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- Muchas gracias por su servicio, Sir Juan. - Una voz juvenil agradeció con encanto y cortesía a su tutor. El adolescente se inclinó lento, y elegante para despedirse de acuerdo a la etiqueta, tal como había aprendido durante sus sesiones de estudio con el hombre. Este hecho hizo sonreír con deleite al adulto.

Juan negó con modestia.

- No tiene de qué agradecer, joven Ollie. Fue un placer para mí trabajar para usted y su noble familia. - Dijo, repitiendo la acción del menor.

Ollie agrandó su sonrisa, y se removió tímidamente golpeando sus pies contra el suelo en señal de inquietud.

- ¡Cuándo me gradúe del instituto le buscaré, lo juro! - Aseguró el pelirrojo de puntas azuladas. Juan suspiró.

- Enfoquese en sus estudios, por favor. Recuerde que será el sucesor de su padre el vizconde. - Pidió alejándose del chico. El mayordomo de la casa principal le indicó que su transporte había llegado por lo que Juan se detuvo un momento a mirar a su alumno, y le dijo: - Debo irme, joven Ollie. Mi carruaje me espera.

Ollie abrió y cerró la boca tratando de decirle algo, pero tropezó estrepitosamente entre palabras, y optó por tomar acciones, buscando algo entre sus bolsillos. Cuando lo encontró, sus ojos brillaron con emoción.

- Tome esto, por favor, Sir Juan. - La mano del joven atrapó los guantes del adulto deteniendo su paso. Juan miró consternado a su alumno en espera de una explicación. - Compré esto para usted... como agradecimiento, le ruego que lo acepte.

Entre sus manos un reloj de bolsillo salió a relucir destilando brillos dorados. Las manecillas del pequeño aparato no sonaban tan molestas como las recordaba.

Juan sonrió, agradecido por el gesto.

- Gracias, joven Ollie. - Y revolviendo sus cabellos amistosamente, se giró retomando su camino.

Una bolsa de oro era el motín de recompensa que había obtenido tras pasar cinco meses dándole tutorías al adolescente.

Un dinero que no tendría suficiente valor al llegar a casa.

Un dinero que no tendría suficiente valor al llegar a casa

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- ¿Es todo? - Reclamó la ronca voz del jefe de familia.

- Sí, señor, es todo. - Respondió Juan con sencillez. Su frente casi toca el suelo donde se encuentra de rodillas inclinado. Su voz tiembla un poco cuando los dedos de sus manos se enroscan tratando de ocultar su nerviosismo.

- 50 monedas de oro... - Pronunció el Barón con desagrado al terminar de revisar el motín, tirándolo frente a Juan. - Apenas alcanza para tu renta de este mes y una botella de medicina para tu hermana. Espero que seas consciente de eso.

- Lo soy, mi señor.

- ¿Y entonces? - Preguntó con rabia parándose de su comoda silla al golpear su escritorio. - ¿Qué tienes para mí? Una botella no es suficiente para mi sobrina, ¿acaso la dejarás morir?

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⏰ Última actualización: Apr 11 ⏰

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Sir Juan | Rubuan + JuanplayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora