II

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Para Sarah, otro día comenzaba en la tranquila rutina de la biblioteca, como tantos otros que ya había pasado. Sin embargo, algo diferente flotaba en el aire, un zumbido de emoción susurrado entre los habitantes del pueblo. Rumores resonaban por las estrechas calles sobre la venta de una casa a un caballero procedente de una ciudad distante, famosa por su ajetreo y renombre. A lo largo del día, Sarah apenas podía escapar de las conversaciones que llenaban el aire en el pueblecito. Los murmullos y chismes bullían, alimentando la curiosidad de todos sobre el nuevo residente que pronto ocuparía la casa amarilla, con sus detalles blancos desgastados por el tiempo, como marcas de historia grabadas en sus paredes.

La llegada de los muebles a la casa solo avivaba la especulación, mientras los residentes observaban con miradas ávidas, vislumbrando el futuro incierto que aguardaba a la pequeña comunidad. Las señoras, en particular, encontraron un nuevo motivo para reunirse y debatir, especulando sobre la personalidad y costumbres del recién llegado. El pequeño porche, con su cerca blanca y escalones de madera gastados por el uso, era como una invitación para que la imaginación divagara sobre lo que podría estar esperando más allá de esa antigua puerta, adornada con grabados y una ventana de vidrio en la parte superior, como si guardara silenciosos secretos del pasado. Para Sarah, el día normal en la biblioteca se había transformado en algo más, un destello de expectativa ante la inminente llegada de un extraño que traía consigo misterios y promesas de cambio para el pueblo que tanto amaba.

Al día siguiente, cuando las últimas cajas de mudanza habían sido descargadas, la identidad del nuevo residente del pueblo comenzó a desvelarse: Joseph, un profesor de literatura. La noticia se propagó como fuego en paja seca, dejando al pueblo en efervescencia. Los comentarios no se limitaban solo a su profesión, pronto surgían detalles sobre su apariencia, aumentando aún más el interés. "Joseph es un hombre muy guapo", susurraban las voces curiosas por las calles. Decían que medía 1,76 metros de altura, con una piel bronceada que denotaba horas al aire libre, cabellos castaños ondulados de longitud media, ojos azules con un toque de gris, y una barba cuidadosamente recortada. Su estilo de vestir, casual y relajado, completaba la imagen de un hombre que parecía haber salido de las páginas de una novela. Esta aura de misterio y encanto que rodeaba a Joseph solo aumentaba la expectación de los habitantes del pueblo, que ahora anhelaban aún más conocerlo y desvelar los secretos que traía consigo.

Mientras los rumores sobre Joseph continuaban propagándose por el pueblo, Sarah seguía con su rutina en la biblioteca, absorbiendo los susurros que flotaban en el aire a su alrededor mientras se entregaba al trabajo. Con pasos tranquilos, Sarah ascendió por la escalera hasta el segundo piso de la biblioteca, sumergiéndose en las estanterías repletas de libros. Mientras revisaba los títulos y organizaba los estantes, sus ojos se detuvieron en un ejemplar solitario, olvidado en la penumbra de la tenue iluminación.

Era un libro que parecía haber sido descuidado por el tiempo, pero curiosamente reciente, datando de hace aproximadamente una década. El título, "Un Asesinato Más", exhalaba un aire de misterio y suspenso, provocando la imaginación de Sarah. Con un mezcla de curiosidad e intriga, Sarah hojeó las páginas del libro, absorbiendo los detalles de la cautivadora trama que se desarrollaba ante sus ojos. Finalmente, decidida a desentrañar los enigmas contenidos entre las páginas, tomó el libro entre sus manos, ansiosa por sumergirse en la historia y descubrir sus secretos ocultos.

El segredo de la estanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora