Pacto De Sombras: El Ritual Rojo (Parte I)

Capítulo 8: Camino incierto.

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"Siempre teniendo en cuenta que te conviertes en lo que piensas, ten mucho cuidado con cualquier pensamiento que albergues que implique dudas".

Wayne W. Dyer

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—Has crecido mucho —dijo la Mujer de Rojo.

Masao no podía verla con nitidez, era una especie de película borrosa, como un espejismo, que se proyectaba sobre la imagen de Dishi, pero ahí estaba, con un kimono rojo de novia cuya falda ondeaba en torno a sus piernas, el cabello largo y oscuro que se agitaba por una brisa inexistente y unos ojos rojos que brillaban en medio de la neblina...

No podía verla tal como era, pero ahí estaba, con su sombra fantasmal extendiéndose desde los pies de aquel muchacho...

—Eras solo un niño en aquel entonces... —el espíritu sonrió a través de los labios de Dishi—. Te acuerdas... ¿de ese día?

Aquella noche Masao había despertado en medio de la noche, envuelto en mantas y al lado del caballo, había visto a su madre cavar un hoyo con las manos y enterrar un objeto en él envuelto en cuerdas... Masao, siendo solo un niño, le había extrañado aquello, pero se había sentido más curioso por la pequeña caja de madre perla que estaba a su lado, caja en la cual había encontrado aquel kanzashi...

>>—Deja eso... —le había dicho Viorica cuando lo sorprendió con él entre las manos.

>>—¿Mamá...?

>>—¡Dije que dejaras eso! —exclamó ella con desesperación, arrebatándole el adorno para el cabello y volviéndolo a guardar en la caja con rudeza y terror...<<

Habían vuelto a casa tras eso, y los días siguientes le hicieron pensar a Masao que nada de lo que había sucedido esa noche había acontecido en realidad, su madre incluso parecía haber vuelto a la normalidad... Hasta que una noche... esa noche... todo cambió... Su madre se colgó e intentó destruir el kanzashi incendiando la bodega...

—¿Quién crees que mató a tu mamá? —preguntó la Mujer de Rojo—. ¿Yo...? ¿O fuiste... tú?

Masao retrocedió un paso estremeciéndose... bajando la mirada humedecida por las lágrimas, crispando las manos en la tela de su abrigo.

La Mujer de Rojo torció los bordes de sus labios en una sonrisa, ahogó una carcajada y se llevó un puño a la boca para apagar una segunda.

—El accesorio para el cabello, el kanzashi... —comenzó a hablar entonces Masao volviendo a elevar la mirada, enfocándola en los ojos fantasmales que se proyectaban en Dishi—, fue un regalo a jóvenes vírgenes que comenzaban a entrar en edad casamentera —él vio que la sonrisa de la espectro comenzaba a desaparecer hasta volverse una mueca tensa—. No era un regalo cualquiera. Era un talismán que llevaba los deseos de uno para seguridad y buena salud para la futura novia —Masao sacó el kanzashi del interior de un bolsillo de su abrigo y avanzó unos pasos sosteniéndolo en la derecha, a la vista del ser—. ¿Quién era el dueño? No sé si fuiste tú o alguien más todavía, pero los encontraré. Entonces podré averiguar tu nombre.

—Veintiuno —dijo entonces la Mujer de Rojo con la mirada dura, pero así como aquellas palabras salieron de ella, ese brillo en sus ojos comenzó a apocarse... Después solo eran unos iris azules que lucían adormilados y opacos—. Veintiuno... —murmuró Dishi meciéndose suavemente—. Ciento setenta y seis...