Sin retroceso.

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Solo habían pasado unos meses, pero ya no era la misma. Los ojos verdes de Amaia ya no lucían angustiados, hoy parecían alegres, con un brillo especial, volvía a sonreír, sus mofletes lucían ligeramente sonrojados por el frío y el viento le arremolinaba la melena castaña. Era impresionante como una chica de tan solo 16 años había podido superar todo aquello sin rendirse.

HACE OCHO MESES

- ¿Mamá? ¿Eres tú? – pregunta una voz desde la habitación de al lado.

-No, soy yo, Amaia. Mamá se ha ido a hacer la compra.

- Jo, necesito que me ayude con un problema de matemáticas que se me está atragantando.-contesta Serena con voz alegre.

- Da igual, ya lo haré mañana en clase.

-Serena, ¿estás hablando sola?- Pregunta Amaia sin prestar mucha atención.

-¡Se suponía que estaba hablando contigo, so mema!- chilla histérica, pero es que Serena no soporta que la ignoren y menos su propia hermana. A ella le encanta ser el centro de atención, bueno, que esperar de una niña que se hace mayor. Y es que en tan solo tres días cumple 14 años, aunque eso no le importa mucho, es más de las que prefiere pasarlo bien y hacer cosas nuevas sin pensar en el futuro, aunque siempre usando la cabeza, claro está.

-Perdona, estaba pensando en mis cosas.- responde la joven hermana con voz ronca.

En ese momento, Lucho, entra por la puerta, es un joven alto, moreno y de ojos oscuros, va vestido con una camiseta de tirantes blanca que deja al descubierto sus tatuajes de los brazos y el pecho. Amaia y el son de la misma edad, pero no son hermanos, aunque a ojos de la sociedad, lo son. Lucho entró en un reformatorio de pequeño y cuando salió, el mejor amigo de Martín, el padre de Serena y Amaia, lo adoptó, pero cuando este murió, Martín lo acogió en casa hasta que cumpliera la mayoría de edad y pudiera marcharse.

Serena sale de su cuarto y le hace un gesto con la mano. Amaia que estaba en la cocina le sonríe y Lucho se acerca a ella.

-¿Cómo estas Estrella?- pregunta el joven con una sonrisa en la boca.

- Bien. ¿Por qué me has puesto ese apodo?

- Pregunta la muchacha con curiosidad.

- Por que tus ojos son capaces de iluminar la más oscura de las habitaciones- Comenta seductor.

- Fuera de coñas, ¿porque Chispas?- Repite, sonrojada, y es que cada vez que el abre la boca, le da un vuelco el corazón.

-Por qué te ha tocado.- Contesta cortante, se da media vuelta y se marcha a su habitación.

No era la respuesta que esperaba, pero hoy todo le da ligeramente igual. Ya no ve el mundo con los mismos ojos. No se queja, no lo comenta con nadie y tampoco llora. Porque sabe que hay gente que lo estará pasando peor. Pero cada día se le hace eterno. No le gusta fingir que no pasa nada cuando en verdad le pasan mil cosas a la vez, pero también es consciente de que si se lo comenta a alguien, sería el mundo el que dejaría de verle con los mismos ojos; si todo se sabe, empezará a dar lastima y eso no lo puede permitir. Parecerá una tontería, pero ella sigue creyendo que todo es un mal sueño, que llegará un momento en el que se despertará y todo habrá acabado.


TRAS LA PAREDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora