La luna colgaba en el cielo como una joya celestial, bañando el Bosque Encantado de Eldoria con su luz plateada. Era aquí donde se llevaría a cabo la primera prueba, un lugar donde la magia era tan densa que el aire vibraba con el poder de lo antiguo y lo salvaje.
Los pretendientes, cada uno con su armadura reluciente y sus capas ondeando como banderas de guerra, se adentraron en el bosque con paso decidido. La Princesa Ariadna, disfrazada entre ellos, deseaba ver con sus propios ojos a aquellos que competían por su mano.
El bosque no tardó en mostrar su verdadero rostro; las sombras se movían con vida propia, y los árboles susurraban secretos en un idioma olvidado. Los pretendientes se dispersaron, cada uno enfrentando sus propios miedos y deseos, reflejados en los espejos de la naturaleza.
Uno tras otro, los desafíos se presentaron: criaturas de raíces y hojas que exigían resolver acertijos de sabiduría, ríos cuyas aguas podían leer el corazón de quien las cruzaba, y vientos que cortaban como cuchillos, poniendo a prueba la resistencia de los más fuertes.
La princesa observó cómo algunos pretendientes se ayudaban mutuamente, mientras que otros caían presa del pánico o la arrogancia. Al final de la noche, solo unos pocos lograron llegar al claro central del bosque, donde un espejo antiguo esperaba, custodiado por la figura etérea de una dríade.
"Refleja en mi superficie la verdad de tu alma", cantó la dríade, y uno por uno, los pretendientes se enfrentaron al espejo. Algunos vieron imágenes de grandeza y poder, otros, visiones de amor y compasión. Pero solo aquellos cuyas visiones mostraban un corazón puro recibieron la bendición de la dríade para continuar en la competencia.
Mientras el alba se acercaba, la Princesa Ariadna, aún oculta entre las sombras, sintió una mezcla de admiración y tristeza. Admiración por la valentía de los pretendientes y tristeza por aquellos que se perdieron en sus propias ilusiones. A medida que el sol comenzaba a asomar, dispersando las sombras y revelando los colores verdaderos del bosque, Ariadna sabía que su viaje apenas comenzaba.
Con el nuevo día, la competencia tomó un giro inesperado. Los pretendientes restantes se reunieron en el claro, sus rostros marcados por la fatiga y la determinación. La dríade se adelantó, su figura etérea brillando con la luz del amanecer que se filtraba a través de las copas de los árboles. "Habéis mostrado valor y verdad," dijo con una voz que parecía el murmullo de las hojas, "pero la prueba final aún os espera."
Los pretendientes intercambiaron miradas de incertidumbre, preguntándose qué más podrían enfrentar después de una noche de desafíos tan arduos. La dríade levantó sus manos y el espejo comenzó a brillar con una luz propia, proyectando imágenes que danzaban en el aire ante ellos.
"Deberéis encontrar el Corazón del Bosque," anunció la dríade, "un tesoro escondido que solo puede ser reclamado por aquel que sea digno de gobernar junto a la Princesa Ariadna."
Los pretendientes asintieron, algunos con determinación, otros con una sombra de duda cruzando sus ojos. La Princesa Ariadna, aún oculta bajo su disfraz, sintió una punzada de ansiedad. ¿Cómo podría ella, disfrazada de pretendiente, competir por su propio corazón?
El bosque parecía cobrar vida con la nueva tarea, guiando y desafiando a los pretendientes con sus caminos enredados y sus secretos susurrados. Ariadna se movía con gracia entre los árboles, su conocimiento del bosque dándole una ventaja que no había anticipado.
A medida que el sol ascendía, iluminando los rincones oscuros y revelando la verdadera belleza del Bosque Encantado, Ariadna se encontró frente a un claro donde un ciervo blanco la esperaba. Sus ojos eran de un azul profundo, y en ellos, Ariadna vio reflejada la pureza y la sabiduría del bosque.
El ciervo se acercó y, con un gesto delicado, depositó un objeto brillante a sus pies. Era un cristal en forma de corazón, pulsando con la vida del bosque mismo. Ariadna lo recogió, sintiendo su calor y su poder fluir a través de ella.
"Has encontrado el Corazón del Bosque," dijo una voz detrás de ella. Al girarse, Ariadna se encontró con la mirada de uno de los pretendientes, su expresión una mezcla de asombro y reconocimiento. "Pero, ¿Quién eres realmente?" preguntó, dando un paso hacia ella.
Ariadna sabía que había llegado el momento de la verdad. Con el Corazón del Bosque en su mano y el destino de su reino en juego, debía decidir si revelar su identidad o mantener su secreto un poco más.
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El corazón de la princesa
ФэнтезиEn las sombras de lo cotidiano, más allá de la realidad que palpamos y conocemos, existe un lugar donde los susurros del corazón y los ecos de las ilusiones se entrelazan en una danza eterna. Este no es un libro común; un reino donde el engaño viste...