El aire resoplando levemente, moviendo mi cabello hacia el lado izquierdo mientras mi mirada se encontraba en el cielo lleno de estrellas y la hermosa luna resplandeciendo como de costumbre.
— ¡Jen! ¿Puedo acompañarte? —preguntó algo avergonzada la menor
reí— Por supuesto, siéntate —dando unas leves palmadas al lugar libre que estaba al lado mío
Lexie, mi hermana, una chica menor que yo por dos años, de cabello castaño y ojos negros. Era realmente inexplicable la forma en que la amaba, era mi prioridad de todo este mundo, me agradaba cuando ella me acompañaba en momentos de soledad.
— ¿Qué haces despierta? Se supone que tienes clases mañana —abracé a mi hermana levemente, apoyándola a mí
— Tú también tienes clases... Además, tampoco puedo dormir. Me gusta mucho ver las estrellas contigo
No pude evitar dejar ir una leve risa, ¿cuántos años tendría en ese momento? Tal vez unos 13 años.
Sufría de insomnio, no podía dormir en las noches, mi costumbre era salir de la casa en la madrugada y sentarme en el techo, mi casa estaba alejada de la ciudad, siempre me quedaba admirando la luna por horas, era tan hermosa... Mi sueño siempre fue poder verla más de cerca, tal vez por un telescopio, pero sé que eso es imposible, mi madre no tenía una muy buena economía y no quería exigirle cosas realmente costosas.
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Solo podía admirar aquel satélite desde una pequeña ventana sellada por una pequeña reja color negra, su luz alumbraba mi habitación fría y pequeña, en mis manos sostenía un lapicero y un cuaderno, los cuáles me los había regalado mi madre en mi cumpleaños número 10.
Observé con atención aquel lapicero, era increíble que no se gastara desde hace 3 años, me sentía realmente sola, al dirigirse mi mirada nuevamente a aquella habitación lo único que podía sentir era lástima, lástima por mí. Los escalofríos se hacían presentes, el clima frío que siempre estuvo en mi habitación me los provocaba.
Cerré mi diario y lo guardé en el cajón de mi mesa de noche junto a aquel lapicero, tomé asiento en el borde de la cama para después dejar ir un suspiro, realmente me sentía miserable, al alzar la mirada pude verme a mí misma en el espejo que estaba colgado en la pared.
No pude evitar sentir lástima hacia mi persona, mi piel estaba demasiado pálida y había adelgazado.
Y lo que más odio...
𝐌𝐢𝐬 𝐨𝐣𝐨𝐬.
Dios, como los detestaba, era lo que más resaltaba en mí, estos brillaban de una forma inexplicable, ¿ojos violetas? Que anormal, era mi marca de experimento, solo quería de vuelta mis ojos negros al igual que mi vida normal, extrañaba vivir de forma normal junto a mi familia... Mi madre... Mi hermana.
— Soy una escoria.
Apreté con fuerza mi puño de la rabia, detestaba verme en aquel espejo, sentía que me había vuelto un fenómeno.
Me acosté en mi cama mirando hacia la pared de forma frustrada, tenía en claro que mi destino no iba a cambiar, iba a morir como un conejo de laboratorio.
Lo único que pude hacer fue cerrar los ojos y dormir, después de todo no tenía nada que hacer, ni siquiera sé cuánto tiempo llevo aquí.
Tal vez este sea mi castigo por haber matado a la persona que amaba.