Un día despiertas en una habitación semejante a la de un hotel. Todo se encuentra en orden, puedes percibir el aroma a limpio en el aire. No recuerdas nada, no sabes cual es tu nombre, tu edad, donde estás, no sabes nada.
Lo único que sabes que es no tienes energía para nada, por la ventana de tu habitación puedes observar el mar. El sonido lejano de las olas y las gaviotas es reconfortante, tus párpados se sienten pesados como si estuvieran hinchados. Recuestas tu cabeza sobre la almohada y te sumes en un profundo sueño.
El aroma de comida recién preparada te despierta. Abres poco a poco los ojos, parece ser que son las 6 de la tarde. Puedes ver como cae el atardecer en el agua, como los rayos anaranjados del sol pintan todo el paisaje. Te sueltas a llorar, no sabes por que, pero lloras como un niño que perdió algo. Perdiste algo, no sabes que cosa, pero te duele. Te duele en cada respiro, en cada movimiento, lo único que quieres es llorar toda la vida.
Escuchas un pequeño golpe en la puerta.
-Voy a pasar- escuchas la voz de una mujer al otro lado. La puerta se abre y detrás de ella aparece una mujer de tal vez unos 45 años. Su cara te transmite paz, no sabes por que pero en el fondo sientes que puedes confiar en ella. Este lugar es extraño, parece como si fuera un hotel a la orilla del mar, de esos hoteles pequeños que se sienten acogedores. La mujer que entro está vestida como un doctor, con ese atuendo a juego en color azul cobalto.
-Es hora de comer- parpadeas perpleja con las lágrimas aún corriendo por tus mejillas -¿quieres comer aquí o quieres venir a la cocina?- no sabes que contestar, no lo habías notado pero tienes hambre. Sin embargo no dices nada, te sientes tan pérdida que la mera idea de levantarte te causa ansiedad.
-No te preocupes, corazón. Te lo traigo en seguida- dijo con una sonrisa tranquilizante, supones que notó la ansiedad que te corrompía.
Poco a poco vas descubriendo cosas, no es un hotel o al menos eso piensas. Parece ser como un instituto mental, donde tratan a las personas con severos desordenes mentales. La mujer que conociste por primera vez era una enfermera y tu tienes varios enfermeros. Entre hombres y mujeres cuidan de ti, te alimentan, te asean, te ayudan a dormir.
Conforme pasan los meses sientes como regresa tu energía. Hay días en los que no lloras, en los que puedes dormir sin ayuda de medicinas o tés. Sales a caminar con Rolando a la orilla del mar todos los días a las 5, es una buena hora. En la mañana tomas el desayuno con Elena, a mediodía juegas cartas con Ingrid. Ellos te platican que así como tu a ellos alguna vez los cuidaron cuando llegaron a este lugar.
-¿Recordaste algo?- le preguntaste a Rolando mientras tomabas una roca linda que estaba enterrada en la arena.
-Claro, tienes todos tus recuerdos. Solo que pueden llegar a ser muy dolorosos o estresantes. Poco a poco los recuperarás.- Rolando era agradable, era un señor ya grande y siempre tenía historias muy interesantes. Sabía mucho de física y química así que cada que caminaban tenían charlas muy amenas.
-Todo el tiempo quiero llorar, ya no tanto como al principio, pero no se que es lo que me tiene tan triste-
-Tranquila, tu llora todo lo que tengas que llorar. Aquí el tiempo es relativo, no se mueve como piensas. Aquí puedes llorar y llorar.-
Eso era lo mágico de éste lugar, aquí no existían las expectativas de la vida. Nadie tenía una exigencia de lo que tenías que ser, simplemente podías existir. Tus necesidades básicas estaban cubiertas, eras libre de existir en paz. Cuando comprendiste esto fue que tus recuerdos comenzaron a brotar.
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Hotel 5 Estrellas
FanfictionEl hotel mejor valorado de todo el mundo. En este establecimiento nuestros clientes siempre serán lo más importante.