Aris, El ángel que no debió pecar.

...Prólogo...

-Aris, peca conmigo.-

Una simple frase capaz de hacerme temblar con sus miles de significados, unas sencillas, pero fuertes palabras que colocan mi mundo interior de cabeza.

¿Cómo tiene el poder de hacerme dudar, a mí, la hija de la futura reina?.

Se jacta de la conmoción que ha creado, lo puedo ver en la sonrisa burlesca que no es capaz de ocultar.

¿Tan divertida le parece mi confusión?.

¿Eso le satisface?.

Confieso que tengo miedo, pero no de él. Temo que de alguna forma los tabús que estoy a punto de romper terminen avivando la misteriosa llama que crece en lo profundo de mi pecho. Y eso me tiene aterrada, sumando la alta posibilidad de que mi escencia se extinga al cruzar la línea de lo establecido; me hace dudar de si tomar su mano. La cual me brinda con una mirada de compasión disfrazada de algo más, muchas cosas desconocidas que en mi vida había visto a través de unos ojos.

Unos muy hermosos por cierto.

Pero por otro lado, si decido rechazar su "ayuda" y me entrego a los míos el futuro que me depara es tan incierto como la seguridad de mi familia. Puede que la reina termine de una vez con mi sufrimiento dándome muerte eterna, o quizás su deseo de mostrar poder sea tan grande que torture a mis allegados en mi presencia, tal vez mi visión con Ariel fue un simple sueño producto del miedo y nadie vendrá en mi ayuda. Son tantos los escenarios y en su mayoría malos que no me logro decidir.

-Recuerda que te hice una promesa.-

¿Y los demonios no pueden romper sus promesas, no es cierto?...

- ¿Esta bien que un ser de luz cruce al lado oscuro?.- dije, temblando bajo su perfecta figura.

Busqué en sus expresiones algún indicio de mentira o engaño, preparada entonces para darme la vuelta y enfrentar el cruel que destino que se me presentaba.

-No... no está bien.- contestó sereno y sin gota de temor.- Pero tampoco está bien que un ser de la oscuridad crezca bajo el mandato de los cielos.-

Pero no encontré nada.

Y traté, juro que traté de buscar ese "algo" que me aferrara a los que me acogieron por tantos años, pero tampoco lo encontré.