No podía moverse, intentaba gritar pero su cuerpo no respondía. ¿Acaso estaba muerta? Trataba de recordar algo pero nada venía a su cabeza.
Por un momento creyó que era una señora adulta a punto de morir, ya que el estado en el que se encontraba no daba para más.
Cuando su cuerpo le permitió abrir los ojos, se dio cuenta de que estaba en una especie de jaula. La poca luz que había le permitió ver unas pequeñas jaulas con unas cuantas gallinas, además de unas cajas alrededor de ella.
Su corazón empezó a acelerarse. Se sentó e intentó abrir rápidamente una de las cajas; observó que contenía sobres con semillas, luego abrió otra un poco más grande y tenía herramientas de jardinería.
Trataba de recordar cómo carajos llegó a ese lúgubre lugar. Se estaba empezando a desesperar, pero la especie de jaula en la que estaba se empezó a mover bruscamente hacia arriba, lo que hizo que se cayera y se golpeara la nuca, y como si de un rayo se tratara, un recuerdo llegó a su mente.
—Jane —Susurró, supuso que ese era su nombre, no lo quería olvidar por lo que trató de decirlo más claro, pero al intentarlo, sintió que un fuerte dolor desgarró su garganta. La sentía muy seca, trató de pasar saliva, cosa que la ayudó y le calmó un poco la resequedad de la garganta.
El pánico nuevamente se apoderó de ella. Trataba de buscar algo que le ayudara a salir o respuestas a esta situación.
Vio al costado de su cadera una especie de bolsillo de piel, lo abrió y había una navaja color azul marino, la volvió a dejar donde mismo.
Habían pasado unos quince minutos buscando la manera de salir, pidiendo ayuda y gritando. Supuso que no quedaba más que esperar. Se sentó, acercó sus piernas a su abdomen abrazándolas, estaba tratando de mantener la calma.
Después de un rato, por encima de la jaula, a lo lejos, se veía una línea de luz, se estaba aproximando a ella. Su corazón volvió a acelerarse. ¿Qué habría detrás? Antes de que la jaula se acercara aún más, recordó la navaja que tenía a su costado y la tomó: sea lo que sea que haya detrás no se arriesgaría a morir tan rápido.
Tan pronto como la jaula paró, la línea de luz se hizo más extensa, lo cual la cegó por unos segundos. Con los ojos entrecerrados y la visión borrosa pudo observar que había personas asomándose. Ellos murmuraban, pero no entendía lo que decían porque hablaban todos a la vez.
Poco a poco su visión se hizo más clara y vio nítidamente sus rostros. Todos tenían cara de asombrados y parloteaban sin parar, además, pudo darse cuenta de que todos eran hombres o al menos eso era lo que aparentaban.
—Es una chica —Se escuchó hablar uno de ellos.
—¡La pido para mí!
—¿Cómo es?
—¿Está guapa?¿Qué estaba pasando? ¿Qué es este lugar? ¿Por qué estoy aquí? ¿Quiénes son estos hombres? ¿Por qué están tan asombrados? ¿Por qué estaba encerrada? ¿Por qué hay tanto material de granjero? ¿Quieren matarme?
En cuanto pudo reaccionar frunció las cejas y tomó amenazante la navaja girando a ver a cada uno de los asomados.
—¿Quiénes son ustedes? Y ¿Qué es este lugar? —Exclamó.
—Tranquila, novata —Habló un chico rubio—. Baja la navaja, sube y te explicaremos —Habló con una sonrisa que le transmitió un poco de tranquilidad a la chica.
No tenía de otra, agarró una soga que le lanzaron y se sujetó a ella; al llegar casi hasta arriba el rubio le extendió la mano, dudosa la tomó y le ayudó a llegar hasta arriba.
Ella se volvió a poner a la defensiva al ver que todos los hombres se acercaban a su alrededor. Comenzó a asustarse aún más al ver que todos la miraban y hablaban sin parar.
—Cualquiera que intente tocar a la chica, será desterrado al laberinto —Pronunció un chico de tez negra. Todos guardaron silencio. —Bienvenida al Área, novata.