00. Prologo: Fin de la monotonia.

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         Una noche fría, sin vida, oscura, como todas las demás. Estaba en mi escritorio, en la oficina, hasta las trancas de trabajos por terminar. Mi jefe, como siempre, gritando a más no poder que debíamos entregar las ilustraciones a tiempo. Solo un día más en mi monótona vida. El monitor en frente mio me cegaba, solo podía contar los minutos para terminar y largarme de ese lugar, todo para volver a empezar de nuevo la mañana siguiente.

Todos los días eran así. Llegar temprano a la oficina, aguantar reclamos de mi jefe, trabajar hasta no aguantar más, atrabancarme de comida basura que encontrase en alguna máquina expendedora, a veces incluso tenía que dormirme en la oficina.

Lo único que iluminaba mis días era fantasear con Mary, la supervisora de piso. Ella... Ella era tan dulce... Siempre me dedicaba una sonrisa cada vez que nos cruzábamos por los pasillos, o me regalaba algo de comida casera que había preparado de más. Ella revivía los más cálidos sentimientos que pensaba estaban muertos en mi interior, si ella seguía ahí estoy seguro de que podría aguantar esto por más tiempo.

De hecho, aguanté por más tiempo. Aguanté... hasta ese día. Mary no llegó ese día. ¿Por qué...? ¿Por qué no llegó ese día?

Solo llegué a escuchar que había dejado el trabajo. Una sensación que no puedo describir inundó mi pecho, solo pude lamentarme de no haberle dicho lo que sentía, eso era lo que más me dolía. Al parecer, la razón fue ese cerdo al que llamo jefe, ese malnacido la acosaba cada vez que podía, hasta el punto de que la llamaba a la oficina solo para molestarla.

Desde ese punto mi vida solo fue de mal en peor. Mi madre enfermó y después cayó en coma. No tuve más opción que sumergirme en el trabajo para pagar las cuentas del hospital. No salía de esa oscura madriguera que llaman oficina, ni siquiera para juntarme con mis pocos amigos.

Perdí la noción del tiempo y así pasaron los días, meses y años llenos de monotonía. Todo era así, hasta que llegó ese día. Uno de los pocos días en los que podía salir de la oficina, llegar a mi casa y dormir un poco. Pero eso no llegó a ocurrir, salía por la puerta de el edificio cuando, como si de un manga se tratase, una especie de brecha se abrió justo en frente de mi, dejando salir un portal rojo de el que luego saldría un enano y verde monstruo con una maza de madera y púas entre sus manos, lo que llamarían goblin.

Me quede congelado, solo había visto uno de esos en los mangas que solía leer cuando estaba en la secundaria y preparatoria, cuando mi vida aun seguía siendo color de rosa.

Ese goblin salto a por mi cabeza y puso fin a mi vida en un abrir y cerrar de ojos, no dio tiempo a que llamaran la ambulancia. Los presentes solo pudieron ver como me aplastaba el cráneo con su maza. Lo último que pude escuchar fueron algunos de los gritos de mis compañeros que solo podían espectar mi sufrimiento.

Cerré mis ojos por última vez... O eso creí.

Mis ojos fueron iluminados con una luz blanca incandescente, cuando los abrí solo me encontré con una habitación blanca, vacía hasta el último rincón.

Una figura en el aire con alas negras y una túnica envolviendolo me dio la bienvenida, más específicamente un niño.

—Bienvenido, Loid—. Me dijo con un tono de voz tranquilizador y apaciguante. —Te preguntarás quién soy, mi nombre es Neos. Lo que los humanos llaman Dios. He cometido el error que te trajo aquí. Enmendando mi error, he decidido que reencarnaras en Gaia, un mundo lleno de monstruos que en tu mundo catalogan como de fantasía.

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⏰ Última actualización: May 22 ⏰

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