ÚNICO

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Jimin no podía dormir. Había demasiado ruido. Eran las malditas tres de la mañana en su apartamento de mierda y él simplemente no podía pegar un ojo.

Porque había mucho ruido.

Golpes contra una endeble pared de no más de quince centímetros de grosor y ni siquiera era de concreto. El edificio era una real porquería, pero era barato y lo único que podía pagar con su miserable salario y con lo miserable venían los ruidos que hacían sus vecinos por las cuatro esquinas, literalmente. El vecino del departamento de arriba hacía fiestas los viernes y el ruido era tanto que incluso los propios muebles de Jimin vibraban por lo fuerte del bajo en los parlantes. El vecino de abajo le gritaba todos los putos días a su mujer y Jimin podía oír hasta el roce de los zapatos del viejo culo borracho cuando se arrastraba dentro y empezaba a insultar a la pobre mujer que era su esposa. Gracias al séptimo cielo que no tenían hijos, o nunca vería el final de eso.

Otros ruidosos eran los vecinos de al lado, a la izquierda. Un par de universitarios peleones que cada dos días estaban gritándose por quien debía levantarse primero los lunes y preparar el desayuno o a quien le tocaba sacar la basura los miércoles o si la tarea de alguna materia era para jueves o viernes o una mierda así. Siempre eran las mismas cosas con las mismas personas en el mismo edificio hecho de cartón.

Pero el vecino al otro lado... justo en la pared a la derecha, el que estaba haciendo ruido esta noche y no era nada parecido a los ruidos que todos los demás hacían. Y extrañamente todos los otros vecinos estaban en silencio a esa hora de la madrugada, excepto él. Él y sus ruidos obscenos, haciendo eco en todo el departamento de Jimin y en su cabeza.

Joder.

Jimin estaba cansado, tenía sueño y tenía que levantarse en dos horas para ir a trabajar a una fabrica de refacciones que pagaba una mierda por las horas que Jimin pasaba de pie frente a una banda en movimiento, pero era lo único que había y al menos tenía techo y comida. Pero el vecino no hacía nada más que gemir y gruñir como si estuviera follando con alguien, pero no se oían más voces, solo el profundo gruñido excitado de su vecino. Min Yoongi. El hombre caliente y sabroso, que vivía al otro lado de su delgada pared de yeso y que cada tarde, cuando Jimin volvía del trabajo, estaba en su puerta, como si esperará por él, solo para saludarlo y preguntarle por su día, pero no hacía nada más que eso. Saludar y sonreír como un puto modelo de comercial de pasta de dientes y luego volvía adentro de su propio apartamento y no se escuchaba nada más el resto de la noche hasta que se hacía tarde en la madrugada y comenzaba a follarse al aire porque nunca se escuchaba a otra persona con él y Jimin pasaba horas de interminable tortura, imaginando que su sexy vecino gemía y gruñía así, pero con Jimin debajo de él, desnudo, caliente y dispuesto. Todo abierto de piernas y con el culo lleno de la polla de su vecino, Min Yoongi.

Mierda.

Jimin necesitaba cerrar los ojos y dormir, no imaginarse que le golpeaban el culo hasta partirlo en dos. Pero cómo se suponía que iba a hacer eso si se escuchaba tan claro cómo Yoongi se deshacía en ruidos lujuriosos y probablemente se masturbaba con su mano derecha tan duro que todo el jodido edificio podía oírlo también.

Vio el reloj digital en su mesita junto a la cama. Las tres con treinta y cinco y su vecino seguía en su sesión de pajas desde hace mas de media hora. Jadeando y susurrando palabras inentendibles y como cada madrugada, Jimin se revolcaba en su propia cama tratando de adivinar lo que decía su vecino en el calor del éxtasis, las cosas sucias que probablemente murmuraba mientras estaba ido de excitación, jalándose la polla tan fuerte y rápido y Jimin volvía a imaginar que en lugar de su mano le follaba el culo a él, así de rápido y así de duro. Jesús.

Jimin estaba completamente mal, completamente despierto. Y completamente duro, cachondo y necesitado. Ya había pasado un tiempo desde la última vez que folló con alguien y su poco discreto vecino lo ponía mal. Tanto que, sin darse cuenta, se levantó de la cama, de puntitas para evitar ser escuchado, porque hasta para tirarte un pedo tenías que ser silencioso, a menos que quisieras que todo el edificio se enterará de tus flatulencias.

Detrás de la pared |YM| +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora