde conocerá a Elena, una novicia fuera de lo común, que hará que su fe, comience a tambalear