Four years old

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30 de noviembre, 1897.

Las paredes eran altas para aquel pequeño niño, con muros que se elevaban a su alrededor como si estuviese yendo camino a una prisión, el lugar daba miedo con su pintura blanca, la gente con vestimentas de colores claros y carritos que sonaban por...

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Las paredes eran altas para aquel pequeño niño, con muros que se elevaban a su alrededor como si estuviese yendo camino a una prisión, el lugar daba miedo con su pintura blanca, la gente con vestimentas de colores claros y carritos que sonaban por el metal y el vidrio de botellas chocando entre sí, veía a gente negra con sabanas sucias y blancas, y a los laterales de los pasillos habían algunas sillas de metal que, al moverlas, ocasionaban un ruido chillón que le causaba un estremecimiento para sus oídos sensibles. 

Además, hacía demasiado frío por las ventanas abiertas, y cada pocos segundos tenía que esconderse en su pequeño abrigo de piel, pero incluso haciendo eso, el frío del invierno era estremecedor.

Su padre, en cambio, parecía no verse atormentado por nada de lo que Alfie veía o sentía, caminando con rapidez por los pasillos como si fuese su hogar. Sus piernas eran más pequeñas y quedaba atrás con facilidad.

"Por amor de dios, Alfred." Caleb susurró, alzándolo en sus brazos fuertes para seguir en busca de algo desconocido, "¿dónde está?"

Siendo un niño con apenas consciencia de lo que sucedía a su alrededor, podía darse cuenta del comportamiento peculiar que estaba teniendo su padre los últimos días, murmuraba entre dientes, daba miradas a su madre que le daban un miedo genuino, y tendía a salir de su pequeña casa con un portazo que resonaba por todo el lugar.

Y ahora no entendía por qué estaban en aquel lugar, su madre y Maggie habían salido a altas horas de la mañana sin dar una explicación, dejándole confundido al despertar y no ver a las dos mujeres cerca de él.

"Mi esposa, Rebecca Solomons, dio a luz hace un par de horas." Una enfermera los guio hasta una habitación gigante, con decenas de camas una al lado de otra de forma ordenada con gente debajo de sabanas delgadas, todas sufriendo de algo que desconocía.

El pequeño Alfie se escondió en el cuello de su padre, cohibido por tanta gente desconocida, por no tener una respuesta ante las preguntas que no sabía formular y tener frío en su cuerpo.

"¡Caleb! ¡aquí, cariño!" siguió sin ver donde caminaba su padre, pero alcanzó a escuchar la voz de su madre.

Al estar literalmente en su cuello, pudo oír el suspiro de cansancio de su padre, más tranquilo en su andar hasta la cama en la que se encontraba su madre.

Cuando sintió la voz de su madre susurrando palabras de amor a alguien, decidió que era momento de verla, salió de su escondite para ver el cabello castaño claro en una trenza desordenada, sus ojos con bolsas debajo de estos y una sonrisa llena de amor y cansancio que le hizo fruncir el ceño.

Ya no estaba con una barriga gigante, parecía normal, y aquello asustó al pequeño, ¿Por qué su madre se había adelgazado tan repentinamente? ¿qué le sucedió? Ayer en la noche estaba con su estómago hinchado y diciéndole que tendría un hermano pronto, que tendría que prepararse. ¿Ella estaba bien?

"Alfie, mi pequeño pedacito de cielo, ven con mamá." Se alejó con rapidez de su padre, abrazando a su madre cuando le dieron la mínima oportunidad.

Ella se dedicó a acariciar su espalda con un amor inconfundible, y en su oído derecho podía escuchar el corazón de su tan querida madre, en un ritmo tranquilo, con respiraciones que le hicieron saber que estaba bien.

"¿te acuerdas de que hace un par de meses atrás te dijimos que tendrías un hermanito?" asintió, viendo a la gente que estaba postrada cerca de la cama de su mamá, "bueno, Maggie fue a buscar al bebe, y no tendrás un hermanito, es hermanita. Serás el hermano mayor de una niña, mi dulce pequeño."

En ese momento, no entendía muchas cosas, sabía que el hablar de su madre le entregaba calidez, o que disfrutaba demasiado de escucharla hablar en un idioma del que apenas entendía cosas, que jugar con su padre siempre sería el mejor regalo que podría tener, y que ver a Maggie cocinar era tan relajante como dormir una siesta en la tarde.

El concepto de tener un hermano era raro para él, todavía se replanteaba que significaba.

"señora Rebecca, aquí esta Scarlett." con un pequeño y suave movimiento de Rebecca, él se dio la vuelta y vio a Margareth sostener algo con mantas amarillas.

"Alfie, te presento a tu hermanita, Scarlett." cuando la vio, ladeo la cabeza con curiosidad, atreviéndose a acercar su mano hacía el pequeño bulto envuelto en mantas, notando lo suave que era la piel de su mejilla, como sus ojitos estaban cerrados y sonreía entre sueños.

La gente a su alrededor comenzó a hablar, sus padres a conversar sobre cómo fue el parto o cosas así, pero Alfie no hizo eso, estaba demasiado concentrado mirando a aquel ser frágil e indefenso dormir, cuando acarició tímidamente la mejilla sonrojada de la bebé, pudo ver como causó la más mínima sonrisa en ella.

En aquel momento sintió como todas las dudas de ser un hermano mayor se resolvían en cuestión de segundos.

Con una sonrisa se acercó más al cuerpo cálido de su madre, extendiendo su pulgar hacia las manos de la bebe, y ella con dedos torpes envolvió su dedo, sosteniéndolo con fuerza.

"¿mamá?, ¿quién es?" preguntó, quitando por fin la mirada del delicado ser, fijándose en como los ojos chocolate de su madre lo miraban con adoración y amor.

"es Scarlett, Alfie, tu hermana pequeña."

Cuando volvió a verla, la bebé ya había abierto los ojos, bostezando mientras movía sus pies, viendo la habitación con interés.

Sus ojos brillaban mirando todo con curiosidad, haciendo ruiditos hasta finalmente chocar con sus ojos grises.

"Hola, soy Alfie, tu hermano." Susurró admirando los rasgos de la bebé, sonriendo cada vez más ante la emoción de tenerla.

Estaba completamente atónito, embobado por la ternura y amor que parecía hechizarlo.

Ella era su hermanita, era el ser más tierno y frágil que había visto en su vida.


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Father TimeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora