01❁ worm

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Clea

Risas, encanto, felicidad, dicha, ¿dónde quedó todo eso? Pues al parecer todo fue reemplazado por lágrimas, tristeza, melancolía y golpes.

Tomé el primer sorbo para ver si el café estaba en su temperatura, pero permanecía caliente mientras sostenía la taza en mis manos. Estaba en el pórtico de mi casa sentada en la amaca que se extendía por éste. La noche era la protagonista con una luna y un cielo estrellado donde yo era víctima de ellas. Las estrellas me encantaban, razón por la que en madrugada me encontraba en este lugar con una taza de café en las manos y una manta cubriendo mis piernas.

Había pasado demasiado tiempo con la mirada perdida en el cielo que ya estaba amaneciendo y yo seguía ahí embobada, así que con total pereza me levanté sosteniendo la taza vacía e intentando no meter ningún ruido, entré a la casa. Subí las escaleras con delicadeza y ya en mi habitación solté una bocanada de aire. Ahí me oculté bajo las sábanas en mi cama como todos los días.

Golpes en la puerta hicieron que abriera los ojos de golpe. -Clea, Clea. - escuchaba del otro lado de la puerta a Padre. -¿Despertaste?

¿Qué clase de pregunta es esa?

Rodeé los ojos con molestia y me levanté de la comodidad para abrir la puerta. -Tú me despertaste, ¿qué pasa?

-El desayuno está listo. - habló mientras acariciaba mi cabello. Corrí su mano rápidamente. -Y buenos días, hija.

Se retiró del marco de mi puerta hacia otro lugar de la casa. Bostecé y estiré mis extremidades mientras caminaba descalza hacia el baño.

Al entrar en éste lo primero que vi frente al gran espejo fue mi reflejo; el de una chica completamente loca. Corrí la vista rápidamente y cerré los ojos intentando callar la voz que me repetía los mismo una y otra vez. Aún permaneciendo con los ojos cerrados abrí el grifo sintiendo el agua fría caer por éste. Con mis manos como cuenco contuve el agua que llevé a mi rostro y lavé para despertarme mejor. Abrí los ojos y lavé mis dientes para después, dirigirme a la cocina.

Ahí se encontraba Padre bebiendo café mientras leía algo en su teléfono móvil. Alzó la vista cruzando su mirada conmigo, la retiré rápidamente y me acerqué hasta sentarme en la única silla desocupada, la de frente a él.

-¿No crees que deberías despertarte más temprano? Que estés de vacaciones no implica que te tenga que despertar para tomar el desayuno. - su voz sonó con sorna. Un sentimiento ácido se propagó en mi interior y al parecer por mi mirada él lo notó y cambió su rostro irónico por uno completamente serio. -Lo siento, yo...

-Ya no tengo hambre. - murmuré para levantarme pero su voz resignada me detuvo.

-No irás a ningún lado hasta que termines tu cereal. Has perdido mucho peso, Clea. Mírate.

Bufé rendida y me volví a sentar de manera brusca haciendo tambalear un poco la mesa. Comí rápidamente el cereal con leche del plato que se encontraba frente a mí, con frustración gracias a la mirada fija y potente de Padre.

-¿Quieres dejar de mirarme? - hablé molesta mientras echaba la última cucharada de ceral a mi boca.

Calló y su entrecejo se frunció levemente mientras bajaba la mirada. -No entiendo porque eres así conmigo, Clea. - sus palabras hicieron un vuelco en mi pecho, el aire se volvió espeso, al igual que mis ojos. -Sé que es por ellos, pero yo no soy el culpable. - cerró los ojos y una lágrima bajó por su mejilla.

Me quedé helada y en silencio. Era la primera vez que sacaba a flote tan bruscamente el tema. Un nudo se formó en mi garganta, y sabía que de pronto estaría llorando. -No es tu culpa. Pero lamentablemente pasó, y cuando las cosas cambian, las personas también. - me levanté sin mirar atrás y subí corriendo a mi habitación.

hasar ◎ chandler riggsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora