Capítulo 1 «Inocente»

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Nunca había nacido una mujer tan generosa como la bella Sara Stone. A sus 17 años ya fue capaz de abrir una pequeña escuela de alfabetización para los niños de escasos recursos que vivían cerca del internado. Esto era parte de un proyecto comunitario que llevaba a cabo con las hermanas del convento. Todos admiraban su tenacidad y fuerza de voluntad, y nadie se negaba a ofrecerle una mano cuando ella lo requería.

Sin embargo, aunque llevaba una vida digna y no carecía de afecto, pues todos la adoraban, ella nunca tuvo lo que cualquier persona hubiera deseado a su edad, es decir, una familia. Su padre falleció a temprana edad y quedó a cargo de su madre, que, como nunca se cansaba de repetirle, tenía mejores cosas que hacer que perder el tiempo criando a una niña.

Su única abuela no pudo hacer mucho, puesto que, a su avanzada edad, ya no tenía la fuerza para cuidarla, por lo que, no tuvo otra opción más que mandarla a un internado y pagarle los estudios hasta que terminara el colegio. Ni siquiera tuvo la dicha de verla crecer, ya que 3 años más tarde, la mujer falleció, quedando Sara completamente huérfana.

El tiempo pasó y la que una vez fue una pequeña se convirtió en una hermosa doncella. Su madre nunca volvió a buscarla. Ni siquiera la llamaba para felicitarla por su cumpleaños. Pronto Sara tendría que abandonar el único hogar que conoció, y a pesar de que, finalmente, viviría una vida normal, extrañaría a todos, sin lugar a duda.

Unos días antes de su cumpleaños número 18, la directora de la escuela la llamó a su oficina. Ella, creyendo que quería despedirse debidamente, acudió con prisa a verla.

—Sara, querida, pasa por favor —le indicó al verla parada en la puerta.

—Directora, me han dicho que quería verme.

—Sí, tengo excelentes noticias.

—¿De qué se trata? —preguntó sentándose frente a su escritorio.

—Tu madre ha llamado.

—¿Qué? —dijo Sara muy sorprendida— ¿Cuándo?

—Esta mañana. Ha llamado para avisar que vendría por ti.

—¿Está segura de que era mi madre? —insistió sin poder creerlo.

—Sí. Al parecer, no estuvo en el país por mucho tiempo y por eso nunca pudo venir a visitarte.

—¿Durante 10 años?

—Eso parece.

—¿Qué más le ha dicho?

—Dijo que empacaras, que vendría esta tarde a buscarte.

—Entiendo —expresó desconcertada, al comprender su dilema la directora le dijo:

—No tienes la obligación de ir con ella, en unos días obtendrás la mayoría de edad, y podrás hacer lo que quieras —le recordó.

—Es cierto —dijo, al parecer, aliviada.

—Aunque... —dijo la mujer reflexiva.

—Aunque...

—Creo que al menos deberías darle la oportunidad de explicarse.

—Supongo que tiene razón —expresó esperanzada, pues a pesar de todo, en lo más profundo de su ser, deseaba tener una madre.

En la tarde apareció una elegante dama en la oficina de la directora. Al verla, Sara la reconoció inmediatamente.

—Soy Andrea Stone, he venido a por mi hija —indicó.

—¡Madre! —dijo impulsivamente, la mujer la miró de pies a cabeza antes de sacarse los lentes oscuros.

La esposa designada (EXTRACTO GRATUITO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora