Capítulo 2 «El precio del honor»

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Duncan Lennox no comprendía cómo había terminado en un lugar de mala muerte. Su padre, un multimillonario excéntrico, lo arrastró hasta allí para conocer a un posible inversionista. Cuando le dijo que tendrían una reunión con el jeque y empresario Adib Ayad, creyó que lo verían en algún pub o restaurante sofisticado. Jamás pensó que acabaría en una subasta de vírgenes. Se sentía asqueado de toda esa situación.

—Quiero salir de este infierno —le advirtió a su padre.

—Aguarda, pronto terminará la subasta y podremos hablar con el Jeque.

—Quédate tú, ya no soporto estar aquí, esto es una barbarie.

—Típico de ti el querer salir corriendo para no afrontar tus responsabilidades. ¿Cómo pretendes que te deje la empresa, si ni siquiera puedes tener una reunión de negocios?

—Yo no tenía idea de que tus socios eran tan... excéntricos —espetó al no encontrar una palabra menos ofensiva.

—Si te refieres a las mujeres, ninguna de ellas vino aquí obligada. Todas saben que serán amantes, esposas, esclavas sexuales de algún hombre millonario, y están muy contentas por ello —le aseguró.

—Eso no elimina el hecho de que siga siendo trata de personas, padre —dijo Duncan exasperado.

—De acuerdo, vete si quieres, pero no esperes heredar la compañía si no eres capaz de soportar trivialidades como estas.

Las palabras de su padre le pesaron, sabía que de alguna manera él tenía razón. El mundo era asqueroso, y las personas que vivían en él, no eran mejores. Si quería hacer negocios en el futuro, tendría que aceptar las cosas como eran.

—Está bien, me quedaré —dijo de malagana y volvió a sentarse en la silla.

Minutos después, escuchó que a seguir como gran final tendrían a una preciosa dama que asombraría a todos. Se preguntó entonces qué tipo de mujer se sometería voluntariamente a semejante espectáculo solo para garantizarse un futuro próspero. Concluyó que, sin lugar a duda, ninguna que podría interesarle.

Por otro lado, Sara se preparaba para encarar su destino. Trató de controlar sus emociones, no quería parecer frágil, pero mientras más avanzaba por ese oscuro pasillo, más débil se sentía. Se detuvo frente a un enorme espejo, al parecer, era la puerta que daba hacia el espectáculo.

De pronto, el piso giró y ya no se encontraba en el pasillo, sino que, en una habitación circular. Todas las luces se centraban sobre ella. Intentó mirar a su alrededor, pero solo pudo vislumbrar unas paredes de cristal que reflejaban su figura. Al comprender de que se trataba todo, ya no pudo contener las lágrimas, y empezó a temblar.

Duncan observó a la última doncella presentada. A principio, trató de ignorar su belleza, puesto que no sería parte de semejante acto de inhumanidad. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que sería imposible no interesarse por la hermosa criatura expuesta a través del cristal.

La mujer era muy joven, de eso no tenía dudas. Ella vestía una lingerie de encaje blanco semitransparente. Unos collares de oro y piedras descendían por su busto hasta un cinturón a la altura de sus caderas. La visión era impresionante.

Casi de inmediato, percibió el atroz significado de esa joya. Era un collar de esclava sexual. Eso lo repugnó, sin duda la mujer había sido preparada para el viejo jeque, pensó.

No podía creer que una muchacha de su edad hubiera accedido a semejante situación, pero se recordó que, por dinero, las personas consentían cualquier cosa. De pronto, la dama en cuestión levantó la cabeza, como si lo hubiera escuchado. Entonces le vio el rostro, y a diferencia de las otras mujeres, ella no estaba sonriendo, no lanzaba miradas coquetas.

La esposa designada (EXTRACTO GRATUITO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora