Única parte

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Delgados rayos de luz de luna se filtraban por la ventana, iluminaban débilmente aquella habitación. Recostado en su cama yacía aquél chico de cabellos negros y ojos amatista, sentía el peso de la soledad en aquellas cuatro paredes. A su lado izquierdo donde deberían estar dos pequeños niños descansando ahora está vacío, no había rastro de ellos.

Cuando llegó de nueva cuenta a la isla habló con su compañero por su comunicador avisando que llegaría lo más pronto posible a aquella casa que compartían. Pero al llegar solo fue recibido por el abrumante sonido del silencio, creyó que habían salido a hacer alguna actividad en familia y decidió esperar los.

Horas pasaron desde que llegó a la casa y no había señales de su presencia, había estado comunicándose con su compañero por mensajes pero hace una hora que dejó de responder, había pensado en salir a buscarlos pero desistió rápidamente de ello. Sentía que era una carga y lo habían dejado solo a propósito.

Seguiría lamentándose en aquella cama cuando escucho una dulce melodía que parecía venir de afuera de la casa. Con desconfianza salió al patio donde la música se oía más fuerte.

Cuando salió se sorprendió al ver un camino hecho de velas que se dirigían al bosque. Con duda siguió el camino hacia el bosque adentrándose en la oscuridad solo siendo iluminada por las velas y la luz de la luna como único compañía.

Caminó hasta llegar al corazón del bosque donde un prado se alzaba, velas colocadas estratégicamente entre la hierba baja daban un toque mágico.  Las luciérnagas bailan al ritmo de aquella dulce canción que flota en el aire, eran el toque perfecto

Se adentro en aquel prado maravillado persiguiendo a alguna luciérnaga cuando un crujir de entre los arbustos lo alertó.

De entre la oscuridad del bosque salió una silueta que conocía a la perfección, era Philza, su sola presencia lo ponía nervioso de una manera inimaginable.

Desde que llegó no se habían podido ver, pero ahora, solo quería correr hacia el y abrazarlo, disculparse por no haber estado a su lado, rogarle que le perdonara por ser tan irresponsable y vago con sus obligaciones parentales. Pero no podía, sentía que sus piernas no le respondían y en cualquier momento caería al suelo. Y Philza, el solo lo veía con ojos llenos de adoración, una mirada que sentía no merecer. El no era merecedor de aquel cariño que el británico podría ofrecerle.

Con todo el dolor de su corazón quiso retirarse, pero a lo lejos vio a sus niños y a algunos de los hijos de sus amigos con instrumentos en mano tocando lo que parecía ser la canción que llevaba escuchando todo ese tiempo. Su corazón dio un vuelco al imaginar a los niños practicando esa canción solo… para el.

Un dulce silbido acompañado de una voz grabe y melodiosa lo sacó de entre sus pensamientos, regreso su mirar al frente donde se suponía que debería estar Philza. Dio un pequeño salto en su lugar al ver que el se había movido y ni cuenta se dio, «¿En qué momento se movió?» pensó.

      “Por bravo mar navegare
         Ahogarme yo no temo
      Y sondeare la tempestad
             Si eres para mí…”

Con delicadeza tomó sus manos, como si en ellas llevará el diamante más delicado del mundo, pues lo era, al menos para el. Para Philza, Missa es la joya más delicada del mundo y la más hermosa, un tesoro que brilla con la luz más preciosa del universo.

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