La casa de nadie

21 5 0
                                    

Este día me había decidido a caminar,  a tragarme el mundo con mis ojos.
Salí con mis pies descalzos para sentir cada granito de tierra y recordar que estoy vivo. Un aire de lo  más indeciso me traía además de susurros, enredos para mis cabellos rebeldes. Caminando no sentí el sol ardiente,  era combustible para mis piernas inquietas.
Al lado del camino me encontré una casa de paredes quebradas, con alguna que otra mancha que advertían que en el pasado había pintura sobre ellas. Unas puertas destartaladas guardaban un secreto al que mi curiosidad me obligaba a descubrir. Pero, que intruso, más que curioso,hah,  no importó, paso tras paso me acerqué a aquel portal con piso de azulejos.
Por dentro no era menos la miseria, una mesa en el centro de una madera muy mala ( a mi entender ) hecha por manos inexpertas tal vez , pero con cierta belleza oculta tras su ordinariez. Al mirar arriba se perdía la vista en el infinito azul que dejaban ver los agujeros del techo. Unas ventanas sin seguro interrumpían la continuidad de aquellas paredes,  más que ventanas me parecían instrumentos que el viento hacía silbar con sus juegos.
Me senté en una silla, no menos rudimentaria que la mesa y cerré mis ojos para disfrutar mejor mi respiración. 
Cada bocanada de aire me traía un sentimiento distinto,  a ese punto no era capaz de distinguir entre mi sentir y el de aquella casita, condenada al olvido.
Pero quise sentir más,  me puse en pie, abrí mis brazos y me dejé caer sobre el suelo. 
Ahí estuve por varios minutos,  contemplando desde lo más bajo lo que queda de nosotros cuando nos vamos, cuando dejamos de vivir o cuando nos olvidamos de hacerlo. Aquella casa ya no era nada, solo escombros que guardaban recuerdos para que el sol no los quemara.
Aquellas sensaciones aferradas a tan desdichada carcasa ya no tenían razón de ser.
Nada vale cuando no estamos ahí para darle valor,  aquella choza miserable tal vez podría haber sido la lujosa mansión de un millonario pero tarde o temprano correría la misma suerte de ser abrigo de emociones perdidas.  Repleto de tantas sensaciones raras salí de aquel lugar, una vez más paso entre paso como si cuidara de no despertar a alguien. Quise imaginar quién habitó allí algún día,  pero eso no me serviría, según mi análisis el resultado sería siempre el mismo: la desdicha de la casa para recordarme que vinimos de la nada y hacia allá regresamos.

La casa de nadie Donde viven las historias. Descúbrelo ahora