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Si caes en la tentación tendrás consecuencias negativas
y normalmente peores que caer en ella.
[...]
Quince, diecinueve, veinte...
Tan solo veinte eran los hombres apilados cerca de la entrada.
A escasos metros se hallaba un tumulto de gente esperando poder entrar, sin embargo, la protección propia del recinto hacía imposible cualquier tipo de infiltración. Incluso, de no ser por las instrucciones detalladas de Ino, ella habría seguido su lógica al incluirse y esperar hasta el final de la fila. No obstante, su amiga había sido clara en aquel mensaje.
Ignoró las miradas de enojo e indiferencia de los que seguían manteniéndose en orden, para dirigirse directamente hacia el hombre con tatuajes en los nudillos que parecía ser el encargado de preservar el orden sobre todos ahí.
—¿Está en la lista? —le preguntó, sin rodeos.
—Junto al señor Sai Matsuda y su esposa —aseguró, en el mismo tono de voz que él usó. El hombre corpulento la observó por última vez antes de verificar en la pantalla de su PC portátil apoyada sobre la palma de su mano.
—Ah, sí..., señorita Uzumaki, ¿verdad?
—Haruno —corrigió—. Haruno Sakura. —Escuchó ligeramente el sonido de las teclas siendo presionadas por los dedos del guardia, corrigiendo parte de su tempestuoso pasado.
—De acuerdo, señorita Haruno. Pase, por favor... —indicó, soltando la cadena de metal para permitirle el paso.
Las luces neón le indicaron el camino a medida que atravesó la oscuridad del pasillo. Incluso, pese a que en cada pared se encontraban diferentes umbrales, Sakura siguió avanzando sin desviarse hasta llegar a la última puerta del corredor donde pudo observar a otros dos hombres supervisar la entrada. El sonido de sus tacones la acompañó durante los próximos diez segundos que tardó en llegar y detenerse frente a ellos.
A diferencia del primer hombre, ninguno de los dos dijo nada, en su lugar, ambos le abrieron la puerta sin contratiempos.
Una luz cegadora la obligó a cerrar los ojos momentáneamente. Cuando los volvió a abrir, Sakura deseó haber conocido mucho más del mundo para no haberse visto tan tonta y obvia, sorprendiendose por lo que sus ojos estaban viendo en ese preciso momento.
En su juventud, claro que había asistido a fiestas. Cientos, y cientos de fiestas. Pero, ciertamente, ninguna de ellas se podía asemejar —ni siquiera un poco— con lo que representaba ver a la mismísima excitación en persona exhibirse de forma tan directa en el rostro de las personas ahí presentes.
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Fue mejor
FanfictionDecimos "Hasta que la muerte nos separe", como si la muerte fuera el único obstáculo que impidiera a dos personas estar juntas. No siempre funciona de esa manera. No siempre la muerte es la culpable. La vida también puede volverse un obstáculo, y lo...