Capítulo 1

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01 de enero de 1896
Londres, Scotland Yard.

Once y veintiséis antes del mediodía: el comisionado Henry Williams estaba fumando detrás de su escritorio mientras escuchaba el reporte de mi último caso.

No, esa es una falacia.

Podía parecer atento a mis palabras, pero dos años bajo sus órdenes me permiten conocerlo lo suficiente para saber que realmente, detrás de esa fachada, sé que estaba desesperado porque acabará por concluir y me largara de su despacho para poder leer su periódico en paz. Pude ver que en la primera plana se podía leer en letras grandes "Continúa desaparecida: no hay rastros de Lady Thompson".

Apreté los dientes al verlo. Solo me recordaba que ese caso había sido transferido a otra persona, algo que me había ocasionado un humor bastante irritable.

Las malas lenguas decían que seguro se había fugado con algún amante por unos días, pero yo conocía personalmente a Lady Rebecca Thompson, sabía que una dama tan respetable como lo era ella no desaparecería sin dar explicaciones. El inspector Bailey también lo sabía, por lo que se hizo cargo del caso de inmediato, algo comprensible, después de todo se trataba de su cuñada... pero Dios tenía otros planes para él y lo convocó a su presencia antes de lo esperado. No obstante no dejó ningún registro de las pesquisas de su investigación, algo extraño, ya que de él copié la costumbre de anotar todo en un diario.

Esperaba que ese trabajo pasara a mi competencia tras su muerte, pero no fue así.

—...por tanto, las evidencias demuestran que la vivienda de Frederick Taylor no fue saqueada; las cerraduras no fueron forzadas y no se encontró ningún acceso alternativo a sus aposentos —proseguí intentando resumirlo todo, pues nunca me ha hecho gracia hablarle a alguien que claramente no está interesado en escucharme—. Esto no fue más que un autorrobo, uno mal planeado, para poder declararse en bancarrota y poder evadir sus deudas en las casas de apuestas.

—Entonces el señor Taylor se creyó más inteligente de lo que realmente es. Sin duda no es lo suyo elegir a qué caballo apostarle —dijo sin darle importancia el comisionado luego de exhalar humo, más por obligación de decir algo—. ¿Podemos dar por cerrado el caso?

—Sí señor.

—Buen trabajo inspector Cox, puede retirarse.

Salí del despacho y atravesé los pasillos hasta llegar a la recepción, donde el anciano agente encargado del mostrador parecía batallar para permanecer despierto a pesar de ser mediodía.

—Deberías prepararte un café, James.

Acompañé mis palabras con una pequeña palmada en el mostrador, haciendo que abriera los ojos sobresaltado.

—James, ¿has pensado en la jubilación?

— ¿Y qué haría entonces, inspector Cox? —preguntó jugueteando nerviosamente con su gorra— A mis años, no puedo simplemente cambiar de estilo de vida.

—Bastaría con que descansaras en tu casa —sugerí—, en compañía de tu mujer y tus nietos, sustentarte con tu pensión... vivir por tí mismo en vez de por el cuerpo.

—El cuerpo es mi familia también —dijo sonriendo con cariño—. Recuerdo cuando el comisionado Williams era un novato de veinte y todos le gritábamos, era muy nervioso, se sobresaltaba con todo y eso nos divertía, el pequeño Willy, así le decíamos. Por esa época, el capitán Brown era apenas un sargento y yo solía patrullar en su unidad... una vez fuimos varios al gin palace del West End y acabamos teniendo una pelea que causó varios destrozos en el local... ah, qué recuerdos, el teniente Jones nos encarceló a todos una semana por eso. Policías en la cárcel, suena a chiste...

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⏰ Última actualización: Apr 09 ⏰

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